En el evangelio de Juan de este domingo, Jesús nos presenta la figura de la vid y los sarmientos. Si el viñador encuentra que las ramas de la vid están secas, entonces las corta y las arroja al fuego, pues no sirven de nada; es más, son un estorbo y un obstáculo que debe ser eliminado, pero si la rama está sana, la poda a fin de que pueda dar más fruto.
La pregunta que hoy nos hace el evangelio es qué clase de rama eres tú, ¿la que está unida a la vida y, por lo tanto, está viva? O eres la rama que dejó de estar unida a la vid, a Jesús y te has ido secando sin que te des cuenta y, lo peor, es que crees que estás vivo; es más, te puedes sentir más vivo que los demás, pero al fondo estás muerto porque hace mucho que vives en pecado, separado de Jesús, de su amistad, de su palabra, de sus sacramentos y no corre en ti, en tus venas, su vida divina.
Pero puede ser que sí estás unido al Señor, que estás con vida y debes aceptar que necesitas ser podado, es decir, debes dejar que Dios quite de tu vida, no sin dolor, todo aquello que no te permite dar fruto: el egoísmo, la dejadez espiritual, la pereza, para cumplir tus obligaciones religiosas, encerrarte en ti mismo, tu falta de oración, esa manía de decir que no tienes tiempo para Dios, pero lo desperdicias miserablemente en tantas cosas que no valen la pena y que te dejan vacío.
El gran escultor Miguel Ángel decía que la escultura es el arte de quitar quitar al bloque de mármol todo lo que le sobra para hacer emerger una hermosa figura como La Piedad, el David o el Moisés, obras impresionantes surgidas de quitar de la piedra lo que sobra para hacer emerger estas obras grandiosas.
Lo mismo hace Dios contigo, te poda, es decir, interviene en tu vida para ir quitando de ti todos esos pecados, manías y complejos que te afean espiritualmente, que no permiten que emerja la imagen de Dios de la que eres semejanza y las tijeras con las que te poda es la cruz, pero la poda no es para agredirte, sino para purificarte, para quitar de tu vida todo aquello que no te permite dar el fruto que Dios espera de ti.
“Señor Jesús, tú eres la vid verdadera y yo soy tu rama, no permitas que me separe de tu tronco pues sin ti, no puedo hacer nada, sólo unido a ti tengo vida, sólo pegado a tu tronco puedo dar fruto. Hazme comprender que, alejado de ti, me engaño al pensar que vivo, pero en realidad estoy muerto. Señor Jesús, no permitas que me separe de ti porque sólo en ti tengo vida, separado de ti no puedo hacer nada”.
Feliz domingo. ¡Dios te bendiga!