Rupnik ya no es jesuita, pero el recuerdo de su asunto seguirá con un tinte muy jesuita

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 Ya el Padre Marko Rupnik no es más jesuita, pues se ha vencido el término (hasta el 14 de julio pasado) para que apelase la decisión de la Compañía de Jesús de expulsarlo, algo por lo demás previsto, querido por él y anunciado a viva voz por sus amigos. Pero como dice Luigi Accattoli en su blog, el asunto quedó muy ligado y tristemente a la Compañía de Jesús, además porque muchos de sus protagonistas tienen el tinte jesuita:

Jesuita era Rupnik, como jesuitas eran los encargados de su supervisión mientras cometía los muchos abusos de los que se le acusa. Asistida espiritualmente por los jesuitas, fue la comunidad religiosa femenina donde perpetró algunos de sus más escabrosos avances, según los dramáticos relatos de algunas ex religiosas. Jesuita fue el obispo visitador y luego comisario vaticano, encargado de ver como se re-encauzaba la vida de esa comunidad, algunos de cuyos rostros él mismo pudo constatar como reflejando una psicología destrozada y desesperanzada. Jesuita era el prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, que le impuso la excomunión, pero donde rápidamente se le levantó y luego también se prescribió otro proceso contra el ex jesuita. Y si se quiere avanzar un poco más y dar crédito a lo que ya afirman muchas voces, jesuita fue también la orden inapelable de la Cabeza que ordenó, a una velocidad inédita, que se le levantara esa censura eclesiástica en el 2020.

Ahora el P. Rupnik, porque sigue en funciones sacerdotales mientras el Vaticano no determine lo contrario (y nada hace preveer que así lo haga), goza de total libertad pues ya no le aplican las restricciones impuestas por la Compañía, y beneficiándose de los recursos económicos que le dejó su prestigiada carrera de artista eclesiástico, recursos al parecer amplios, reales y existentes, que tampoco podía gestionar de acuerdo a su voto religioso, pero que tampoco fueron advertidos por los jesuitas. Corre el rumor aún no confirmado que podría incardinarse en la diócesis de Split-Makarska, donde al parecer goza de la benevolencia del obispo.

Es claro, el desenlace –si es que este es un desenlace– de todo el asunto va en detrimento de las esperanzas de las muchas presuntas víctimas del sacerdote, del deseo de justicia a nivel global de las víctimas de abusos por parte de clérigos, y por ende del prestigio de la política de ‘tolerancia cero’ que la Iglesia no deja de pregonar en estos asuntos.

Pero aún quedan ‘pendientes’, no menores, como por ejemplo el destino y procesamiento de las denuncias contra el sacerdote que los jesuitas recogieron en los últimos meses, las cuales según decir de los encargados jesuitas, reportaban alta credibilidad. Y queda pendiente la suerte de obras de Rupnik, particularmente en lugares emblemáticos, como el Santuario de Lourdes, que tiene entre varias misiones la de ser alivio y consuelo a las víctimas de abusos sexuales.

Víctimas hacia quienes la sociedad civil tiene cada vez mayor sensibilidad, incluso aunque no falten quienes aprovechen los casos de abuso para desfogar su animadversión a la Iglesia. Pero si se les da la ocasión…

Sensibilidad como por ejemplo la mostrada en Bolivia, donde el reciente escándalo nacional por pederastia comenzó con protagonistas jesuitas, particularmente el jesuita Alfonso Pedrajas, fallecido hace más de una década, y que en un giro kafkiano de esa novela gótica refirió en un diario los abusos cometidos a al menos 85 menores en colegios de la Compañía de Jesús.

Las reacciones de la gente en Bolivia llegaron hasta intentos de quema de iglesias, y ahora el legislativo recoge esa indignación aprobando en su Senado una ‘Comisión Especial de Investigación’ de los casos de abusos sexuales a menores cometidos por clérigos en las últimas décadas, buscando justicia y reparación civil, moral y material de víctimas. Tal comisión estará integrada por cinco senadores y desarrollará una investigación de tres meses, tras lo que se elaborará un informe detallado de los casos recopilados, una evaluación de lo que los tribunales bolivianos realizan en ese ámbito, y además aportará conclusiones con “las acciones integrales que se deben desarrollar para la no repetición de estos delitos”.

En fin, el caso Rupnik se tornó mundial, y emblemático, también de honra para las víctimas en todo el orbe.

Y es muy difícil que si no se llega a una definición de fondo, no descienda un grueso manto de duda sobre toda la labor de la Iglesia en estos asuntos. Manto oscuro, que tampoco la Compañía de Jesús – sí, a la que ya no pertenece Rupnik – podrá hacer desaparecer con un golpe de magia, o con las polillas del paso del tiempo.

SCM.

Gaudium Press.

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