Remar mar adentro

Pbro. Crispín Hernández Mateos
Pbro. Crispín Hernández Mateos

Este domingo las lecturas sitúan a Jesús en la zona del mar, en la cultura de los pescadores, entre redes, barcas y peces. ¿Qué hace Jesús ahí? ¿Por qué predica desde una barca? Todo tiene una finalidad pedagógica: la inculturación del Evangelio, predicar la Buena noticia de Dios desde su contexto cultural, para llamar a los primeros discípulos a seguir este proyecto salvífico: los hace pescadores de hombres.

 

  1. «Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.»

La enseñanza forma parte del crecimiento de una persona, de su formación y aprendizaje. Jesús enseñaba las cosas de Dios, su proyecto salvífico, la misericordia y el amor divinos. La enseñanza inicial ayuda a poner en contacto a la persona con Dios, le abre sus facultades para que pueda verlo, sentirlo, experimentarlo. Es una acción delicada y noble, por ello, tiene que sustentarse en la verdad y en el amor. La enseñanza es una herramienta para luchar contra la ignorancia, el vacío, la nada, el analfabetismo, la pobreza, la precariedad. A través de la educación nos preparamos para la vida, para un trabajo, para una experiencia académica. Lo más importante de la iniciación cristiana es que ésta nos pone en contacto con Dios, con su amor, su perdón y su misericordia. Dejemos que Jesús nos hable de su Padre. ¿Te has puesto en el camino de la formación?

 

  1. «Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».

Dios creó los mares y los pobló de peces (cf. Gn 1,10.21-22) para que el hombre mandara sobre ellos (cf. Gn 1,26). La pesca es una actividad humana en la que el pescador entra en contacto con la naturaleza, con las criaturas marinas y con su Creador; lo cual implica conocimiento de este arte, paciencia, silencio y amor. No cualquier persona es pescador, no cualquier pescado es bueno (cf. Mt 13,47-48), no siempre se pesca (cf. Lc 5,5). No es lo mismo pescar en una laguna que en una presa, estanque, arroyo, río o mar. El mar presenta grandes desafíos: los mismos discípulos tenían miedo cuando el mar estaba embravecido (cf. Lc 8,23-25). Remar mar adentro implica varias cosas: confianza plena en Dios, seguridad otorgada por Cristo, obediencia al mandato del Señor, dejar la tranquilidad de la orilla, ir a lo más profundo, compartir la misma barca, conocimiento del arte de pescar y enfrentarse a los desafíos más difíciles. ¿Pones tu total confianza en Dios para remar en tu vida?

 

  1. «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».

El trabajo que no es bendecido por Dios no produce frutos buenos, llegando a traer, incluso, muerte, caos y destrucción a esta sociedad. Es bueno poner nuestros trabajos en las manos de Dios y confiar plenamente en su Palabra, en su amor y su misericordia. Este episodio y experiencia de Pedro y sus amigos refleja la historia de muchas personas que, trabajando toda su vida, no tienen nada: ni dinero, ni casa, ni familia, ni salud, ni seguridad. ¿Por qué ha sido así su vida? Muchas veces por la injusticia, por las equivocadas políticas económicas promovidas en nuestro país, por la guerra, por la violencia, por la indiferencia humana. ¿Qué debemos hacer? Primero que nada ponernos en las manos de Dios, organizar estrategias para promover una economía solidaria donde a todos les toque un poquito de lo mucho que han trabajado en su vida, trabajar por la justicia y el bien común. Pero lo más importante es estar llenos de Dios, de su amor, de su misericordia, de su ternura, de su providencia; porque cuando ponemos todo en sus manos, no nos falta nada, nada de lo que necesitamos para ser felices, pues ocurre el milagro del amor. ¿Cuántas veces has trabajado sin ponerte en las manos de Dios? ¿Estás preparado para ser pescador de hombres?

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