Hace ocho días que escuchábamos la multiplicación de los panes, y terminaba el Evangelio diciendo: “Jesús sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró de nuevo a la montaña”, sabía que habían interpretado de manera errónea aquel milagro. Jesús les había dado de comer, pero su intención no era solamente saciar su hambre, quería mostrarles un signo del Reino de Dios, un Reino de amor, de solidaridad y de comprensión; enseñarles que el problema no es producir más, sino repartir mejor. Jesús pasa de ser quien brinda el pan en la multiplicación, a ser el verdadero Pan del cielo.
En este domingo hemos escuchado que lo buscan y lo encuentran en Cafarnaúm. Jesús mismo interpreta el por qué lo buscan, dice: “Por haber comido de aquellos panes hasta saciarse”. Es el interés humano, lo que los lleva a buscar, pero quizás también es porque se han fastidiado de la vida y buscan sin saber qué buscar; caminan sin conocer el camino; ven en Jesús al hombre que los sacará de sus carencias humanas o descubren una novedad en sus palabras y en su vida.
Jesús encuentra la ocasión apropiada para hablarles de la verdadera búsqueda, que no debe quedar en lo material; ni debe ser el pan que sólo sacie una necesidad humano-corporal y les dice: “No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre”.
Encontramos una inquietud en aquellos que buscan a Jesús, intuyen que les está abriendo un horizonte nuevo; no saben qué hacer ni por dónde empezar, y lo expresan con un interrogante: “¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?”. Se nota un deseo sincero, quieren trabajar en lo que Dios les pida, pero están marcados por una historia de tradiciones y leyes; le están diciendo a Jesús qué nuevas prácticas y observaciones se tienen que tener en cuenta. Están hablando de “hacer”, de “practicar” y Jesús les responde: “La obra de Dios consiste en que crean en Aquel a quien Él ha enviado”. Así, más que practicar acciones carentes de sentido, los invita a creer.
Dios sólo quiere que creamos en Jesucristo; que entendamos sus palabras, y más aún, que interioricemos sus actitudes, sus preocupaciones, su estilo de vida para que vivamos como Él. Por eso nos atrevemos a decir que, el cristianismo es un camino de configuración con el estilo de vida de Jesús. El cristianismo no es sólo doctrinas, ideas, prácticas; el verdadero cristianismo es vivir como Jesús vivió, con sus preocupaciones y ocupaciones; es identificarnos con Él.
Para que eso se realice a lo largo de nuestra vida, se requiere, además de una experiencia con Jesús, no perder el contacto vital con Él.
El Evangelio de este domingo nos lleva a preguntarnos:
1°- ¿Qué busco? Aquellos judíos buscaban a ese galileo para que les diera pan sin trabajar, sin esfuerzo, en la comodidad, que saciara aquella hambre corporal. También nosotros debemos cuestionarnos: Cuando me acerco a Jesús ¿qué busco?. Cuando hago oración ¿qué busco?. Cuando esa búsqueda en Jesús no tiene los resultados que esperamos ¿cuál es nuestra actitud? ¿Estaremos buscando lo correcto según la visión de Jesús? ¿Buscamos el pan de la tierra o algo más?. Tengamos en cuenta que, una religiosidad utilitarista, adulterada, pone a Dios al servicio del hombre, mientras la religiosidad auténtica, la verdadera fe cristiana, pone al hombre al servicio de Dios.
2°- ¿Qué quiere decir Jesús cuando dice: “Trabajen por el alimento que dura para la vida eterna”?. Quiere decir que no bastan los bienes materiales, las cosas efímeras que producen un placer momentáneo; ese afán consumista que caracteriza a nuestra sociedad. Jesús sabe que el ser humano tiene nostalgia de eternidad, pero se queda en lo sensible, en lo placentero y se va quedando vacío por dentro; queda atrapado en las necesidades superficiales. Se deja de hacer el bien para buscar el bienestar personal; se vive ajeno a lo que no sea interés personal, se cae en la indiferencia, en el individualismo. Pensemos: ¿Estamos trabajando por el pan cotidiano o por el alimento que dura para la vida eterna? Me he preguntado: ¿Qué cosas puedo llevar en ese último viaje? ¿Qué cosas me gustaría tener conmigo cuando me encuentre con Dios? No olvidemos que nuestra vida aquí en la tierra es pasajera y lo que cuenta frente a Dios son las obras que hayamos realizado.
3°- Si “la obra de Dios consiste en creer en Aquel al que Él ha enviado”, ¿cómo creer en Jesús en este mundo postmoderno?.
- Creer en Jesús, es tener una experiencia de vida con Él; es algo que se debe trabajar cada día.
- Creer en Jesús, es configurar nuestra vida desde su vida; su manera de relacionarse con Dios, de su forma de relacionarse con los demás, con misericordia; su empeño por despertar esperanzas en los demás.
- Creer en Jesús, es esforzarnos por un mundo más humano y justo; es hacer palpable y visible la paternidad de Dios.
Esto nos lleva a pensar que desconocer el sufrimiento de los demás, vivir para nuestros intereses, encerrarnos en nuestra indiferencia, es no estar en sintonía con Jesús; si vivimos así, no podemos decir que creemos en Él. Pidamos a Dios que suscite la sensibilidad en cada uno de nosotros para palpar el dolor de los demás, para hacer algo por ellos. Pidamos también a Dios que suscite esa sensibilidad en nuestros hermanos que militan en la política, para que no sólo vean, sino que también sientan algo de lo que sufren las personas por la violencia y sobre todo por la indiferencia que hace crecer la impunidad; que no se queden con el aliento mediático, que vayan más allá.
Hermanos, Jesús nos dice trabajen por lo que perdure, ¿Qué es lo que perdura? Que crean en quien Dios ha enviado. La fe y la vida están estrechamente relacionados; la fe fecunda y ensancha la vida; la fe es una entrega confiada al Señor Jesús, que se nos ofrece como un Pan que sustenta nuestras personas, confiere nuevos rumbos en nuestra vida y nos trae vida nueva. Por eso, creer más es vivir más.
Preguntémonos: ¿Qué tan grande es nuestra fe? Nuestra fe no sólo es para profesarla, sino también para celebrarla y para expresarla en la vida diaria.
Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!