Saberes y sabores: mi morada

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Para vivir, tiene el hombre necesidad de un medio favorable y de un abrigo
protector, es decir, de una familia y una casa. Este aspira a tener un lugar, un
nido, un techo en donde se proteja la vida privada, así pues, construir una casa no
es solo edificar sus muros, es fundar un hogar y engendrar una descendencia.
En el plano material construimos casas muy sólidas, con espacios confortables
para vivir plácidamente; la casa espiritual, de la que hoy te quiero hablar, es
segura, una vez construida no tiene grietas, por tanto, estarás seguro, fuera del
peligro de ser herido o dañado por la humedad o algún otro mal.


Hay que saber que no estoy hablando de una casa física construida con manos
humanas, sino más bien de una morada, un lugar en donde se tiene una relación
permanente y vital entre el alma y Dios; un lugar en donde viven lo humano y lo
divino.


En una fábula se puede decir que el zorro estaba en su morada, o que la liebre
salía con frecuencia de su madriguera. Creo que la morada de una persona no es
solamente un lugar en donde se reside, sino que incluye, además, el hecho de
alimentarse, de descansar. Efectivamente, al hablar espiritualmente, se trata de un
lugar en el cual bebes y te alimentas de las delicias de Dios.


El alma, al ser principio de vida, es aquello que reside en nosotros; es inteligente,
posee voluntad y es sensitiva. Necesita una morada para establecer una relación
espiritual con su creador. Metafóricamente, el alma crece ante el contacto
frecuente con Dios, de ahí que es necesario contar con un espacio para la
intimidad. Al ser el alma un ente espiritual, necesita experimentar a Dios que es
espíritu, por lo cual, unidos en relación, el alma empieza a crecer, en estatura y
gracia.


Estoy convencido de que se necesita una morada para este encuentro y para que
se pueda conservar su privacidad y primacía, siempre bajo el inspirador motor que es el amor y recibir así el favor celestial. Quien llegara a construir la morada sería
afortunado ya desde esta vida, no puedo negarlo, pero ¿qué he hecho para que
me dieses el privilegio de esta morada? Y aunque los incomode, no dejaré de
acudir y edificar dicho aposento en donde descansa mi alma con un corazón
humilde.


¡Oh! cuán breve es nuestra estancia en esta tierra, cuán desocupados aquellos
que descuidan la construcción de la morada espiritual y desgastan sus esfuerzos
en la casa material. Mientras dure mi estancia aquí, seguiré acudiendo a esta
morada, hasta que el todo poderoso nos llame a la morada eterna.


Sé que aún me amo desordenadamente, por eso temo habitar constantemente en
tu morada, pero qué es esta vida para no acudir al encuentro del creador en la
intimidad de la morada. En efecto, los zorros tienen su madriguera y los pajarillos
sus nidos; dichosos los hombres que al tener una morada acuden permanente a
ella.

RUAN ÁNGEL BADILLO LAGOS.

SÁBADO 21 DE ENERO DE 2023.

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