El evangelio de este domingo nos presenta el caso de la curación que Jesús hace en sábado de un hombre que tenía la mano paralizada. Para el pueblo judío, el sábado era un día consagrado al Señor, por lo tanto, un día en que cesaban todas las actividades cotidianas y se dedicaba al descanso y a la alabanza de Dios que, después de haber culminado su creación, descansó el séptimo día, es decir, el sábado.
Jesús, como todo buen judío, acudía a la sinagoga a escuchar la palabra de Dios y ahí se encuentra con un hombre que tiene la mano paralizada. Se enfrenta al dilema de curarlo o no ya que en sábado estaba prohibido hacer curaciones, salvo que la persona estuviera en peligro de muerte lo que, ciertamente, no era el caso pues bien podría esperar otro día para ser curado, pero Jesús manda a que el hombre se ponga al centro de la sinagoga y hace una pregunta fundamental: ¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado? ¿El bien o el mal? ¿Se le puede salvar la vida a un hombre o se le debe dejar morir? Y Jesús cura al enfermo, lo que causa la indignación de quienes, más que el bien de las personas concretas, les importaba el cumplir con las obligaciones religiosas.
Jesús deja en claro que el creyente no sólo es aquel que se abstiene de hacer el mal, oímos decir con frecuencia más de alguno que dice: ‘yo soy bueno porque no robo, no mato, no hago mal a nadie’, pero Jesús seguramente te preguntaría: Pero, ¿qué es lo que haces de bien? ¿Qué es lo que haces en favor de tu prójimo? ¿Cómo ayudas a aquella persona necesitada y que pide tu apoyo? ¿Qué haces por aquellos que sufren y los más necesitados? No basta que digas que cumples con tus obligaciones religiosas; si lo haces, ¡Qué bueno! Pero no olvides que una obligación de fe es trabajar en favor del prójimo, de no ser indiferente ante los más necesitados.
“Señor Jesús, ayúdame a tener un corazón generoso como el tuyo que no me limite sólo a cumplir con mis obligaciones religiosas, sino dame el ánimo de ir más allá de descubrir que también te doy gloria cuando trabajo en favor de mi prójimo, cuando busco cómo ayudar y remediar el dolor de los necesitados. Dame un corazón generoso como el tuyo que está dispuesto a ayudar no sólo a quien se lo pide, sino también aquel que lo necesita y no se atreve a pedir auxilio. Señor, ayúdame a salir de mi egoísmo y dame un corazón como el tuyo, lleno de compasión y de misericordia”.
Feliz domingo. ¡Dios te bendiga!