1. Esta pregunta es un poco provocativa… pero hasta cierto punto. La doctrina católica es clara: en cada fragmento, incluso el más pequeño, de una hostia consagrada está todo el Cuerpo de Cristo. Por eso, la Iglesia siempre ha recomendado a los sacerdotes que presten mucha atención al celebrar, para que no se pierda ningún fragmento.
2. Correctamente en el Rito Romano Antiguo se prescribe que el celebrante, una vez que ha tocado la hostia consagrada, mantenga los pulgares y los índices bien juntos para evitar perder los fragmentos que hayan podido adherirse a la piel.
3. Sin embargo, muchos sacerdotes descuidan estas atenciones.
Con razón, un fraile franciscano, en una de sus catequesis, aludiendo a esta negligencia, dio un ejemplo muy apropiado:
…pero si estos sacerdotes tuvieran polvo de oro en sus manos, ¿tendrían cuidado de no perder ni un solo gramo? ¿Cuánto vale un gramo de oro?
Sin duda serían muy cuidadosos… y por amor a Jesús, quien tiene un valor infinitamente mayor que el oro, ¿qué hacen?
Así pues, cuando uno observa a un celebrante al que no le importa la dispersión de los fragmentos eucarísticos, hay que preguntarle: « Padre, ¿ha leído los precios del oro esta mañana?». Quizás piense que su interlocutor está loco, pero si se le dan las explicaciones adecuadas, ¡hará el ridículo!

Por CORRADO GNERRE.