Prudencia y ciencia para estos tiempos

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Este mes de noviembre la liturgia nos remite hacia las cosas últimas de la existencia: muerte, Resurrección, Cielo, infierno, purgatorio. Pero, planteadas las realidades de esta forma, aumenta la necesidad de un buen discernimiento, que consiste en realizar un análisis de la experiencia personal y las circunstancias sociales con la pertinente aportación de la Escritura. La primera lectura de este domingo está tomada del libro de la Sabiduría con unos versículos dirigidos a los dirigentes sociales: los reyes y los jueces. El libro de la Sabiduría participa de la idea platónica, que considera a los sabios como los más idóneos para gobernar el mundo. Desgraciadamente, en la cúspide de la jerarquía social, en todos los tiempos, ha habido instalados los psicópatas más deshumanizados, cuyo único objetivo es la pervivencia de ellos mismos con la compañía de los que les puedan resultar imprescindibles para su propia supervivencia y mantenimiento.

En la actualidad

Hoy nos incumbe la consideración de las cosas con una múltiple perspectiva, para la que no puede faltar la asistencia de la Palabra de DIOS y la acción del ESPÍRITU SANTO. De forma semanal, los católicos tenemos la impagable oportunidad de renovar la celebración de la Pascua, y también de Pentecostés: el Domingo fue el día de la Resurrección, y también el día de la primera efusión del ESPÍRITU SANTO a la Iglesia del RESUCITADO. Por eso este domingo resulta un buen momento para renovar los dones necesarios  y permanecer en una existencia con CRISTO.

La batalla de Gedeón

En algún otro momento ya comenté este pasaje del libro de los Jueces, pero me resulta nuevo para estos momentos, en los que parecen actuar unas fuerzas que nos superan en magnitud desorbitada. A una pandemia vírica parece haberse sumado una gran pandemia de corrupción, que amenaza en tiempo record erradicar los cimientos de una civilización, concretamente la nuestra: la civilización cristiana con todos sus fundamentos. A esto lo llaman el reseteo mundial, que en román paladino sería, hacer tabla rasa de todo lo anterior e instaurar de modo casi mágico un nuevo orden mundial, cuya nomenclatura  la están divulgando sin descanso en la  consigna de la nueva normalidad. El episodio de Gedeón contra los madianitas (Cf. Jc 7,1-22) transmite una clave importante en la manera, que el SEÑOR tiene de actuar. Gedeón había dispuesto un ejército de treinta mil hombres, de los que el SEÑOR se quedó con trescientos. Aquellos soldados provistos de teas encendidas durante la noche y trompetas, situados alrededor del campamento enemigo, fueron suficiente para que la batalla la diesen los propios madianitas entre ellos. Los “pobres de YAHVEH” aparecen como el “pequeño resto siempre fiel al SEÑOR, y dispuesto a servirle de instrumento en la sombra. Todavía podemos reducir el número de los que en última instancia pueden estar en la vanguardia de la acción de DIOS, y vemos a una sola persona en acción como el caso de Judit, la mujer que acabó con Holofernes, librando al Pueblo de la destrucción (Cf. Jd 13,6-10). De forma inmediata nos viene a la memoria las palabras de la VIRGEN en Fátima: “Mi Inmaculado Corazón triunfará”. Pero, por encima de cualquier otro está JESÚS, la descendencia de la Mujer, que pisará la cabeza del poder satánico (Cf. Gen 3,15). La épica recogida en la Biblia tiene  su aplicación en el drama desplegado, en algunos momentos especiales de la historia. Se están acelerando los procesos, desenmascarando las identidades y dando publicidad a los planes, que en algunos casos llevaban décadas pretendiendo su ejecución. Será muy difícil, de momento, la aparición de un poder mundial único, pero alguno de los pretendientes al mismo está originando alteraciones profundas en una sociedad en otros tiempos considerada cristiana. España y los países hispanos estamos bajo esa influencia mundialista dispuesta a conseguir niveles de mayor transformación dentro de sus objetivos. El gobierno español está entregado a las tesis mundialistas, y esta semana ha dado un paso más proponiendo la desaparición del español como lengua vehicular, a juicio de los gobiernos autonómicos. La fractura de la unidad lingüística trae consigo la desmembración de la nación. Nuestros gobernantes actuales nos llevan por la autopista de la AGENDA 2030 bajo el paraguas de la ONU. Cualquiera, hoy, si tiene interés se puede informar del contenido de dicha agenda, y comprobará que las cartas se han puesto sobre la mesa. A los ciudadanos nos queda hacer un buen discernimiento con todas las ayudas espirituales.

