Reciban el Espíritu Santo

- Domingo de Pentecostés -

Canónigo Juan de Dios Olvera Delgadillo

Del santo Evangelio según san Juan: 20, 19 23

Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los ju- díos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los dis- cípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.

De nuevo les dijo Jesús: La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.

Palabra del Señor.         R. Gloria a ti, Señor Jesús.

COMENTARIO:

1. En Pentecostés celebramos la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia de Cristo, por tanto sobre los Apóstoles y todos los que han aceptado ser discípulos del Señor, conformando todos juntos la primera Comunidad de la Iglesia de Cristo (cf. Hech 2,42).

2. El impulso del Espíritu Santo  a  la Iglesia es uno solo, pero tan potente y permanente que la conducirá hasta convertirla en la Jerusalén Celestial  (Heb 12,22).

3. Toda esa fuerza del Espíritu Santo procede del misterio pascual de Cristo, de su pasión, muerte  y victoria en su Resurrección.

4. Así, este impulso del poder del Espíritu Santo, arranca desde el día de la Resurrección: Jesús les dijo Reciban el Espíritu Santo (Jn 20,22). Así, el poder de Cristo garantiza la victoria de la Iglesia ante las dificultades y la persecución, por ello a cada uno Jesús Resucitado nos comunica la potencia del Espíritu Santo y nos dice la paz esté con ustedes (Jn 20, 19).

5. Con ese mismo poder que procede del Padre, somos enviados los discípulos de Cristo: Como el Padre me ha enviado, así también los envío Yo (Jn. 20,21).

6. Cristo, constituido por su victoria pascual en Señor (Hech 2,36) ahora también en su humanidad,  puede así enviar el Espíritu Santo a su Iglesia, el cual realiza en nosotros su obra, la obra de Cristo, la redención y el perdón de los pecados, y así nos hace creaturas nuevas (cf. 2 Cor. 5,17).

7. Abramos siempre a la acción del Espíritu Santo nuestro corazón de bautizados en Cristo, para ser testigos (Lc 24,48) convencidos de su Resurrección en medio de nuestros hermanos, Resurrección que es, por obra del Espíritu Santo en nosotros, potente fuerza transformadora de nuestra vida y de la de toda la humanidad.

8. Pentecostés es la fiesta de la Iglesia, pues ella surge como un poderoso sacramento de Dios para salvación de la humanidad, y ello gracias a la fuerza del Espíritu Santo en ella. El Espíritu Santo es enviado a la Iglesia por el Señor Resucitado, que ha sido constituido Señor del Cielo y de la Tierra. La Iglesia no es una realidad meramente humana, es el Cuerpo místico de Cristo, animado por el Espíritu Santo, cuya misión es que todos creamos en Cristo como enviado del Padre, triunfador sobre la muerte, sobre el diablo, la condenación, el pecado.

9. Cristo envía a su Iglesia el Espíritu Santo para que nunca deje de ser transmisora de la salvación para toda la humanidad. El Espíritu Santo actúa en toda la Iglesia; y en toda la humanidad para llevarla hacia Cristo y llegue a ser parte de la Iglesia; pero también es dulce huésped del alma, es decir está presente en cada bautizado, en cada confirmado, para hacernos templos de la Santísima Trinidad, y santificarnos, purificándonos del pecado, alejándonos siempre del pecado y llenándonos siempre de Dios santificándonos. Imploremos este Espíritu de verdad y de santificación también para nuestra Patria, tierra bendita de los mártires cristeros, y cantando en verdad y con mucha fe y alegría: ¡ Reine Jesús por siempre, reine su Corazón !¡ Que nuestra Patria y nuestro suelo, es de María la Nación!

10. En este domingo de Pentecostés, pidamos al Padre la luz de su Espíritu Santo en nosotros, su paz, su fortaleza, su discernimiento para realmente actuar como fermento del Reino de Dios en el mundo, contando como estamos segu- ros, con la poderosísisma intercesión de la Virgen de Guadalupe, Madre y Se- ñora de nuestra Nación: ¡Santa María de Guadalupe, Salva nuestra Patria y conserva nuestra fe!

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