Desde hace un tiempo desde ciertos sectores se viene alertando de la imposición del “globalismo”, una ideología que abarca todos los ámbitos de la vida de la sociedad y que pretende destruir las raíces particulares que han dado forma a la cultura judeo-cristiana de Occidente.
La nación, la familia, la educación, la Iglesia… son algunos de elementos que el globalismo necesita transformar o destruir para conseguir sus objetivos para obtener una nueva forma de dominar el mundo, de ser un “gobierno a la sombra”. Esto es lo que recoge Carlos Astiz en el libro El proyecto Soros publicado por la editorial Libros Libres.
Precisamente, George Soros es la cara más visible de estos magnates globalistas que según el autor necesitan socavar los pilares de Occidente para crear individuos y sociedades débiles y dóciles fácilmente gobernables.
¿Cuáles son sus armas para conseguirlo y sus enemigos a eliminar?
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Este es un pequeño fragmento del libro que ayuda entender por qué y para qué los globalistas como Soros dedican tanto esfuerzo en imponer su modelo de sociedad:
«Globalitarios: una estructura totalitaria de alcance mundial»
“Esto no algo nuevo. A lo largo de la Historia, las élites han pretendido controlar la sociedad para afianzar o incrementar su poder. Hasta hoy en un país o en una región del mundo.
La diferencia ahora es que nos movemos en una escala planetaria y sus objetivos rebasan el marco nacional o regional. La tecnología y los flujos financieros permiten construir organizaciones y medios de difusión en ese nivel permitiendo atisbar el objetivo de convertirse en ‘amos del mundo’.
En ese proyecto, les sobran personas y les sobran estados fuertes. La mecanización y más aún la creciente robotización, hacen prescindibles a millones de personas que, juntas, constituyen la fuerza más poderosa y la que podría poner en riesgo esos planes tan bien orquestados.
Para reducir su cantidad, hay que impedirles reproducirse y cuando lo hacen facilitar que esa reproducción no llegue a término u ofrecer el suicidio, como salida rápida y fácil ante los problemas.
Para reducir su calidad de resistencia hay que atemorizarles, sembrar dudas sobre todo lo que les hace fuertes: su propia identidad, su valía, su capacidad de enfrentar las adversidades y vencerlas, sus creencias que puedan hacerles resistentes… hay que difundir el temor y la desesperanza.
Para ello, cuentan con miles de organizaciones, con miles de personas y miles de medios de comunicación, de todo un aparato de educación y entretenimiento que camufla la realidad y va dirigiendo esos miedos, esos odios y esas promesas hacia donde quieren sus dueños.
Es un proyecto contra la mayoría de la Humanidad, envuelto en bellas palabras y loables propósitos. Donde se da carta de naturaleza a casi cualquier despropósito, donde se niegan delirios y desviaciones patológicas, convirtiendo a enfermos en líderes de opinión y dirigentes de masas. Donde no se tiene rubor alguno en engañar a los niños y usarlos como ariete para imponer políticas y dirigentes.
Reducir la población. Fragmentar la sociedad. Difundir el miedo y la desidia entre los individuos difundiendo la ansiedad y la falta de solidez. Convertir las sociedades en grupos enfrentados de miedo y odio. Eliminar las naciones o colocarlas bajo una dirección supranacional que ellos controlen…”.
Una vez realizado este análisis incide en algunos aspectos clave:
-Contra el individuo
El autor recalca en El Proyecto Soros que “los individuos fuertes, seguros de sí, libres, son un peligro para cualquiera que desee implantar su dictadura. Los libres encabezan, siempre, la resistencia a la opresión y esa libertad, esa seguridad y esa fuerza se generan en el interior del individuo, en las ideas y creencias que conforman su personalidad, en la claridad sobre quién es y qué quiere hacer. Se asientan en tu entorno familiar, ciudadano y nacional, con una historia que te enlaza con el pasado, con una lengua que te integra en una comunidad cultural, con unas creencias (religiosas o no) que te vincula con tu familia y con esos creyentes. Todo eso te hace más sólido. Por eso hay que destruirlo”.
-Comodidad
Otro gran instrumento –asegura Carlos Astiz- para “debilitar a las personas es la comodidad, el regalo envenenado de renunciar a tu libertad, a tu construcción como persona y tu crecimiento, a cambio de estar cómodo. La comodidad es la clave, la recompensa que ofrecen por tu sometimiento”.
-Odio
En este punto, el autor añade que “el resentimiento que se va convirtiendo en odio, es un instrumento muy poderoso que ya usaron, con profusión, los dictadores totalitarios como Stalin o Hitler. Definir un enemigo al que culpar de todos los males que sufre la población, excitando el resentimiento hasta que cristaliza en odio y hace olvidar que, bajo esa manta, se impone una dictadura cada vez más férrea”.
-Contra la pareja y la familia
“El feminismo –prosigue Astiz- que nos han impuesto, desde el proyecto de los magnates, se basa en la traslación del resentimiento y el odio de la lucha de clases marxista al interior de la pareja, presentando al hombre como un agresor, o violador, en potencia: denunciando los comportamientos femeninos, o de cuidado a las mujeres, como ‘machismo’, con un correlato de enaltecimiento del lesbianismo (no en vano, algunas destacadas feministas marxistas lo son), del ‘feísmo’ y la ‘dejadez’, en el vestir o en los modales”.
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Con información de Religión en Libertad