Reiteró Francisco que la guerra siempre destruye, siembra odio y es una verdadera derrota humana

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* ¿Cómo es posible que en el mundo actual se muera todavía de hambre, que se explote a la gente, que se la condene al analfabetismo, que carezca de atención médica básica y que se quede sin un techo?

«No olvidemos a los países que están en guerra, no olvidemos Ucrania, no olvidemos Palestina, Israel, no olvidemos a los habitantes de la Franja de Gaza que tanto están sufriendo. Recemos, por tantas víctimas de la guerra, tantas víctimas», comentó hoy Francisco durante la audiencia general.

El Pontífice no deja de mencionar lo sucedido en la región autónoma del Kurdistán iraquí, donde la Guardia Revolucionaria iraní afirmó haber «atacado y destruido una de las principales sedes del espionaje del régimen sionista (Mossad)» en el asalto con «misiles balísticos» a Erbil, en el norte de Irak. En el ataque murieron al menos cinco civiles, entre ellos una niña de once meses, mientras que varios otros niños resultaron heridos. Así lo informó la ONG Hengaw Organisation for Human Rights. El Papa expresa su cercanía y solidaridad con las víctimas, todas civiles:

Las buenas relaciones entre vecinos no se construyen con este tipo de acciones, sino con el diálogo y la colaboración. Pido a todos que eviten cualquier paso que aumente la tensión en Oriente Medio y en otros escenarios de guerra.

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La guerra siempre destruye, la guerra no siembra amor, siembra odio. La guerra es una verdadera derrota humana. Recemos por las personas que sufren en la guerra.

Y, recordando la figura de San Antonio Abad, cuya memoria litúrgica se celebra hoy, el Pontífice habla de combate, pero en el sentido espiritual del término. De hecho, insiste precisamente en esa «lucha espiritual contra los demonios y el pecado» que es «indispensable para crecer en la santidad». Nadie es inmune a esta lucha, ya lo había repetido en los últimos días. Por eso pide implorar la ayuda continua del Señor para ganar esta batalla. Y añade de nuevo, refiriéndose al que es considerado uno de los padres fundadores del monacato:

Que su ejemplo los anime a aceptar el Evangelio sin compromisos.

En vísperas de la Semana de oración por la unidad de los cristianos, el Papa expresó su deseo de superar todas las divisiones. Ya en su saludo a los peregrinos de lengua portuguesa, había subrayado cómo el Señor, que nos ha creado, nos llama a seguir caminos de unidad. Precisando: «La creatividad para hacerlo la sacamos siempre del Evangelio».

Los invito a rezar, para que los cristianos alcancen la plena comunión y den testimonio unánime de amor hacia todos, especialmente hacia los más frágiles.

De la misma manera hoy se dio a conocer el mensaje que Francisco envió al llamado Foro de Davos.

Pueblos que se mueren de hambre, trabajadores poco o mal pagados, niños analfabetos, hombres y mujeres privados de atención médica o de un techo bajo el que cobijarse. ¿Cómo es posible aun todo esto en 2024? una pregunta crucial la que el Papa plantea a los cerca de 2.800 jefes de Estado, representantes de gobiernos, directores generales, presidentes de consejos de administración y enviados de organizaciones internacionales de 120 países, reunidos en la localidad suiza de Davos para la 54ª edición del Foro Económico Mundial.

El Pontífice les recordó la «responsabilidad moral» que se deriva de su papel en la «lucha contra la pobreza», en la consecución de un «desarrollo integral para todos nuestros hermanos y hermanas», en la «búsqueda de la convivencia pacífica entre los pueblos».

¿Cómo es posible que en el mundo actual se muera todavía de hambre, que se explote a la gente, que se la condene al analfabetismo, que carezca de atención médica básica y que se quede sin un techo?

Un mundo desgarrado por el sufrimiento humano 

El Papa envía un mensaje al fundador y presidente ejecutivo del Foro, Klaus Schwab. El texto fue leído por el cardenal ghanés Peter Appiah Turkson, presidente de las Pontificias Academias de las Ciencias y de las Ciencias Sociales, durante los trabajos -que comenzaron ayer, 16 de enero- que, escribe Francisco, se desarrollan en un «clima de inestabilidad internacional muy preocupante».

