Saberes y sabores: administradores fieles y prudentes

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El servidor público es la persona que desempeña un empleo, un cargo o una
comisión subordinada para el Estado en cualquiera de sus tres poderes,
independientemente de la naturaleza del cargo laboral que lo ligue con el área a la
cual presta sus servicios. Creo que un servidor público se ve obligado a apegar su
conducta a los principios de legalidad, lealtad, honradez, imparcialidad y eficiencia
(https://www.gob.mx).


La administración es una actividad generalizada y, además, esencial para todo
esfuerzo humano colectivo, ya sea en una empresa de productos y de servicios,
en la iglesia, en las universidades, en las asociaciones, o en la propia familia y
demás.


Ninguna organización, por pequeña que sea, puede prescindir de un buen
administrador. En lo personal, creo que este debe entender que no es el centro del
“universo”, sino un servidor, a quien se le exige llevar el papel irreprochablemente,
aunque tenga una vida de cabeza. No basta con obtener el nombramiento, es
indispensable ser un líder con visión y estructura para lograr un mejor desarrollo.
Yo considero que en cualquier organización se debe entender que somos
administradores de los recursos. Tú no eres dueño de nada, lo que se le exige a
un administrador es que sea fiel y prudente. Todos somos servidores en alguna
medida y poseemos la responsabilidad de administrar los bienes que se nos han
confiado, por ejemplo, en el trabajo, si tenemos bajo nuestra responsabilidad a un
grupo. Además de preocuparnos por el pan cotidiano, es necesario contribuir al
continuo proceso de la ciencia y la técnica, pero, sobre todo, a la incesante
elevación cultural y moral de la sociedad, administrando los recursos con los que
se cuenta. Ciertamente, considero que el trabajo ocupa el centro de la cuestión
social, y este debe administrarse.


Si durante los últimos años transcurridos no se ha dado un mejor crecimiento y
desarrollo, o este se ha demostrado de manera irregular, las razones no pueden
deberse únicamente a las administraciones pasadas, sino que se alude al principio
de eficiencia de los servidores públicos. Creo que ha faltado capacidad para
desempeñar adecuadamente la función de un buen administrador, pues los
objetivos fijados con anterioridad no se han cumplido en el tiempo previsto. La
eficacia supone utilizar los recursos disponibles para alcanzar los objetivos, pero
hasta hoy no he visto mejora ni indicios de ello. ¡Es una administración infiel e
imprudente!

Para superar los mecanismos que señalo es indispensable ser más justos
conforme al bien común de los mexicanos. Es menester poseer una voluntad
política eficaz, aunque, por desgracia, tras haber analizado la situación, he
concluido que la labor de la administración actual ha sido insuficiente.
Reconozco que un análisis limitado únicamente a las causas económicas y
políticas del subdesarrollo y con las debidas referencias al llamado desarrollo sería
incompleto. Es necesario enfocar las causas de orden moral, en el plano de la
conducta de los ciudadanos considerados como personas responsables. Aquí
encontramos que todavía falta mucho por hacer, pues existen padres de familia,
empresarios, directivos, así como jefes de esto y de aquello que, lejos de ser files
y prudentes, son irresponsables. Administradores, debemos superar los
obstáculos mayores con decisiones basadas esencialmente en la legalidad, la
lealtad, la honradez y la imparcialidad, como versa el listado de las
responsabilidades del servidor público.


La fidelidad es la prueba del cumplimiento del servidor cuando su desempeño es
coherente hacia un bien común y este asume las responsabilidades que se le
confieren.

POR RUAN ÁNGEL BADILLO LAGOS.

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