¿Estamos en un cambio de época?

Es posible que se queden atrás muchas formas de mirar la realidad, pero el fondo que  nos constituye como personas permanece tan imperturbable como el código genético con el que nacimos. Los dirigentes sociales tienen la gran responsabilidad de ofrecer pautas, que repercutirán en cientos de miles o millones de personas, por lo que su juicio, según el libro de la Sabiduría, será mucho más severo: “Un juicio implacable espera a los que están en lo alto. Los poderosos serán poderosamente examinados” (Cf. Sb 6,6). En este capítulo seis, el autor sagrado dirige las palabras del SEÑOR a los reyes: “A vosotros soberanos se dirigen mis palabras, para que aprendáis sabiduría” (v.9). Pero no siempre los dirigentes se preocupan por atender las inspiraciones nobles, que traerían el desarrollo humano basado en los valores sociales  del bien común, la convivencia pacífica, la solidaridad entre las personas y los grupos, o el comportamiento altruista en los casos de emergencia social. Estamos viendo como se promueven comportamientos que redundan en desorden social, el enfrentamiento entre personas y grupos; se incentivan los comportamientos  fiscalizadores entre ciudadanos que promueven la desconfianza mutua; y todo ello  obedeciendo a una confrontación ciudadana  planificada.

La Sabiduría del REY

Los dirigentes encargados de regir a los pueblos disponen de una asistencia divina especial, que con mucha frecuencia rechazan, porque el poder obtenido les impide  ver su auténtica fragilidad personal. Pero la Sabiduría del REY llega, de cualquier  manera, a todos los que sienten su pertenencia a la realeza divina. DIOS nos asiste  con su Sabiduría en unos tiempos, en los que debemos examinar con detenimiento las acciones llevadas a cabo por nuestros dirigentes. Las virtudes teologales o los dones del ESPÍRITU SANTO con sus respectivos carismas, tenemos que vivirlos dentro de un mundo complejo y plural, donde tenemos que aplicar un especial discernimiento para estar y vivir en el mundo, sin ser del mundo (Cf. Jn 17,14).

Más que un don

Las características dadas a la Sabiduría, en este libro sagrado, perfilan a la Sabiduría  mucho más que un don espiritual. Los rasgos personales, que el autor sagrado utiliza  para considerar a la Sabiduría lo acercan a la tercera Persona de la TRINIDAD, que  nos desvelará el Nuevo Testamento. “Radiante e inmarcesible es la Sabiduría. Fácilmente la contemplan los que la aman, y la encuentran los que la buscan” (v.13). El esplendor de la Sabiduría no es ajena al resplandor de la verdad. La Sabiduría  dialoga con el de corazón sencillo, que la busca, porque la sinceridad personal puede  entrar en la misma frecuencia espiritual que la Sabiduría

