“Amén” es una de las palabras más escuchadas en la Iglesia.
Se usa en textos litúrgicos y también lo decimos al final de nuestra oración individual. Pero, ¿qué significa esta palabra y qué impacto tiene en nuestra vida cotidiana?
“Amén” proviene de la Torá. Esta palabra proviene de aman, que en hebreo y arameo significa: «dar estabilidad«, «establecer» y, en consecuencia, «tener certeza«, «decir la verdad«, «verdaderamente» o «realmente«, o – “que así sea”, “estoy de acuerdo”, “es verdad”, “yo creo”.
Cuando decimos la palabra «amén«, tomamos a Dios como testigo de las palabras que decimos.
Por tanto, tiene un gran significado espiritual.
Al decirlas, nos encomendamos a Dios.
Esta palabra nos impone la obligación de obediencia de la fe y la necesidad de la veracidad.
Al final de la oración se dice: Amén, confirmando Amén, que significa ‘Que así sea‘», leemos en el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2856).
En el «amén» encontramos las palabras de María:
He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». (Lucas 1:38).
Con el ‘Amén’ final expresamos nuestro ‘Fiat'», subraya la Iglesia católica (n. 2865).
Además, el Catecismo enseña que «Jesucristo mismo es ‘Amén‘ (Apocalipsis 3:14). Él es el «Amén» final del amor del Padre por nosotros; Él recibe y completa nuestro «Amén» al Padre» (CIC 1065).
Por P. Mariusz Frukacz.