Sin duda alguna el cristianismo está siendo atacado hoy en día, desde diversos frentes como por razones distintas. Pero hay un común denominador en todo ataque, venga de “instituciones”, grupos o individuos, y este es la psicología que subyace, la del resentimiento social.
Hoy quiero hacer referencia en especial a los militantes del progresismo y del socialismo, es decir, al ciudadano común y corriente de izquierdas, ahondando en sus razones para rechazar e incluso perseguir al cristianismo.
Partimos de un contexto en varios sentidos de actualidad: hay animadversión al cristianismo desde sectores radicales del Islam, como del liberalismo, del ateísmo, del marxismo, del progresismo, del supremacismo feminista, indigenista y LGBT, del satanismo, del luciferianismo, de la brujería, del new age. Cada uno lo ataca con sus propios argumentos.
Pero más allá de todas estas expresiones, un ciudadano puede rechazar al cristianismo por razones relacionadas en especial con la esfera ética o la política.
En el caso del campo ético, el cristianismo prohíbe robar, por sólo hablar de un principio. Y hay muchas personas que no están de acuerdo con este precepto. Hay quienes incluso consideran que robar puede ser un “acto de justicia”.
Por ejemplo al “expropiar al rico algunos de sus bienes inmuebles, para devolvérselos a los pobres”. Una “ética” retorcida, pero que no pocas revoluciones han adoptado como propia, basadas en el resentimiento, en la venganza social.
El cristianismo propone una sexualidad ordenada, algo lejano al sexo indiscriminado, sin control. Esto no es aceptado por corrientes de pensamiento de “liberación sexual”, que consideran que cada quien puede hacer de su cuerpo un papalote, y tener sexo con quien sea y a la hora que sea, por el simple hecho de desearlo.
A estos “liberados”, el cristianismo les parece una esclavitud. Por eso lo aborrecen y lo insultan. Mientras más ideologizado está alguien, más rabioso es su ataque al cristianismo.
Hay quienes se han hecho a un lado de la Iglesia Católica avergonzados por los graves errores de pederastas que deben ir a la cárcel. Y hay quienes no aceptan la autoridad del papa Francisco, a quien consideran muy cargado a la izquierda.
Sin embargo, las razones más frecuentes del ciudadano promedio para alejarse e incluso atacar al cristianismo, se dan por causas más cotidianas, y menos ideologizadas.
Por ejemplo, hay quienes habiendo sido bautizados, se divorcian y sintiéndose por ello alejados de los ideales religiosos, se asumen fuera de la Iglesia, sin en realidad estarlo.
Muchos encuentran una nueva pareja y consideran que serán juzgados por los curas porque viven “en el pecado”, por lo que no regresan al templo ya. O bien, no van a las misas dominicales, por pereza o desidia, o porque están viendo el futbol…
No obstante, la psicología del anticristianismo occidental actual es más bien ideológica: es la herencia de la revolución francesa —antiteísta, antieclesiástica, anticlerical, y anticristiana—; de Friedrich Nietzsche y su crítica al sacerdote como encarnación del “resentimiento” y de la negación de pulsiones vitales; de Marx, su ateísmo y su concepción de la religión como “opio del pueblo”; de Freud y su idea del cristianismo como “represión sexual” y causa de trastornos psicológicos; de la Escuela de Frankfurt, de los posmodernos franceses, de los delirios hippies y de teóricos del feminismo y el “poder” LGBT.
Es decir, el rechazo al cristianismo actualmente se da, por oposición a su ética, en la mayoría de los casos; y en términos políticos, por argumentos hiper-ideologizados, dentro del espectro de las izquierdas.
El supremacista progresista recita las razones de los teóricos de la “liberación” sexual, como los de decenas de disidencias cristianas.