Sentido de DIOS

El mayor desperfecto interior, que el hombre puede sufrir, es la insensibilidad para percibir la propia necesidad de DIOS. En cierto estado de cosas la realidad y armonía de la naturaleza, o la excepcionalidad de algún comportamiento de alrededor pueden  hacer brillar la belleza y unción dada por DIOS a las cosas y a las personas; pero lo  más importante es la sed de DIOS que debe poner nombre e identificar a la inmensa  soledad interior. En un estado de esta índole se puede  invocar o buscar a DIOS como  la SABIDURÍA, que se intuye dispuesta a darse de modo incondicional: “Quien madrugue para encontrar a la SABIDURÍA, no se fatigará, pues a su puerta la encontrará sentada” (v.14). El hombre religioso tiene la sospecha que la SABIDURÍA tiene mucho que ver con la EXISTENCIA, de la que Moisés recibió la revelación en el Sinaí (Cf. Ex 3,1-6.14-15). Por tanto, la Sabiduría es mucho más que un don: es el mismo DIOS, que sin dejar su trascendencia entra en los entresijos de una existencia humana para darle forma, armonía y orden. El hombre devoto es alguien  inquieto, que busca de forma vigilante, y despierta con diligencia para encontrar a la SABIDURÍA en una oración de encuentro personal. A la SABIDURÍA el devoto la encuentra sentada, porque tiene mucho que enseñar, y lo va a realizar con toda paciencia y pedagogía, manteniendo el ritmo conveniente en todo momento. La SABIDURÍA es DIOS mismo entreverado en las fibras de una condición humana siempre necesitada de ser restaurada: “!Oh, DIOS, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve!” (Cf. Slm 79,4). Ahora la vida personal y comunitaria tiene otro brillo y esplendor, porque la unción de la SABIDURÍA la realza con su misma belleza.

La SABIDURÍA  y la prudencia

Dice el autor sagrado del libro de la Sabiduría, que “pensar en ella, en la SABIDURÍA, es la perfección de la prudencia” (v.15). Pensar en la SABIDURÍA orienta y canaliza de forma adecuada todas las energías personales, de tal modo que la actitud prudente se produce como resultado de la orientación tomada. Cualquier pensamiento, deliberación interna o actuación debieran mantener el tono equilibrado que aporta la  prudencia, que está llamada a convertirse en un hábito o virtud. Todo lo que en nosotros existe aparece en estado germinal y precisa del suficiente tramo de existencia para afianzarse y ofrecer un perfil más definido. Este texto sagrado muestra la misma constante, y dispone el crecimiento de la prudencia en función de la búsqueda de la SABIDURÍA. La experiencia capacita la búsqueda, y DIOS quiere el encuentro a partir de una sincera disposición de búsqueda: “Buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá; pedid y se os dará” (Cf. Mt 7,7; Lc 11,9).

La SABIDURÍA busca a los suyos

“ELLA misma va buscando a los que son dignos; se les muestra en los caminos, y sale al encuentro de sus pensamientos” (v.16). Es la experiencia profunda del autor del Salmo ciento treinta y ocho: “SEÑOR, tu me sondeas y me conoces…,; no ha llegado la palabra a mi lengua, y TÚ, SEÑOR,  la sabes toda” (Cf. Slm 138,1-4). Nosotros, los creyentes de la Nueva Alianza, estamos en condiciones de acreditar de forma rotunda la verdad contenida en este versículo, pues DIOS viene de forma literal a los caminos de los hombres en el VERBO encarnado, y en la tercera persona de la TRINIDAD.  JESÚS predica su Evangelio por los caminos de la geografía palestinense; y el ESPÍRITU SANTO asiste a los hombres en todos sus proyectos con ámbito universal, porque este había sido el Plan previsto por DIOS: “Os conviene que YO me vaya, así os enviaré al ESPÍRITU SANTO, que estará siempre con vosotros” (Cf. Jn 16,7). Y san Pablo testificará: “El mismo ESPÍRITU que sondea lo más íntimo de DIOS también sabe cuál es nuestra necesidad, e intercede por nosotros mismo según la propia voluntad de DIOS “ (Cf. Rm 8,26-27). El autor sagrado del libro de la Sabiduría había puesto los antecedentes de la plena realidad desvelada y vivida tras la manifestación a los hombres  del HIJO de DIOS.

