Las posadas son fiestas tradicionales que se celebran en México durante la época navideña. Se dan nueve días antes de Navidad, se festejan del dieciséis hasta el veinticuatro de diciembre. Estas festividades son muy hermosas, una costumbre. Recuerdo cuando se organizaban por barrios o por cuadras, los niños y toda la familia se llenaban de alegría porque se pedía posada en nueve casas distintas. El posadero siempre debía estar preparado, ya que habría una celebración en su casa después de terminar el canto, aunque hay que aclarar que se argumenta en el canto “aquí no es mesón sigan adelante, yo no puedo abrir, no sea algún tunante”; tunante se refiere a un pícaro, un bribón y no a una tuna.
En efecto, quien pide la posada es José, quien dice “pues no puede andar mi esposa amada”. ¿Has pensado por qué no puede andar María? En efecto, está embarazada, a punto de dar a luz. Desde luego que los peregrinos vienen rendidos de tanto pedir posada sin tener una respuesta favorable, espero que tú estés dispuesto a abrir las puertas de tu corazón. Hoy, en la actualidad, hay tantos hogares que no quieren abrir para dar posada al peregrino; precisamente nos portamos como inhumanos, “ya se pueden ir y no molestar”.
Se repite “venimos rendidos desde Nazaret; déjenme dormir”. Al estar instalados en nuestra zona de confort nos molesta que nos interrumpan, que toquen a la puerta de nuestra casa, pero si nos detenemos a preguntar “¿quién es?, ¿qué desean?”, siempre existe la posibilidad de hacer un espacio y recibir a los peregrinos que vienen cansados de buscar a alguien que los reciba y les den un espacio en su vida.
Pudieran sentirse ofendidos los que están afuera, pero según el canto, poco a poco el casero va cediendo, sobre todo cuando se pregunta “¿eres tú José?, ¿tu esposa es María? ¡entren peregrinos, no los conocía!”. Los de adentro resultan ser tan bondadosos como los de afuera. El asunto radicaba en que no reconocían a los que pedían posada; tal vez no conozcas a los peregrinos, pero si te das la oportunidad de conocerlos, verás que vale la pena siempre abrir el corazón, “aunque es pobre la morada, la morada os la doy de corazón”.
Existen cosas muy dulces y tiernas, pero estas celebraciones populares que se dan en nuestro país, México, datan desde los primeros misioneros y no se sabe a ciencia cierta quien haya hecho los versos de las posadas. Me parece que es una creación del pueblo; seguramente en este canto hay creación, ternura, poesía, arte y belleza, “todo en el contexto de la más ortodoxa de las doctrinas”.
Lo que más llama la atención es que san José y el posadero se enfrentan en un diálogo dialéctico, entendida la dialéctica como una práctica metodológica de los debates y controversias cuya característica central es la confrontación de dos ideas para dar una tercera, es decir, es un arte de la discusión. El posadero arguye que su casa no es mesón, ningún hotel, “pensión”, o casa de huéspedes, y quién le asegura que no se trata de un bandido o delincuente. Como sabemos, este altercado termina con una reconciliación y llega a un acuerdo.
Por otra parte, los de “afuera” son un grupo que se enfrenta con los de “adentro”; están confrontados ambos grupos, incluso se dice “que si se enfada los voy a palear”; una acción que, en este caso, tiene una reacción. Finalmente se da una síntesis, conviven y comparten con alegría, ¡entren, peregrinos, no los conocía!
