¿Qué significa ser católico hoy en Occidente?

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Empezar tu mandato yendo a Misa es excepcional incluso en un líder católico dentro de un país mayoritariamente católico: imaginemos a Mariano Rajoy con las cámaras siguiéndole a la Misa con que empieza el día de su investidura, acompañado de varios de sus futuros ministros.

Es lo que ha hecho Biden, de quien ya conocemos su ‘devoción’, su educación católica, su rosario y algunos otros detalles de su religiosidad. Solo que también sabemos de él que ningún otro presidente se ha propuesto culminar iniciativas de gobierno diametralmente opuesta a todo lo que la doctrina católica defiende para la vida social, desde ampliar y consagrar el derecho a matar niños en el vientre de sus madres a ignorar la diferencia biológica de los sexos, pasando por nombrar como vicepresidente a una mujer, Kamala Harris, que se ha distinguido por un peculiar animus anticatólico y por una clara hostilidad a la libertad de religión y conciencia.

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¿En qué sentido es este hombre católico? ¿O Nancy Pelosi, la ‘speaker’ de la Cámara? Es como si en materia de fe solo quedase la cáscara, la mera adscripción verbal y en algunos ritos a determinada confesión, pero sin contenido fijo alguno, algo parecido a la nueva dispensación cada vez más universal que permite a cualquiera proclamarse del sexo contrario al biológico.

Naturalmente, en esto Biden es una consecuencia, no una causa. Hemos informado en estas mismas páginas de una encuesta que revela, entre otros datos desconcertantes, que una mayoría de sedicentes católicos norteamericanos no cree en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía. ¿Qué significa ser católico sin esto?

En teoría, la Iglesia posee un ‘mecanismo de seguridad’ para combatir este tipo de confusión y atajar desviaciones del Mensaje de Cristo, una estructura jerárquica en la que los pastores -y, sobre los pastores, el ‘Siervo de los Siervos de Dios’, el Papa- velan para mantener la unidad en las certezas de la fe. Solo que, como se ve a las claras, no parecen estar haciendo un gran trabajo.



Un ejemplo pertinente: cuando a Joe Biden, todavía no candidato a la presidencia por el Partido Demócrata, se le negó la comunión en una parroquia en obediencia al Derecho Canónico por su postura favorable al aborto y al matrimonio homosexual, buena parte de la jerarquía americana atacó al párroco, un escasísimo puñado le apoyó y una mayoría miró al tendido, silbando. Y cuando se preguntó al propio Biden por el caso, respondiendo diciendo que malamente podía un párroco negarle la comunión cuando él la había recibido del mismo Papa.

Y, la verdad, tenía un punto. Si al Papa parece no alarmarle indebidamente que un católico haga de su fe un elemento de su campaña y al tiempo ignore la doctrina en un punto tan grave, e incluso recurra al Santo Padre como coartada, es difícil que la reacción de otros de menor autoridad y peso vaya a influir mucho en las conciencias.

Con información de InfoVaticana/Carlos Estaban

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