La aspiración por DIOS

Pretender la SABIDURÍA, según nos lo va mostrando este libro sagrado, no es otra cosa que hacerse íntimo a DIOS, y participar de una familiaridad, que trasciende el orden natural de las cosas, pues nace de un deseo santo. Este impulso no es una buena intención, que podría estar inscrita en la propia Ley Natural. El deseo santo de DIOS es la herida que causa el Amor de DIOS en el corazón del hombre, y no encuentra más cura, que la propia presencia de DIOS. Pero es habitual que la misma búsqueda de DIOS traiga consigo más necesidad de ÉL, pues vivimos un tiempo raro en nuestro proceso de crecimiento, que se traduce en un todavía-no permanente, aunque hayamos tocado la orla de la realidad buscada, en este caso DIOS mismo. Fijemos la atención en la proximidad máxima del encuentro eucarístico: DIOS, al que buscamos, se nos da en plenitud en cada encuentro; sin embargo puede ser que la sensación sea inapreciable o, incluso, de lejanía. En ese punto, estamos en el tipo de experiencia que verifica el ya, pero todavía no, que describe muy bien lo que ocurre entre DIOS y sus fieles, mientras aún vamos de camino.

Un itinerario

“”El comienzo del encuentro con la SABIDURÍA es el deseo íntimo de instrucción: la preocupación por la instrucción es el Amor; el Amor es la observancia de sus leyes, la atención a las leyes es la garantía de la incorruptibilidad; y la incorruptibilidad hace estar cerca de DIOS” (v.17-19). Las grandes líneas de espiritualidad marcadas por el autor sagrado se plasman en un itinerario para ser cubierto: el devoto se vuelve discípulo, que aspira a conocer las verdades, leyes o principios; y este conocimiento práctico transforma la existencia en la misma santidad de DIOS, que hace posible su proximidad. La SABIDURÍA confiere al hombre el bien, la bondad y la bellaza que le dan la marca de lo incorruptible y lo acercan al propio campo de influencia divina.

Parábolas finales

El capítulo veinticinco de san Mateo recoge tres últimas parábolas con referencia al Reino de los Cielos: “El Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes (…)” Con esta introducción se van a exponer tres parábolas, que llevan el sello de los momentos finales. Los acontecimientos de repercusión general ponen en alerta a muchas personas sobre el fin de los tiempos o el fin del mundo. Viene ocurriendo este fenómeno desde las primeras generaciones cristianas, y se repitió de forma periódica en los veinte siglos de Cristianismo. Dos mil años de distancia con los textos del Nuevo Testamento, hace que afrontemos la cuestión con distintas perspectivas. Ahora, son más numerosos los que se apuntan a tratar lo que está sucediendo como los prolegómenos de un final de época o final de los tiempos, y reservan para otra ocasión la fecha del fin del mundo. Para algunos grupos, el fin del mundo estaba calculado a partir de los datos aportados por el libro de Daniel, y otros extraídos del propio libro del Apocalipsis. Hasta ahora ninguno de los grupos premonitores o personas pretendidamente proféticas han tenido éxito en sus predicciones; pero eso no les priva del ánimo para seguir anunciando sus futuribles, ya que siempre queda el recurso a la modificación de la profecía según sea el comportamiento humano, de lo que hemos de deducir, que el comportamiento en general fue mejorando, y las previsiones devastadoras no se han producido en la magnitud prevista. Esperemos, también ahora, que las premoniciones apocalípticas nos muevan a ser mejores y los negros nubarrones que se ven en el horizonte cercano se disipen, y volvamos a encontrarnos con un panorama apacible de características evangélicas, donde imperen la fraternidad, la paz y la libertad. Excluyo intencionadamente la igualdad de aquellos ilustrados del siglo dieciocho por constituir una de las grandes trampas de las ideologías materialistas. Si tenemos  un estado de cosas, en el que reine la fraternidad cristiana y la libertad; entonces, la igualdad de oportunidades y la correspondencia al esfuerzo realizado serán consecuencias inmediatas.

