Saberes y sabores: el desafío de los valores universales

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La gran variedad de las costumbres, los hábitos y las instituciones presentes en la
humanidad llegan a afirmar que no hay valores humanos universales, existe una
concepción relativista de la moral, incluso se niega la realidad, el origen mismo de
la humanidad.


En este sentido, para afrontar estos desafíos en los que la verdad se vuelve una
fábula, las distintas formas de pensar y sentir se expresan por medio de la cultura.
Es importante respetar los derechos y deberes concretos de la persona, partiendo
de la moralidad, o sea, es necesario tener conciencia del bien y el mal de los actos
humanos que se manifiestan en el comportamiento de una conducta apropiada.
Las corrientes subjetivistas e individualistas aluden e interpretan de “forma nueva”
la realidad, pasando sobre los valores universales y la misma moral; estas
proponen criterios innovadores, tendencias que debilitan la verdad y niegan lo
absoluto.


Quiero hacer, con criterio crítico de estas tendencias, una reflexión. Me pongo en
la actitud de examinar los contextos, las circunstancias que parecieran legítimas y
útiles. Debo examinar, ver sus ambigüedades, errores y lo que esto trae como
consecuencia.


Ciertamente, la facultad del hombre para tomar decisiones es ineludible, pero no
se trata solamente de decidir, sino también de sopesar las consecuencias, por
muy pequeñas que aparentemente sean. “No hay causa sin efecto”, hay que
replantear el papel de la razón y de la fe, sobre todo, lo que se refiere
específicamente al comportamiento, con respeto a uno mismo, a los demás y al
mundo de las cosas.


Ahora bien, estas tendencias de pensamiento luchan por posesionarse de la
conciencia del ser humano; en consecuencia, se ha llegado al punto de negar la
existencia de Dios. Reconozco que Dios mismo quiso dejar al hombre a su propio
albedrío la decisión de optar por él, pero estamos llamados a trascender mediante
la fe en Jesucristo.


El hombre debe actuar con el buen juicio, “si el hombre comete el mal, el justo
juicio de su conciencia es en él testigo de la verdad universal del bien”; todos
tenemos cierta conciencia entre lo bueno y lo malo, ella aprueba, reprueba
nuestros actos, o alerta cuando estamos en peligro de tomar una decisión
descabellada.

Por lo tanto, no se pueden resolver todos los problemas sociales, hay que
empezar por los nuestros, ¡es todo un desafío! Esto no es algo de poca
importancia hoy, en nuestro contexto sociocultural que, con frecuencia, relativiza la
verdad. Es fácil ser presa de las emociones y la influencia de las opiniones, las
cuales nos privan de la certeza y del contenido de la verdad.


La pobreza que el hombre puede experimentar es la soledad, porque ella nace del
aislamiento, del no ser amados o de la dificultad de amar. Ahora, ¿por qué el
amor? Porque la verdad y el amor van de la mano; al cerrar el corazón, el hombre
experimenta ser autosuficiente, alejándose de la realidad. Para crecer hay que
reconocerse parte de una familia, la familia humana.


Para concluir, vivir en la verdad y en el amor lleva a la adhesión de los valores
universales, elementos útiles e indispensables para la construcción de una mejor
sociedad, un desarrollo humano y, por qué no, cristiano.

Por RUAN ÁNGEL BADILLO LAGOS.

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