Mientras que en Estados Unidos el peso de la edad ha dejado fuera de combate a Biden en su competencia con Trump, en Roma un Papa aún mayor, en el umbral de los 88 años y con un paso más que vacilante, planea tranquilamente un viaje impresionante hacia los mares para septiembre del Pacífico entre Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental, Singapur, y convoca nuevamente para octubre un sínodo mundial de tan larga duración que se sabe cuándo empezó pero no cuándo terminará, como si quisiera transformar a la Iglesia en un sínodo permanente sínodo.
Cardenal jesuita, hábil intérprete de Jorge Mario Bergoglio, el luxemburgués Jean-Claude Hollerich, de 66 años, afirmó con satisfacción en una fluvial entrevista con Gerald O’Connell en «América» el 12 de julio que «en este momento «es realmente difícil bloquear este proceso», ni puede ya «imaginar que la Iglesia regrese al pasado», ni siquiera cuando otro Papa, sea quien sea, suceda a Francisco.
El propio Hollerich es considerado uno de los candidatos a la sucesión, el más continuista con el actual pontificado. Francisco le confió el papel clave del sínodo, el de relator general.Es muy improbable que pueda salir elegido de un cónclave, pero es interesante registrar cómo delinea el futuro de la Iglesia.
En la entrevista con «América» Hollerich compara los tiempos actuales con los primeros siglos, cuando la Iglesia era claramente minoritaria y por momentos perseguida, pero creativa.
Sin embargo, a diferencia de la Iglesia de esa época, que se comprometió por completo a injertar las innovaciones capitales de la fe cristiana en la cultura de la época, la agenda que él asocia con la Iglesia de hoy es esencialmente la que le dicta el mundo:
- nueva moralidad,
- nueva sexualidad,
- sacerdotes casados,
- mujeres diáconos y sacerdotes,
- más democracia,
- la agenda trillada sobre la que la Iglesia alemana ya se está agotando desde hace años y de la que Francisco ha refugiado temporalmente el sínodo mundial, ante la manifiesta imposibilidad de obtener inmediatamente soluciones compartidas; salvo algunos disparos tempranos de su teólogo de palacio, el cardenal Víctor Manuel Fernández, colocado al frente del dicasterio para la doctrina de la fe, por ejemplo con aquella autorización de bendecir a las parejas homosexuales que provocó la revuelta coral de los obispos del único continente donde los cristianos aumentan en lugar de disminuir, África, y agravó la ruptura con las Iglesias ortodoxas de Oriente.
Mucho más que Hollerich y considerados también en continuidad con Francisco, aunque con correcciones de diferente graduación, hay otros dos candidatos a la sucesión en los que los temores y los favores se concentran más en esta víspera de un cónclave de duración impredecible: los cardenales Matteo Zuppi y Pietro Parolin, ambos de 69 años y italiano.
- Zuppi tiene la capacidad, propia de la Comunidad de Sant’Egidio a la que siempre ha pertenecido, de decir y no decir, de abrirse sin abrirse nunca, escapando de las cuestiones divisorias. En esto se parece a Francesco, un maestro en contradecirse, que de hecho le confió varias veces cargos y tareas de gran importancia.
Pero un observador atento como el vaticanista estadounidense John Allen también ha tenido en cuenta algunas fricciones recientes entre ambos, especialmente en las relaciones con el actual gobierno italiano, que podrían presagiar la caída en desgracia de Zuppi, como ya ha ocurrido con otros ilustres miembros del círculo de favoritos del Papa repentinamente rechazado y humillado por él.
- En cuanto al cardenal Parolin, su papel como Secretario de Estado supone una adhesión institucional a las grandes líneas del pontificado actual, pero estos años también han sido para él un ejercicio de paciencia, dado el maltrato que Francisco le ha hecho, excluyéndole inicialmente del círculo restringido de cardenales, ahora nueve, llamados a asesorar al Papa en el gobierno de la Iglesia universal, luego privando a la Secretaría de Estado de muchos de sus poderes y de toda su bóveda de dinero, y luego humillándolo nuevamente ante el mundo en el juicio por la compra recomendada de un costoso edificio en Londres.
Por eso también hay quienes en el colegio cardenalicio ven en Parolin al candidato que podría suceder a Francisco restaurando al menos un poco de orden en la agenda de la Iglesia, con esa prudencia y ese método propios de la profesión diplomática, su principal competencia.
Pero la diplomacia es precisamente el punto débil del plan de estudios de Parolin . Y es también el más expuesto a las críticas, no sólo por la cadena de éxitos fallidos o de acuerdos cuestionables, como en China, que han traído a la Iglesia más daños que beneficios, sino aún más porque está modelado según un método de acción: la llamada Ostpolitik, que desde el principio, en plena Guerra Fría, fue fuertemente sufrida y contestada sobre todo por quienes pagaron los costos hasta el martirio, en los países comunistas.
Francisco, a su manera, se mueve en el ámbito internacional con este método, como lo demuestra su silencio sepulcral sobre la persecución de los cristianos en varios países, no sólo en China. Lo mismo piensa Zuppi, su delegado personal en varios frentes, demasiado complaciente tanto con Rusia como con China, con las que la Comunidad de Sant’Egidio ha tejido su red desde hace años. El cuerpo diplomático vaticano, encabezado por el Secretario de Estado, tampoco puede distanciarse demasiado de estas direcciones, claramente favoritas del Papa.
La noticia es que en los últimos días ha surgido una crítica fuerte y explícita a este método diplomático también en el colegio cardenalicio que tarde o temprano elegirá al sucesor de Francisco. Y está claro que esta crítica afecta directamente a las candidaturas de Zuppi y Parolin.
Por SANDRO MAGISTER.
SETTIMO CIELO/MIL.
EXTRACTOS.