Tres parábolas

En la predicación sobre el Reino de los Cielos, en el evangelio de san Mateo, se dio una reinterpretación de la ley, en el Sermón de la Montaña, distintas secciones de parábolas y la realización de los signos o milagros, que también hacían presente el Reino de los Cielos en medio de nosotros, al mostrar de forma rotunda el poder transformador de DIOS en la vida de los hombres. San Mateo concluye su exposición  con la parábola de “Las Diez Vírgenes”, la parábola de “Los Talentos”, y el acontecimiento último protagonizado por “El Juicio Final”, en el que JESÚS volverá  como Juez para cerrar la historia de los hombres sobre este mundo y dar por finalizada la aplicación de la Redención.

Diez vírgenes

“Entonces, el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes…” (v.1) Con este modo de transición gramatical, el evangelista san Mateo se dispone a ofrecer una ampliación de la imprevisibilidad de la venida del SEÑOR, la responsabilidad personal ante los compromisos contraídos con el propio SEÑOR y el establecimiento de un modo abierto del final: cinco vírgenes serán despedidas, y quedan en la incertidumbre de “no saber el día ni la hora” (v.13), como si el SEÑOR les emplazase para una nueva ocasión. El capítulo veinticuatro está dedicado a exponer los signos de la venida del SEÑOR y a dar algunas advertencias para no caer en las trampas de los falsos profetas, pues “la venida del Hijo del hombre será como el relámpago, que brilla de Oriente a Occidente” (Cf. Mt 24,17). Todas las demás formas, que otros propongan quedan descartadas y constituirán distintas versiones de la falsedad y la impostura. En estos momentos se está en condiciones tecnológicas de simular mediante hologramas en el espacio diferentes escenas, que podrían representar esta venida apocalíptica del SEÑOR, por lo que las advertencias del capítulo veinticuatro de san Mateo cobran nueva actualidad. La falacia, actualmente, no viene sólo de la mano de los falsos profetas, sino de las mismas posibilidades tecnológicas, que son capaces de crear mundos virtuales dirigidos a las masas de población. ¿Se llegarán a utilizar las modernas tecnologías para simular escenas apocalípticas y conseguir así la adhesión de unos o el pánico de otros? Las etapas siguientes del globalismo se encaminan por un dominio mental general, y los pasos se vienen dando. El caso de “Las Diez Vírgenes” debe ser tenido en cuenta como ejemplificación a la vigilancia.

Las doncellas se duermen

La narración es conocida: el Novio tarda y las doncellas se duermen, tanto las llamadas prudentes como las necias. La necedad de las cinco no resulta por dormirse, que también les ocurre a las prudentes, sino por haber ido al encuentro del Novio sin el aceite debido para sus lámparas. ¿Con qué pensaban alumbrar y acompañar al Novio si no tenían aceite en sus alcuzas? Pero fijemos la atención en el sueño de las doncellas: no es un sueño profético, en el que se va a verificar una revelación divina. El sueño de las doncellas se asemeja al sopor de los discípulos en Getsemaní: es el sopor de la debilidad humana, que afecta tanto a las doncellas prudentes como a las necias. El evangelista vuelve a la temática del capítulo veinticuatro: la debilidad humana sólo se sostiene por la Fe, y ésta equivale al abandono incondicional en la persona misma del SEÑOR, que no está dispuesto a revelar su venida; y advierte que causará la misma sorpresa del ladrón en la noche (Cf. Mt 24,42-43).