Esto parece decir:
“El Cristianismo es el enemigo, porque no nos deja tener sexo con quien queramos, ni nos deja abortar; porque no ve bien que nos emborrachemos y nos droguemos, que nos demos placer y experimentemos; porque prohíbe “confiscar” dinero o bienes a los ricos para darle a los pobres; porque promueve el patriarcado y la heteronormatividad, el capitalismo y la propiedad privada; porque se opone a todos los otros cultos, como la diosa Wikka, la Pachamama, Quetzalcóatl, la Santa Muerte, Satanás y Lucifer; porque no aprueba el “matrimonio” igualitario, y además, porque Dios no existe y la Iglesia manipula a la gente”.
¿Ejemplos de la vida real? En la ciudad de México, en septiembre de 2020, un grupo de “feministas” encapuchadas tomó la sede de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) durante cierto tiempo, hasta ser desalojadas el 16 de abril de 2022 por la Secretaría de Seguridad Ciudadana.
Se encontró ahí un enorme altar a la “Santa Muerte” —esa figura de esqueleto con guadaña, con tintes satánicos, que no tiene nada de “santa” ni es católica en lo más mínimo—, rodeada de sus ofrendas: botellas de tequila, vodka y cerveza, una cabeza artesanal de jaguar negro, veladoras, semáforos rotos, espejos retrovisores rotos, cascos de policía. Las detenidas vestían de negro y algunas llevaban el pelo pintado de verde.
Habían grafiteado en las paredes las siguientes consignas: “Mata a tu violador”, “Verga violadora, a la licuadora”, “Mi enemigo es el sistema”, “Justicia”, “Antifascismo”, “No lucres con mi dolor”, “Los aliados feministas no existen”, “Bloque negro”, y símbolos esotéricos atribuibles a la Magia Sexual de Aleister Crowley, un conocido satanista inglés, según videos publicados en los medios.
Estas personas “okupas” y satánicas tenían un perfil coincidente con el de las abortistas de pañoleta verde también encapuchadas que sabotearon una misa dominical en la Catedral de Bogotá, Colombia, el 20 de marzo de 2022, irrumpiendo en plena ceremonia, afectando el derecho constitucional a la libertad de culto, para gritar consignas que consideran muy importantes, pero sobre todo, resalta que asumen al cristianismo como enemigo, como algo que se debe combatir.
Una de las líderes de tal grupo —a saber “Red de Artistas en Resistencia”—, una tal “Simona”, en otra de sus manifestaciones en Colombia hizo presencia sobre un torniquete en la entrada de la estación del Transmilenio Marly, donde sus compinches desactivaron los otros torniquetes y permitían el libre ingreso de la gente sin pagar nada, mientras gritaban a coro: “Otra forma de luchar, evadir, no pagar”. Un ejemplo no de expropiación, pero sí de tomar lo ajeno y usarlo como propio. ¿Cómo se le llama a eso?
El 8 de marzo de 2021, entre las protestas de cada año en torno al “día de la mujer”, las supremacistas feministas prendieron fuego a la puerta de la Catedral de Antofagasta, en Chile. Son abortistas, y comunistas: todas unas marxistas posmodernas.
Un día antes, en el estado de Durango, México, el “colectivo Las Que No Arden” puso una inmensa manta en la entrada de la Catedral Basílica Menor Inmaculada Concepción que decía: «Saquen sus doctrinas de nuestras vaginas».
Para ellas sus vaginas son como un territorio autónomo libre de toda ley, religión, y ética sobre el que nadie puede opinar, ni siquiera el padre del bebé que quieran abortar, y tampoco el propio bebé en gestación, que es obvio nunca pediría su propio asesinato. Dicho de otra manera: en su “autogestión” nadie importa, sólo ellas y su individualismo hiper-extremo (como el de Ayn Rand, y no de a gratis Anton Lavey dijo haber tomado de esta rusa atea la “doctrina” para fundar su “Iglesia de Satán”).
