Pero…¿Dónde ve el Santo Padre tanto sacerdote rígido?

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Francisco sigue preocupado por la rigidez en el clero. En este caso, en los seminaristas lo que, a la larga, sigue siendo lo mismo: de seminaristas rígidos, se entiende, sacerdotes rígidos. Y es indudable que haberlos, haylos, pero ¿tantos como justificar esta obsesión?

 

En un discurso dirigido al episcopado italiano reunido en asamblea, el Papa volvió a una de sus obsesiones: “Hemos visto con frecuencia seminaristas que parecían buenos, pero rígidos. Y la rigidez no es del buen espíritu”, dijo, añadiendo que detrás de la rigidez “hay grandes problemas”.

Tal como las concibe la teología moral, cada virtud se opone no a uno sino a dos vicios, según contraríen la virtud por exceso o por defecto. Así, se puede pecar contra la fe por incredulidad o por superstición; contra la esperanza, por desesperación o por presunción, y así sucesivamente.

Ser rígido es, qué duda cabe, un defecto en cualquiera, más nocivo aún en un ministro de Cristo, y es en ese sentido natural que el Santo Padre lo censure. Pero, comparado con su contrario -la laxitud-, habría que preguntarse: ¿es un rasgo dominante? ¿Ven ustedes muchos sacerdotes rígidos, inflexibles, en un número tal que constituya un problema que empuje al Vicario de Cristo a alertar contra él una y otra vez, sin que parezca quitarle el sueño la abundancia de sacerdotes laxos?

Cuando alguien que sabe que sus palabras serán retransmitidas y escuchadas con atención por cientos de millones en todo el mundo repite con marcada insistencia un mismo mensaje, una misma advertencia, es lógico pensar que lo considera poco menos que una plaga, el equivalente eclesial al Cambio Climático. Pero, ¿es ese el caso?

No es una pregunta trampa. Me lo pregunto muy en serio, totalmente abierto a la posibilidad de que la mía sea una visión totalmente sesgada y la consciencia de que, después de todo, el Papa debe saber más y vea las cosas con mayor perspectiva.

Pero no puedo ocultar mi perplejidad, les confieso, porque mientras esa rigidez de la que habla apenas la he encontrado en más de medio siglo de práctica cristiana, el caso contrario lo veo casi a diario, más allá de mi limitada experiencia personal.

Por otra parte, sabemos que la ‘rigidez’ de la que habla el Pontífice no es una mera cuestión de carácter. Sabemos que en ningún caso se refiere a rigidez en la aplicación de la renovación, ni en un progresismo rígidamente entendido ni un excesivo rigor en planteamientos modernistas, y lo sabemos porque el propio Francisco se ha ocupado de aclararlo en alguna ocasión, en referencia a esos “jóvenes sacerdotes de sotana negra”.

Hay sacerdotes de sotana negra, aunque están lejos no solo de ser mayoría, sino de igualar remotamente en número a los que prescinden de la versión más ‘rígida’ del traje talar; e imagino que entre ellos habrá rígidos, aunque no me parece que constituyan un número especialmente apreciable.

En cambio, si no me he vuelto loco, parece que los sacerdotes laxos, aquellos tan abiertos que parecería que la doctrina se les escapa por la abertura, no solo están en todas partes, sino particularmente activos. Problemas acuciantes en la Iglesia como el desafío al Papa que constituyó la bendición colectiva de parejas homosexuales, ¿están protagonizados por sacerdotes rígidos? ¿Es rígido o laxo el episcopado alemán cuando fomenta que se dé la comunión a luteranos, que no creen estar recibiendo el Cuerpo de Cristo?

Quizá me estoy perdiendo algo, muy probablemente. Tal vez hay un oscuro complot de sacerdotes con saturno y el fervor moralista de Savonarola conspirando en tenebrosas sacristías. Rindo el juicio. Pero, si solo tuviera que fiarme de mis ojos y mi razón, vería un caso más de acudir con mangueras a una inundación.

 

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