* Quien abre los canales con el presidente ruso que ha desafiado al Occidente decadente es el Papa nacido en Chicago.
* León XIV pide una señal de paz y sabe que camino al Kremlin también está Kirill, quien no ha perdonado las palabras de Francisco.
Se abren las fronteras entre Moscú y Roma.
León XIV y Vladímir Putin hablaron por teléfono por primera vez. Y para un Papa que inició su pontificado con un llamado a la paz, era inevitable centrar la conversación en la situación en Ucrania. Prevost pidió al presidente ruso un gesto de paz y habló sobre la situación humanitaria, mencionando también el compromiso del cardenal Matteo Zuppi de promover el intercambio de prisioneros.
Lo más interesante de la llamada telefónica es que no tenía precedentes desde el inicio del conflicto.
Desde el 24 de febrero de 2022, a pesar de las numerosas señales públicas de apertura lanzadas desde Santa Marta, Francisco nunca pudo hablar con Putin. Sin embargo, menos de un mes después de su elección, León XIV logró hacerlo.
Esto es aún más relevante si consideramos las posturas expresadas en 2022 por el entonces monseñor Robert Prevost, según las cuales la invasión de Ucrania sería «una invasión imperialista, en la que Rusia pretende conquistar un territorio por razones de poder, para su propio beneficio, por su posición estratégica y por su gran valor cultural, histórico y productivo».
En resumen, para Prevost no hay ningún «ladrido de la OTAN» que justifique, ni siquiera parcialmente, la ofensiva de Moscú.
Esta opinión tan clara no es desconocida para el Kremlin, pero no constituyó un impedimento. Tras la reunión, Moscú intentó una vez más restarle importancia al especificar, a través de las palabras del portavoz presidencial, Dmitri Peskov, que ambos «no discutieron concretamente el papel de mediación del Vaticano en la resolución del conflicto ucraniano».
La preocupación de Rusia por negar la hipótesis de negociaciones en el Vaticano es comprensible dada la influencia del Patriarcado de Moscú, poco proclive a conceder tal espacio al líder de los católicos. La elección de «Vaticano» en lugar de «Santa Sede» en la declaración de Peskov no es casualidad.
El Kremlin intenta limitar el papel del Papa al de simple jefe de un pequeño Estado, en lugar de al de órgano supremo de la Iglesia Católica. Putin y sus seguidores son muy conscientes de que se mueven en un terreno minado para la sensibilidad de la Iglesia Ortodoxa Rusa, un aliado cada vez más indispensable del poder político tras el estallido de la guerra en Ucrania.
León XIV, a pesar de la diferencia de cargos, ha demostrado ser coherente. Con el punto de vista expresado públicamente hace tres años. En su petición, dirigida únicamente a Rusia, de dar una señal de paz, parece vislumbrarse su determinación de no mostrarse ambiguo sobre las responsabilidades del conflicto. ¿Es posible que el presidente ruso, que desafió a Occidente, prefiera hablar con el primer Papa estadounidense de la historia en lugar de con su predecesor tercermundista y ferozmente antiestadounidense? Cabe mencionar que esta llamada telefónica debe contextualizarse al inicio de un nuevo pontificado y no vincularse exclusivamente a la cuestión ucraniana. Pero sin duda es una muestra de respeto por parte de Putin.
Se ha informado que Prevost destacó con su interlocutor «cómo los valores cristianos compartidos pueden ser una luz que ayude a buscar la paz, a defender la vida y a perseguir la verdadera libertad religiosa».
Estas palabras evocan la labor de Benedicto XVI para crear un canal privilegiado con el Patriarcado de Moscú en la defensa de los llamados principios no negociables, especialmente en el marco de organizaciones internacionales donde las demandas laicas encontraban cada vez más espacio.
No es casualidad que este compromiso clandestino de Ratzinger haya permitido el establecimiento de relaciones diplomáticas entre la Federación Rusa y la Santa Sede en 2009.
En el eje Roma-Moscú, los aspectos políticos y espirituales se encuentran y entrelazan continuamente, y no podría ser de otra manera si se tiene en cuenta la sinfonía que existe entre el trono y el altar en Rusia.
Francisco, el primer Papa en reunirse con un patriarca en Cuba, fue un hombre de grandes gestos de amistad, pero se movió con torpeza en terreno delicado, como quedó claro cuando llamó a Kirill «monaguillo de Putin». Palabras que nunca olvidaron las jerarquías eclesiásticas rusas y que no fueron perdonadas a pesar de las numerosas declaraciones de Bergoglio, que en Occidente incluso fueron tildadas de «prorrusas».
Prevost también intentará zanjar esta brecha, y anteayer dio un primer adelanto en la conversación telefónica con Putin, agradeciendo al patriarca sus buenos deseos para el inicio de su pontificado. El nuevo Papa sabe bien que el camino para crear un canal útil con el Kremlin pasa necesariamente por el Patriarcado.

Por NICO SPUNTONI.
CIUDAD DEL VATRICANO.
VIERNES 6 DE JUMIO DE 2025.
LANUOVABQ.