Otra frase usada muy a menudo por las radicales del aborto y el feminismo es: “Saquen sus Rosarios de nuestros ovarios”. Traducción: nadie tiene derecho a hablar de un embarazo sino la madre, quien además puede abortar a la hora que quiera, incluso faltando un día para el nacimiento.
El problema es que este pensamiento anticristiano en todos sus ángulos, no es sólo el que rige a los colectivos del supremacismo feminista, sino a enorme parte del progresismo y a una larga lista de políticos, entre ellos Gabriel Boric, Francia Márquez, y Kamala Harris.
En Nicaragua los ataques contra la Iglesia vienen directamente de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Al menos desde 2018 han estado criticando al catolicismo, y cercando y destruyendo iglesias, o apresando fieles y ahora al obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez.
En Canadá también se han atacado muchas iglesias bajo el pretexto de la actuación del catolicismo en siglos pasados en el tema de los niños indígenas. A fines de junio de 2022 se incendiaron cuatro iglesias en comunidades indígenas del este de Canadá, y una más fue quemada en Monriville.
También en junio de este año, fueron incendiadas y vandalizadas varias parroquias, entre éstas la de St. Jane Frances de Chantal, en Bethesda, Maryland, Estados Unidos.
El Padre Samuel Giese, párroco de este templo, aseguró que había sido destrozado: “Gente irrumpió. Volcaron estatuas. Derribaron las estaciones de la Cruz. Profanaron el sagrario e intentaron incendiar la iglesia”, dijo. Esos ataques estuvieron enmarcados en la lucha de grupos abortistas, molestos por la defensa de la vida desde concepción que hace la Iglesia.
Argentina no es la excepción, pero aquí además del supremacismo feminista y abortista entra la lucha del supremacismo indigenista de algunos mapuches.
La nota de Infobae se intitula: “Mapuches tomaron una iglesia en El Bolsón y golpearon al sacerdote”. Y se describe: “La parroquia fue usurpada por un grupo de al menos 12 personas, todas encapuchadas. Luego de mantener cautivo al sacerdote y a otro integrante de la congregación, huyeron del lugar. La irrupción se produjo horas antes de una audiencia clave por la toma de tierras en Villa Mascardi. Cinco sospechosos fueron detenidos”.
No es un caso aislado, sino uno de muchos en Argentina. El 18 de octubre de 2017, cientos de feministas atacaron un templo en Chaco, con piedras y fuego. Además usaron frases “muy dulces”, como las siguientes: “Si tu hijo es hombre, abórtalo”; “Iglesia, basura, ustedes son la dictadura”.
El 27 de enero de 2022, un tipo ingresó a un templo en Pehuajó, Argentina, tomó a un Cristo Crucificado ubicado en el centro del atrio, y “le arrancó los brazos y lo dejó sobre el altar. También destrozó imágenes de San Anselmo y de la Virgen María que estaban allí”, dice otra nota, de Aciprensa.
En Brasil, el domingo 2 de julio de 20217 entró a una parroquia de la ciudad de Serra, en el estado de Espirito Santo, y destruyó una imagen de la Virgen María y otra de San José.
El 8 de febrero de 2022, decenas de militantes de agrupaciones de izquierda radical, de miembros del Partido de los Trabajadores (PT) y del Partido Comunista de Brasil (PCB) entraron en la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, en la ciudad de Curitiba, estado de Paraná, en “´protesta” por el asesinato de unos jóvenes en Río de Janeiro, que en nada se relacionaban con la iglesia.
Jair Bolsonaro opinó sobre la toma de la iglesia: “Creyendo que va a tomar el poder nuevamente, la izquierda vuelve a mostrar su verdadera cara de odio y desprecio a las tradiciones de nuestro pueblo. Si esos marginales no respetan la casa de Dios, un lugar sagrado, y ofenden la fe de millones de cristianos, a quién van a respetar».
Esta respuesta del mandatario brasileño lo resume muy bien todo.
Fuente: Panam Post