San Mateo 16, 13-23: “Tú eres Pedro y yo te daré las llaves del Reino de los cielos”
Una pregunta que inquieta: “Ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”
Nuestras excusas y nuestras disculpas para no enfrentarnos a esta acuciante pregunta siempre serán los otros y la coherencia entre lo que dicen y lo que hacen.
Acusaremos a la Iglesia de ser intransigente con los demás y ocultar sus propios errores, diremos que Cristo jamás se hubiera imaginado una iglesia como las que actualmente se disputan su personalidad, o miraremos cómo muchas gentes viven sin tener en cuenta su presencia… pero son pretextos.
¿Qué significa Cristo para mí?
No puedo ocultarme tras las fallas o los triunfos de los otros, tendré que responder personalmente a este encuentro que Jesús quiere tener conmigo. Y ahí estará la capacidad del cristiano para responder con alegría y con coherencia a esta pregunta.
No es alguien extraño quien nos la hace, no es alguien ante quien podemos pasar indiferentes. Es el mismo Jesús que habiendo dado su amor pleno espera respuesta de nosotros.
Las promesas de la edificación de una iglesia y de superar las adversidades que se afrontarán, están condicionadas por la respuesta clara que demos a Jesús.
“Tú eres el Mesías, el hijo de Dios vivo”. No es una definición dogmática la que ofrece Pedro, es la confesión de un corazón que va descubriendo, a veces con dolor y con tropiezos, la figura de Jesús muy cercana. Habrá tenido que dejar muchas imágenes equivocadas que tenía sobre el Mesías, habrá tenido que aprender un nuevo lenguaje, habrá tenido que cambiar todos sus esquemas… pero ahí está Pedro respondiendo con una confesión que le brota del corazón.
Esa es la misión y tarea de todo cristiano; mostrar y enseñar verdaderamente quién es el Hijo del hombre. Y hoy tendremos la misma tarea.
Hay muchas opiniones sobre Jesús, hay muchas teorías sobre cómo se fue edificando su doctrina, hay muchas descalificaciones venidas de todas las latitudes… Pero nuestra confesión debe ser firme, segura y comprometida.
Acerquémonos a Jesús, contemplemos su forma de actuar y estemos dispuestos a dar un testimonio valiente, no del que sabe mucho, sino del que ha descubierto un amigo, que se ha sentido amado y comprendido, de quien ha tenido un verdadero encuentro con Jesús.
Mons. Enrique Díaz Díaz
Obispo de Irapuato