“¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme?”

Solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe, Reina de México, Emperatriz de América 12 de diciembre 2024

Canónigo Juan de Dios Olvera Delgadillo
Canónigo Juan de Dios Olvera Delgadillo

En todo México, Solemnidad; en todo el Continente Americano, Fiesta por disposición del Papa San Juan Pablo II.

+ Del santo Evangelio según san Lucas: 1, 39 – 48

         En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludo a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la criatura saltó en su seno.

         Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor.

         Entonces dijo María: Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.

Palabra del Señor.        R. Gloria a ti, Señor Jesús.

COMENTARIO:

  1. Hoy  en toda América, y de forma muy especial, en todo México estamos de gran Fiesta, con gran alegría en nuestro corazón, hoy celebramos a nuestra Madre del Cielo, la Santísima Virgen María de Guadalupe.
  2. Su presencia en México, a partir de sus benditas apariciones en 1531, ha marcado el caminar de nuestra Nación y del Pueblo de Dios, incluso en todo el Continente de América y más allá. Ella manifestó que vino para todos los habitantes de estas tierras, y recordemos que eso no limita geográficamente su amor, al contrario lo extiende por todos los rincones de nuestro Continente, y aún así su amor no está limitado; así, encontramos amor a ella y su presencia en Europa, África, Asia y en todo el mundo.
  3. En México la fiesta es en cada rincón del país, y cantamos diciendo es de María la Nación. En cada población, en cada Iglesia, en multitud de casas, en este día hay alegría, fiesta y regocijo. Justo es celebrar con gran agradecimiento ante Dios el enorme regalo que del Cielo se nos ha otorgado, no sólo por la maravilla de las apariciones en nuestra Patria, no sólo por el prodigio de la bendita imagen estampada milagrosamente por el poder de Dios, sino porque cada día y a cada instante y por todos lados y todos los días, está con nosotros la Virgen Santísima de Guadalupe, y no sólo en nuestras fiestas parroquiales o en nuestras peregrinaciones, sino como tierna y solícita Madre, está con cada uno de nosotros en nuestros caminos, en nuestras casas, trabajos, escuelas, y sobre todo en nuestras necesidades: Ella está en los hospitales con los enfermos más delicados, está con sus hijos que han caído en la cárcel animándolos, no condenándolos, amándolos e impulsándolos a que pidan el perdón de sus pecados ante Dios; ella está con los más necesitados, con los que sufren material o espiritualmente, a todos nos ve como sus hijos sin excepción.
  4. A todos nos quiere ayudar, nos quiere mostrar como ella lo dijo, todo su amor, expresión del amor de Dios hacia nosotros. Sobre todo, Ella  nos quiere proteger en nuestra fe, librarnos del infierno, y llevarnos a la vida eterna. Por eso continuamente le decimos: ¡¡¡ Santa María de Guadalupe salva nuestra Patria, y conserva nuestra fe !!!
  5. Pero el mayor deseo de Ella es llevarnos al Cielo, a la Patria eterna, y por ello, Ella desde el cielo viene a quedarse con nosotros, a caminar con nosotros, ¿hacia dónde? hacia el Cielo. Por ello, continuamente repetimos y oramos Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros ahora y EN LA HORA DE NUESTRA MUERTE. Ella diariamente está llevando a sus devotos al Cielo, no nos soltemos nunca de su sagrado manto.
  6. Caminemos en la vida con la confianza que tuvo San Juan Diego que, apoyado en la ayuda de la Virgen santísima, realizó el deseo de la Madre de Dios, seguro ya de salir avante en su misión, aunque al inicio le parecía muy difícil.
  7. Contemplemos el hermosísimo rostro de nuestra Madre, y al verla a sus ojos benditos, sentiremos como Ella a todos nos corrige, sin hablar pero haciéndonos ver qué cosa debemos corregir, cómo debemos amar y cambiar, cómo debemos regresar a su divino Hijo; Ella nos guía con su amor de Madre, y hasta el corazón más duro, contemplando su gran amor de Mamá, se deja acariciar por nuestra Madre del Cielo. Nadie que la invoque quedará sin respuesta, y una respuesta certera sobre el rumbo a tomar.
