Procesión eucarística hasta el Capitolio de Wisconsin

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Según la información recogida en Infocatólica, el Capitolio de Wisconsin, lugar donde empezaron los graves disturbios sociales por la muerte de George Floyd, fue el destino final de una procesión eucarística presidida por Mons. Donald J. Hying, obispo de Madison y Mons. Jerome E. Listecki, arzobispo de Milwaukee.

El pasado sábado, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad fue escoltada por la policía hasta el edificio del Capitolio de Wisconsin. La procesión fue seguida en por 2.000 católicos que proclamaron que Jesucristo es la respuesta y el antídoto para nuestros tiempos difíciles.

La policía de Madison bloqueó las calles en una gran sección del centro de Madison y un solo coche patrulla con luces de emergencia abrió el camino para que el obispo Donald J. Hying de Madison y el arzobispo Jerome E. Listecki de Milwaukee llevaran a Jesús a uno de los lugares más problemáticos del país. Los miles de personas que le siguieron fueron testigos del mensaje de que sólo Jesús puede curar nuestras heridas.

«Qué bendición llevar a Jesucristo en su gloria eucarística por las calles del centro de Madison», dijo Mons. Hying en las escaleras del Capitolio, el mismo lugar donde los alborotadores se desbocaron hace sólo dos meses. «Fue un dulce peso». El obispo explicó:

«Cada vez que el mundo ha enfrentado el sufrimiento, la violencia, cada vez que la gente se ha llenado de miedo, la Iglesia ha sacado la Eucaristía y la ha paseado por las calles  en procesión, porque sabemos que es el poder de este Cristo eucarístico el que puede traer la plenitud a cada corazón humano que busca la unión con Dios.

Sabemos que sólo el amor de Cristo puede sanar el corazón humano. Sólo el amor de Cristo puede sanar todas nuestras divisiones y sufrimientos, puede alejar esta pandemia, puede hacer de nosotros una humanidad unida».

Mons. Hying pidió a Dios que «enviara el poder de Jesús crucificado» para poner fin al aborto, a los prejuicios raciales, y para crear un mundo «donde cada persona humana sea bienvenida, donde cada persona humana sea amada, donde cada persona humana pueda florecer como el hijo de Dios que realmente es».

Con información de InfoVaticana/Aechanove

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