El Novio llega

La llegada del Novio muestra la condición de cada uno de los que intervienen en la narración. El diálogo entre las doncellas encierra buena parte del argumento. Unas  podrán acompañar al Novio en ese mismo instante, pero las otras se encuentran fuera de lugar, pues carecen del aceite, que alumbre sus lámparas. Se ha entendido siempre que el aceite necesario para mantener las lámparas encendidas representa la Fe; pero para otros el aceite representa la propia existencia dentro de la misma acción de DIOS. En cualquier caso no son excluyentes la Fe y la existencia, por lo que perfectamente favorecen el juego de  imágenes  que  componen  esta parábola. Tanto la Fe como la experiencia de vida fruto de la existencia no son compartibles. La Fe se puede mostrar o testificar en determinado momento; y ejerce una función modélica o ejemplificadora. La experiencia personal no es transferible, aunque de ella se puedan compartir, en parte, las lecciones que la misma ha procurado. Las doncellas necias entran en la categoría parasitaria del los que no mueven un músculo para ejercer su responsabilidad, pero reclaman derechos que en absoluto les pertenece. Así son las necias, a las que las prudentes indican que se dirijan a la tienda más cercana a comprar el aceite que precisan. Ciertamente, la escena recalca la necedad de las doncellas que se encaminan a esas horas a la tienda. La parábola no dice si consiguieron el aceite, aunque ya no era necesario, pues habían entrado y estaban en el banquete de bodas con las puertas cerradas. El cortejo de las doncellas había concluido su recorrido y entraron las que en ese momento estaban con el Novio. El drama no termina en absoluta tragedia, pues a las doncellas necias se les ofrece  otra oportunidad en un tiempo y lugar del todo impreciso: “Velad, porque no sabéis ni el día ni la hora” (v.13). Esta última sentencia resta dramatismo a las palabras anteriores: “En verdad os digo que no os conozco” (v.12). Recordamos esta misma expresión a los falsos profetas, que intentarán congraciarse con el SEÑOR, y se encontraron con una sentencia  mucho más trágica: “No os conozco, apartaos de MÍ obradores de iniquidad” (Cf. Mt 7,23). En el caso de las doncellas necias estamos ante la debilidad humana, que recibe una amonestación menos severa que la persona protagonista de una maldad calculada. En cualquier caso la manifestación del Novio es un momento de Gracia  para unas y de Juicio para otras. Las doncellas que entran en el banquete de bodas quedan fuera de las vicisitudes que esperan a las necias por su irresponsabilidad.

San Pablo y los “últimos tiempos”

Tres textos nos ilustran sobre la evolución del apóstol de las gentes sobre el asunto capital de “los últimos tiempos”, que venimos dilucidando a lo largo de estas líneas.  Los distintos puntos de vista del apóstol san Pablo sobre este asunto nos ayuda a esclarecer la propia posición. Para empezar, nos puede sorprender que hablemos de evolución, cambio o modificación de criterio por parte del apóstol en una cuestión tan crucial, pero los textos así lo reflejan. Lo anterior no resta grandeza a la persona y doctrina de san Pablo; y supone, por otra parte, la grandeza del misterio de DIOS, al que también los grandes de la Fe, como san Pablo, se encuentran subordinados.

Los textos que nos aportan esta progresiva comprensión de la Venida del SEÑOR son: 1Tes 4,13-17, que corresponde a la segunda lectura de esta domingo; 1Cor 15,23; y  Flp 3,20-21.

San Pablo es un ejemplo de cómo el SEÑOR permite ciertas franjas de ignorancia en algunos aspectos doctrinales, siendo san Pablo una de las personas más agraciadas en dones espirituales. Esto no merma nada de la solidez de su doctrina, sino que nos ayuda a ser prudentes, y considerar en todo momento, que DIOS es siempre más grande que nuestras apreciaciones. Hay aspectos de la cuestión presente, que tienen mayor relevancia con respecto a otros. En cualquier caso, es de orden menor el tiempo o momento de la Parusía, y tiene más importancia el hecho de la corporeidad en los que han muerto. Cuando san Pablo escribe esta primera carta a los de Tesalónica considera que la Segunda Venida del SEÑOR es inminente, y va a suceder en su misma generación: “”El SEÑOR mismo, a la orden dada por la voz de un Arcángel y por la trompeta de DIOS bajará del Cielo, y los que murieron en CRISTO resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos seremos arrebatados en nubes junto con ellos, al encuentro del SEÑOR en los aires, y así estaremos siempre con el SEÑOR. Consolaos, pues, con estas palabras” (v.16-18). San Pablo está persuadido en este momento, que será testigo directo del arrebatamiento de los presentes en el momento de la Segunda Venida del SEÑOR, que tendrá lugar dentro de poco tiempo. La segunda carta de Pedro enmienda esta disparidad temporal con una verdad profunda: “Para DIOS, un día es como mil años; y mil años como un día” (Cf. 2Pe 3,8). Pero en el cómputo temporal al que estamos sujetos, las franjas temporales nos afectan de distinta  manera. En un segundo de los tres mil seiscientos que tiene una hora puede DIOS mostrar a cámara lenta la película de la vida de una persona, pero esta suspensión del tiempo y el discurrir de la mente no es lo habitual. En la vida cotidiana los parámetros son distintos, y DIOS está dispuesto a ser compañero de viaje al ritmo que nosotros vamos. Otro aspecto de importancia es la incorporación de los fallecidos: los que murieron en CRISTO resucitarán en primer lugar en una resurrección dotada de un cuerpo semejante al poseído por los que pasarán transformados al encuentro del SEÑOR en el aire, para estar siempre con el SEÑOR. Consolaos, pues con estas palabras” (v.18). Algunos de la comunidad, viendo el final tan próximo comenzaron a desentenderse de las cosas cotidianas; y en una carta posterior el propio san Pablo salió al paso matizando sus apreciaciones. En su segunda carta, se queja el apóstol que no ha sido bien interpretado, por lo que nada de vivir a costa de los demás, concluyendo con esa frase que conocen hasta los no cristianos: “el que no trabaja, que no coma” (Cf.  2Tes 3,10).

