La soledad y el acompañamiento son aspectos contrarios, pero ambos se unen en
una relación dialéctica, es decir, que en algún momento tuvieron que haber
dialogado y discutido para descubrir la verdad, y entonces decidieron separarse.Así, la soledad se quedó sola y el acompañamiento esperó para seguir adelante.
En la actualidad, en una relación, cuántos razonamientos y argumentos no se dan
en una discusión; hay desacuerdos, egoísmo desenfrenado e intereses
individualistas. Se está perdiendo la capacidad de escuchar, y no se diga de
escuchar con atención.
Es verdad que necesitamos reconquistar la facultad de asombro de nuestro
interior, en otras palabras, el poder de introspección, “mi soledad”, para ordenar
mis ideas y escuchar mi interior. El apartarse de los ruidos y del mundo que
muchas veces impide la concentración, así como pensar con independencia, trae
consigo la soledad, pues solos, en ella, somos quienes realmente somos. Nos
mostramos a nosotros mismos sin tapujos, sin miedo o con miedo. Ya lo decía
Rousseau, «esas horas de soledad y meditación son las únicas del día en que soy
yo plenamente y para mí sin distracción ni obstáculo, y en que verdaderamente
puedo decir que soy lo que la naturaleza ha querido».
En la soledad se llega a encontrar la tranquilidad sin que la sociedad ofenda a mi
persona; es un estado de aislamiento en el cual un individuo se encuentra solo,
con él mismo, sin acompañamiento de nadie, ni siquiera de un animal o mascota
que hoy, en la actualidad, es recurrente encontrar. No me estoy refiriendo a la
soledad carente de afecto, a sentimientos de incomprensión, a tristeza,
inseguridad o falta de compañía, sino, más bien, a la voluntad de encontrarse con
uno mismo para llegar a conocerse tal cual; es decir, la verdad propia.
La soledad, los pensamientos, las reflexiones, las causas y los efectos han estado
siempre unidos. Los grandes inventores y pensadores se han retirado del mundo
para poder pensar con claridad, y salen de él con la finalidad de actuar a plena
conciencia o exponer su saber.
Actualmente, muchas personas prefieren evitar la soledad porque, con frecuencia,
sufren depresiones, ansiedades y sentimientos de infelicidad que afectan la salud;
no obstante, lo que pretendo es estimar mi soledad para conocerme a mí mismo,
aceptar mi realidad e implementar acciones que me ayuden a convertirme en un
mejor ser humano.
Equilibrar mis dos estados, el de soledad y el de acompañamiento, me permitirá
mantener límites saludables en mi vida y en nuestras vidas. La soledad es, por
tanto, necesaria, pues puede convertirse en fuente de comunión y fecundidad si se
une con la soledad redentora de Dios. Viene a mi mente la siguiente oración: «no
es bueno que el hombre esté solo». La creación era perfecta en todos los
aspectos, menos en uno: el hombre estaba solo.
El primer hombre en la Tierra no
estaba físicamente solo, pues existían los animales, sin embargo, no era
suficiente. Necesitaba a alguien como él, a alguien al mismo nivel, que viera,
experimentara y aprendiera. Así surgió la pareja perfecta del hombre, la mujer. Y
las dos soledades se convirtieron en un acompañamiento, apoyándose
mutuamente, para alcanzar la felicidad. Se escuchaban con atención y respetaban
los espacios de soledad de cada uno, lo cual generó la comunión entre ambos, la
soledad y el acompañamiento, con la fecundidad.
RUAN ÁNGEL BADILLO LAGOS.