Ante nuestros ojos hay, de hecho, «un mundo cada vez más lacerado, en el que millones de personas -hombres, mujeres, padres, madres, niños-, cuyos rostros son en su mayoría desconocidos, siguen sufriendo, entre otras cosas por los efectos de conflictos prolongados y de guerras abiertas». Estos sufrimientos -señala el Papa, repitiendo la misma reflexión compartida con el Cuerpo Diplomático en la audiencia del 9 de enero- se ven agravados por el hecho de que «las guerras modernas ya no tienen lugar sólo en campos de batalla bien definidos, ni implican sólo a soldados».

En un contexto en el que ya no parece respetarse la distinción entre objetivos militares y civiles, no hay conflicto que no acabe de algún modo afectando indiscriminadamente a la población civil.

Afrontar las injusticias que están en la raíz de los conflictos

El Papa espera que en los debates de Davos se tenga en cuenta «la urgente necesidad de promover la cohesión social, la fraternidad y la reconciliación entre grupos, comunidades y Estados, para afrontar los desafíos que se nos presentan».

El primero de estos retos es la paz. La que anhelan los pueblos «sólo puede ser fruto de la justicia», afirma el Pontífice. En consecuencia, para alcanzarla no sólo es necesario «dejar de lado los instrumentos de la guerra», sino «afrontar las injusticias» que están en la raíz de los conflictos. En primer lugar, el hambre, «que sigue afligiendo a regiones enteras del mundo, mientras que otras se caracterizan por un derroche excesivo de alimentos».

La explotación de los recursos naturales sigue enriqueciendo a unos pocos, dejando a poblaciones enteras, que son las beneficiarias naturales de esos recursos, en un estado de indigencia y pobreza.

¿Cómo ignorar entonces «la explotación generalizada de hombres, mujeres y niños obligados a trabajar por bajos salarios y privados de perspectivas reales de desarrollo personal y crecimiento profesional?»

Modelos de globalización con visión de futuro y éticamente sólidos

Estos fenómenos no conciernen sólo a algunos países, sino a todo el mundo, porque, subraya el Papa Francisco, el proceso de globalización ha demostrado ya claramente «la interdependencia de las naciones y de los pueblos del mundo». Y esto tiene «una dimensión fundamentalmente moral, que debe hacerse sentir en los debates económicos, culturales, políticos y religiosos que pretenden configurar el futuro de la comunidad internacional».

En un mundo cada vez más amenazado por la violencia, la agresividad y la fragmentación, es esencial que los Estados y las empresas se unan para promover modelos de globalización con visión de futuro y éticamente sólidos, que por su propia naturaleza deben subordinar la búsqueda del poder y el beneficio individual, ya sea político o económico, al bien común de nuestra familia humana, dando prioridad a los pobres, los necesitados y los que se encuentran en situaciones más vulnerables.

El papel de las empresas y las finanzas

Por último, el Papa dirige su mirada al mundo de los negocios y las finanzas, que hoy operan en contextos económicos cada vez más amplios, donde «los Estados nacionales tienen una capacidad limitada para gobernar los rápidos cambios de las relaciones económicas y financieras internacionales». Precisamente por ello, las empresas deben ser «siempre más guiadas no sólo por la búsqueda de un justo beneficio, sino también por elevados estándares éticos», especialmente en relación con los países menos desarrollados que «no deben estar a merced de sistemas financieros abusivos o usureros».

Desarrollo auténtico y global, so pena de retroceso en las zonas de progreso

Lo que se necesita, según el Papa, es un desarrollo «auténtico» y «global», «compartido por todas las naciones y en todas las partes del mundo o retrocederá incluso en áreas caracterizadas hasta ahora por un progreso constante». Al mismo tiempo, «es evidente la necesidad de una acción política internacional» que se concrete en «medidas coordinadas» precisamente para perseguir eficazmente los objetivos de paz y desarrollo. 

Es importante que las estructuras intergubernamentales puedan ejercer eficazmente sus funciones de control y de dirección en el sector económico, ya que la consecución del bien común es un objetivo que está fuera del alcance de los Estados individuales, incluso de aquellos que son dominantes en términos de poder, riqueza y fuerza política.

Además, escribe el Papa Francisco, las organizaciones internacionales están llamadas a «garantizar la realización de esa igualdad que está en la base del derecho de todos a participar en el proceso de pleno desarrollo, respetando las legítimas diferencias».

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