Hoy es la gran fiesta de la orden carmelita.
En el Monte Carmelo vivía una comunidad de solitarias que, gracias al cuidado de San Berthold, hacia 1150, se constituyó en una orden religiosa mejor adaptada a las costumbres de Occidente. Huyendo de las persecuciones de los sarracenos, los monjes emigraron más tarde a Europa.
En la noche del 15 al 16 de julio de 1225, la Santísima Virgen ordenó al Papa Honorio III que aprobara su orden.
Las persecuciones que nunca cesan sobre estos monjes, San Simón Stock, su sexto general, imploró a María un signo particular de su protección.
El 16 de julio de 1251, la Santísima Virgen le designó el escapulariocomo una insignia especial de su amor maternal. De ahí el nombre de fiesta del escapulario dado a la fiesta de este día.
El escapulario es una vestidura común a muchas congregaciones religiosas, pero particularmente distintiva de la orden carmelita.
El escapulario, un escapulario de forma reducida, también se impone a las personas del mundo para permitirles participar de las grandes gracias que se le atribuyen, el privilegio sabático entre otros.
En su llamada Bula Sabatina, el Papa Juan XXII afirma que los que lleven el escapulario serán rápidamente librados de las llamas del purgatorio, especialmente el sábado siguiente a su muerte.
Instituida para los carmelitas en 1332, la fiesta de Nuestra Señora del Monte Carmelo fue extendida a la Iglesia universal por Benedicto XIII en 1726.
Las ventajas del privilegio sabático fueron confirmadas además por la Sagrada Congregación de las Indulgencias, 4 de julio de 1908.
En el día santo de Pentecostés, los Apóstoles, divinamente inspirados, hablaron en varios idiomas y realizaron muchos prodigios invocando el augusto nombre de Jesús. Ahora bien, se informa que en ese mismo día, muchos hombres, que habían seguido las huellas de los santos profetas Elías y Eliseo, y a quienes Juan el Bautista, con su predicación, había preparado para la venida de Cristo, habiéndolos reconocido y visto la verdad de las cosas, abrazaron la fe del Evangelio.
Habiendo tenido la dicha de disfrutar de las entrevistas e intimidad de la Santísima Virgen María, comenzaron a venerarla y amarla especialmente.
Los primeros de los cristianos, construyeron un santuario a la Virgen Purísima, en el Monte Carmelo, en el mismo lugar donde Elías había visto una vez subir una nube, una figura de la Virgen. Se reunían, pues, varias veces al día en el nuevo oratorio, y honraban con prácticas piadosas, oraciones y alabanzas, a la Santísima Virgen, como insignia protectora de su Orden.
Así, a partir de entonces, comenzaron a ser llamados por todas partes: los Hermanos de María Santísima del Monte Carmelo. No contentos con ratificar esta denominación, los Soberanos Pontífices concedieron indulgencias especiales a quienes designen a la Orden en general ya los Hermanos en particular bajo este título.
Con el honor de su nombre y su benevolencia tutelar, la Santísima Virgen les concedió generosamente la marca distintiva de un sagrado escapulario. Se lo dio al Beato Simón, monje inglés, para distinguir esta Santa Orden de todas las demás, y para preservarla de futuras desgracias.
Pero, debido a que esta Orden no estaba difundida en Europa, se multiplicaron las peticiones cerca de Honorio III, para que la suprimiera. Fue entonces cuando la muy buena y compasiva Virgen María se apareció durante la noche a este Papa y le dijo que concediera su benevolencia al Instituto y a sus miembros.
No es sólo en este mundo que la Santísima Virgen ha querido colmar de prerrogativas una Orden que le es tan querida.
Una creencia piadosa admite de buen grado que, también en el otro mundo (porque su poder y su misericordia extienden su influencia por todas partes), alivia, por un efecto de su amor verdaderamente maternal, a los de sus hijos que sufren la expiación del purgatorio, y los introduce cuanto antes en la patria celestial, gracias a su intervención, cuando, inscritos en la hermandad del escapulario, han practicado abstinencias leves, rezaban las pocas oraciones prescritas y guardaban castidad, teniendo en cuenta su estado de vida.
Así colmada de tantos grandes favores, esta Orden instituyó una solemne Conmemoración de la Santísima Virgen María, que se celebraría perpetuamente cada año en honor de esta gloriosa Virgen.
MEDIASPRESSE.