Predicando el odio

Editorial ACN Nº15

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Después del rechazo de la reforma eléctrica constitucional y la ausencia de la oposición en la Cámara de Diputados en las discusiones para la reforma a la Ley Minera sobre el litio, ha llamado la atención diversas reacciones del partido en el poder y del presidente López Obrador que son francamente preocupantes poniendo en riesgo la pluralidad política e independencia de uno de los Poderes de la Unión.

AMLO ha fingido ser un demócrata convencido del respeto a las leyes. En las palabras lo dice ser, pero no así en los hechos. De acuerdo con la Constitución, los legisladores del Congreso de la Unión son inatacables por el ejercicio de su encargo, pero eso es lo que menos importa a las huestes de morena que han tomado un camino que a nadie conviene.

“Traidores a la patria” es el amago que proviene desde el poder que inició una dura campaña para exhibir nombres y datos de los 223 diputados que hicieron imposible la mayoría calificada requerida por López Obrador. A pesar de las negociaciones y ofrecimientos que morena hizo a algunos en la oposición, la caída de la lesiva y retrógrada reforma constitucional ha abierto una caja de pandora que muestra de lo que es capaz AMLO y morena: El odio.

En entrevista a medios de comunicación, la secretaria general del partido en el poder ha dicho que la Constitución es solo un compendio de normas y que las decisiones y las reglas sólo competen al gobierno. La misma dirigencia la ha emprendido para iniciar una campaña que exhiba a los legisladores “traidores a la patria”, con la desvergonzada intención de influir en el voto en los Estados donde hay elecciones; esa raja política ya está dando resultados que van escalando: desde difamaciones verbales hasta ataques a propiedades y agresiones a legisladores.

Usando la tribuna del poder, la jefa de gobierno de la Ciudad de México se ha sumado a esa campaña y la bendición presidencial no se hizo esperar. AMLO incluso llama a radicalizar la polarización cuando en todo ve “traición a la patria” puesto que su reforma caprichosa fue rechazada bajo los argumentos de que los legisladores, consciente o inconscientemente, “ayudaron las empresas extranjeras que buscaban destruir a la empresa pública Comisión Federal de Electricidad y dañar a millones de consumidores mexicanos porque votaron, consciente o inconsciente, a favor de Iberdrola”.

En México, la ciudadanía coincide en que esta polarización política sólo abona a la destrucción del debate democrático. A partir de este linchamiento lesivo de los derechos humanos puesto que se condena de delitos no cometidos, se exhiben imágenes infamantes, se doblega el derecho a la buena fama y a la privacidad, a la tranquilidad y seguridad personal, el partido del presidente López Obrador muestra el deformado rostro que vivió oculto bajo la máscara impoluta de la falsa transformación. La radicalización a nadie conviene, menos cuando la política usa al poder para usar la violencia. Dios guarde la hora de que suceda otra desgracia y un legislador se vea comprometido en su seguridad, integridad o vida.

Mientras los cuatroeteros llaman a una cruzada patriotera, con profética elocuencia, el Plan Global de Pastoral 2031-2033 de los obispos de México ha advertido de los riesgos de un país violento y polarizado. Indica que nuestra historia está marcada por derrotas pasadas, suscitando violencias o predicando el odio y la división (Cfr No 161). Y dice que, en una sociedad fragmentada como la nuestra, todos… “estamos llamados a trabajar por la unidad. Todos estamos invitados a superar las diferencias que nos lastiman y entristecen”. (No. 161) Efectivamente, mientras México llora a sus muertas y desaparecidas, desde lo más alto del gobierno, lo único que se quiere son más lágrimas, no importan si los demás deban llorar sangre. Al cabo es el color que distingue al partido de López Obrador.

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