Los orígenes de la llamada primera ola del feminismo data de los tiempos del Renacimiento, en los siglos XV y XVI, periodo de transición entre la Edad Media y la Edad Moderna, cuando se hace notar, en términos libertarios, el acceso a la ciudadanía por parte de la mujer; en esto se engloba el derecho a participar en la política y a acceder a la educación que, hasta entonces, había sido reservada para los hombres. Así, se estructura el feminismo liberal.
La segunda ola feminista se puede entender a través de la ideología marxista y el socialismo, en razón de que el ataque a la propiedad privada y el capitalismo serán elementos necesarios que, más tarde, saldrían a relucir en este discurso. La raíz del feminismo marxista puede encontrarse en el socialismo utópico contrario al capitalista. Las utopías socialistas, además de atacar la propiedad privada, plantearon también la desaparición del matrimonio como una institución social.
En ese entonces existía el matriarcado, así, la propiedad privada, la que derrota al “paraíso comunista matriarcal”, trae como consecuencia el régimen de dominación masculina. “El hombre es la familia el burgués; la mujer representa en ella el proletariado” (Engels), es ahí en donde se da la lucha de clases y de sexos: en el feminismo marxista.
Pensamientos que suscitaron: “la actividad sexual es una simple necesidad física”. Con esta reflexión se saca el amor de la relación de pareja y se hace pública, en muchas protestas, al grado del desnudo. De las relaciones se pretende romper la intimidad y la privacidad: el sexo se colectiviza.
En la URSS, en la época de los veinte, los cambios pretendidos se resumieron en la destrucción de la familia; ¿por qué el comunismo se empeña en acabar con la familia? Por una sencilla razón: la institución de la familia resguarda, cuida, educa a los hijos, reproduce tradiciones, mantiene creencias y valores. Esto al estado no le gusta.
El régimen totalitario lo invade todo; nuestro país se encuentra en un “proceso de transformación hacia el totalitarismo”. Ya lo decía Lunacharski, “este pequeño centro educativo que es la familia, esta pequeña fábrica, toda esa maldición, llegará a ser pasado caduco”.
Asimismo, para agregar más, por si hiciera falta, es necesario exponer que los casos de violación y violencia contra la familia y contra la mujer fueron también una constante durante el largo período comunista.
¿Se cumplieron las promesas comunistas? Claro que no. Las prostitutas soviéticas siguieron existiendo y sus servicios, como en la Cuba de nuestros días, están orientadas a la satisfacción de los extranjeros. Así, las promesas marxistas fueron sepultadas por la historia.
La tercera ola del feminismo fue uno drástico o neomarxista; durante su auge surge la germinación de la llamada ideología de género. Las reformas políticas formales ocasionaron el feminismo liberal y el terreno, casi exclusivo sobre la economía dio apertura al feminismo marxista. Ahora entramos en el feminismo cultural y radical, con la bandera de la ideología de género.
Al pretender cambiar la cultura se utiliza una plataforma de poder; es el estado quien, por medio de ésta, va cambiando las leyes que, más tarde, impactan en la cultura y, por ende, en la sociedad. “Atacan” a las instituciones más sublimes como las educativas para implementar su ideología de forma imperiosa; les arrebatan a los padres la responsabilidad de educar a sus hijos e imponen en los planes y programas de estudio esta ideología. Así, con las reformas de ley traspasan a la familia y a la iglesia.
¿Qué es la ideología de género? “Es un conjunto de ideas anticientíficas que, con propósitos políticos autoritarios, desarraigan de la sexualidad humana su naturaleza y explican esa sexualidad a través de la cultura y la autopercepción” (Agustín Laje, 2017).
Según se dice, “no se nace hombre o mujer, es la cultura la que les asigna el rol a las personas, ya que el sexo binario no es importante”. Soy lo que me percibo y lo que los demás quieren hacer conmigo, refiriéndose a la cultura.
RUAN ÁNGEL BADILLO LAGOS.