Contad primero lo que desearíais que no se supiera. ¡Abajo el demonio mudo!
De una cuestión pequeña, dándole vueltas, hacéis una bola grande, como con la nieve, y os encerráis dentro. ¿Por qué? ¡Abrid el alma!
Yo os aseguro la felicidad, que es fidelidad al camino cristiano, si sois sinceros.
Claridad, sencillez: son disposiciones absolutamente necesarias; hemos de abrir el alma, de par en par, de modo que entre el sol de Dios y la claridad del Amor.
Para apartarse de la sinceridad total no es preciso siempre una motivación turbia; a veces, basta un error de conciencia.
Algunas personas se han formado –deformado– de tal manera la conciencia que su mutismo, su falta de sencillez, les parece una cosa recta: piensan que es bueno callar.
Sucede incluso con almas que han recibido una excelente preparación, que conocen las cosas de Dios; quizá por eso encuentran motivos para convencerse de que conviene callar. Pero están engañados.
La sinceridad es necesaria siempre; no valen excusas, aunque parezcan buenas. (Amigos de Dios, 188-189)
Por San JOSEMARÍA.