1. La oración nos une principalmente a Dios, pero también une a cada persona bautizada según esa importante verdad católica que es la comunión de los santos.
Orar por los demás, en primer lugar por los propios seres queridos según una adecuada jerarquía de amor, es un deber que no sólo ayuda a aquellos a quienes se dirigen las oraciones, sino también al alma de quien ora.
2. Un libro devocional relata un episodio que le ocurrió a San Pedro Damián (1007-1072) cuando aún era niño: San Pedro Damián era huérfano.
Un día encontró una moneda a lo largo del camino. Podría habérselo apropiado, ya que era imposible encontrar a su dueño; También podría haber previsto alguna necesidad urgente; pero no lo hizo. Pensó en celebrar una Santa Misa por sus padres difuntos.
El Señor apreció el acto misericordioso y acudió en ayuda del huérfano. Cuando le pidió al sacerdote que celebrara la misa, despertó el interés del ministro de Dios, quien le preguntó:
«Estás sin padres y haces bien en acordarte de ellos. Pero ¿cómo vives solo?».
-Soy pastor -respondió el muchacho.
“¿Te gustaría estudiar y ser sacerdote?”
El sacerdote preguntó de nuevo. El niño sonrió radiante.
«¡Lo deseo tanto! Pero no tengo los medios».
“¿Y si te ayudo?”
“¡No sé cómo agradecerte!…”
Desde ese día el niño dejó las ovejas y se dedicó a estudiar. Un día pudo llegar a ser sacerdote, luego cardenal e incluso santo. En resumen, la Iglesia nunca habría tenido a San Pedro Damián si éste no se hubiera acordado de apoyar a sus padres.

CORRADO GNERRE.
ITRESENTIERI/MIL.