El capítulo quince de la primera carta a los Corintios podría ser una inserción en esa misma carta escrita con anterioridad, por lo que estaríamos ante unas reflexiones doctrinales mucho más asentadas en la predicación y vida del apóstol. Los argumentos doctrinales son los mismos que en la primera a los Tesalonicenses, pero la temporalidad varía. Por otra parte las conclusiones doctrinales tienen un rango  y alcance más hondo. Aquí, por ejemplo, se expresa el carácter trinitario de la consumación final: “cuando CRISTO someta todas las cosas, que le corresponde como SEÑOR, ÉL mismo se someterá al que le ha sometido todo; y DIOS lo será todo en todos” (v.27-28). Esta es la consumación final que recoge el Apocalipsis para significar el estadio final de todo (Cf. Ap 21,23-27). Pero hasta ese momento los Cielos van acogiendo a los que van dejando este mundo, y ¿cómo lo hacen?: en la condición de resucitados. El apóstol introduce en este capítulo una variable, que podría complicar las creencias de algunos, pero casi apela el apóstol al dato empírico: “¿es que los muertos no resucitan? (v.13). Con cierta insistencia señala el apóstol esta fórmula retórica, con la que intenta sentar la categoría de que los muertos resucitan en el presente, y eso obedece a un factor causal: la Resurrección de JESUCRISTO. La resurrección de los creyentes en el presente da crédito a la Resurrección de JESUCRISTO que es la causa de la misma para todos ellos. Si en el texto de Tesalonicenses no se precisaba la condición del cuerpo transformado, en este de primera a los Corintios se afirma la condición de cuerpo glorioso, que participa de la humanidad glorificada de JESUCRISTO: “Se siembra un cuerpo natural y resucita un cuerpo espiritual” (v.44). “La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de los Cielos” (v.50); pues resucitaremos “a imagen del HOMBRE CELESTE” (v.49)

San Pablo muestra una síntesis de toda esta doctrina cuando escribe la carta a los Filipenses, que posee un poco más de antigüedad. Para algunos es una carta en la que expresa las conclusiones principales a las que el apóstol ha llegado. Pese a todas las dificultades, san Pablo mantiene viva la Esperanza que transmite a la comunidad: “nosotros somos ciudadanos del Cielo de donde esperamos como SALVADOR al SEÑOR JESUCRISTO, el cual transformará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene de someter a SÍ todas las cosas(Cf. Flp 3,20-21). San Pablo concibe la vida como los distintos estadios por los que se debe transitar sin dejar de estar con CRISTO, aunque la plenitud del encuentro se emplaza a la otra vida como ciudadanos del Cielo.

Escrito por Pablo Garrido

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