  8. Escuchemos siempre con confianza la dulce voz de nuestra Madre del Cielo que nos dice: “¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás por ventura en mi regazo? No te apene ni te inquiete cosa alguna.
  9. Con nuestro amor inflamado hacia la Virgen Madre de Dios, y Madre nuestra meditemos el Evangelio de la Misa de este día tan especial
  10. “En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea…”: La Virgen, siendo la Madre de Dios, se encamina presurosa, llena de gozo porque sabe que será la Madre del Hijo de Dios altísimo, a ejercer un deber de caridad, ayudar a su prima Isabel que estaba próxima a dar a luz a  San Juan Bautista. El ejemplo de humildad y caridad de la Virgen Santísima es admirable; siendo la Madre de Dios se apresta a brindar servicios muy sencillos en beneficio de Santa Isabel.
  11. “… y entrando en la casa de Zacarías, saludo a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la criatura saltó en su seno: cuánto deseamos cada uno de nosotros escuchar el saludo de la Virgen Santísima como Santa Isabel; en cierta forma escuchamos el saludo de la Virgen cada vez que vemos su bendita imagen y aceptamos ser sus hijos, no sólo de palabra sino sobre todo en nuestras acciones. Y así como San Juan Bautista saltó de gozo en el seno de su mamá Santa Isabel, que así nosotros nos gocemos de la presencia de la Virgen en medio de nosotros, pues así como la Virgen llevaba en su santísimo seno a nuestro Señor Jesucristo, así ahora también siempre que Ella nos visita con su intercesión nos trae a su santísimo Hijo.
  12. “Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: ‘¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme?’ ”: sabemos el sublime valor del tesoro que es la Virgen Santísima a partir de la Palabra misma de Dios: El Todopoderoso envía al gran Arcángel San Gabriel a saludarla con estas palabras: “Salve, llena de gracia, el Señor es contigo” (Lc 1,28), y también Dios habla por boca de Santa Isabel que le dice a la Virgen: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!” (Lc 1,42). Dios mismo nos indica la alabanza a la Virgen Madre de Dios, por ello la Iglesia y la Virgen misma nos recomienda el rezo del Santo Rosario, donde oramos muchas veces el Ave María, y así alabamos a la Virgen con las mismas palabras con que Dios la alabó, y suplicamos la intercesión de la Madre de Dios al decir “ruega por nosotros pecadores ahora y en la ora de nuestra muerte”.
  13. Y así también, México entero debemos exclamar con gran gozo: ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme?
  14. “Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”: ante la presencia de nuestra Madre del Cielo todos debemos saltar de gozo por estar bajo su manto y bajo su amor de Madre. Debemos tener confianza en su protección y confiarnos a Ella y pedir sepamos abandonarnos a la voluntad de Dios, como Ella lo hizo siempre. Ella nos guía en el camino de la fe, pues Ella creyó y se cumplió todo lo que el Señor le había anunciado.
  15. Entonces dijo María: Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava : como la Virgen Madre de Dios debemos reconocer que todo es obra de Dios altísimo, y glorificarlo y gozarnos en Él; la condición para experimentar esas maravillas en nosotros es reconocer nuestra pequeñez y nuestra incapacidad para tan hermosas maravillas, y reconocer la obra de Dios que enaltece a los humildes (Lc 1,52).
  16. Que la Virgen Santísima de Guadalupe, en ésta su fiesta, bendiga abundantemente a toda nuestra América, de forma especial a nuestra Nación México, y que bendiga a cada fiel cristiano que la invoque, que bendiga cada Parroquia y cada hogar que la festeje, venere y ame.

¡¡¡ Viva siempre nuestra Madre Santísima de Guadalupe !!!

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