Entre 1994 y 2005, el jesuita español Luis María Roma Pedrosa, fotografió, filmó y abusó sexualmente de más de 100 niñas mientras era «misionero» en Bolivia, informa ElPais.com (18 de junio).
Al menos setenta de sus víctimas, la mayoría de ellas de la población indígena guaraní, están identificadas por su nombre en el diario de Roma.
Es el segundo diario de un jesuita pederasta en Bolivia, tras el del también español Alfonso Pedrajas. La investigación contra Roma comenzó en marzo de 2019 a petición de los jesuitas.
Roma, que estaba confinado a una silla de ruedas, falleció meses después en Bolivia, el 6 de agosto de 2019, a la edad de 84 años. Por ello, los archivos de la investigación permanecieron inéditos hasta ahora.
Antes de su muerte, Roma firmó una confesión ante notario: «Confieso, libre y voluntariamente, que en la época en que estuve destinado en la parroquia de Charagua, aproximadamente de 1998 a 2002, me dejé llevar, en algunas situaciones, por actos libidinosos, impropios de una persona religiosa, con niñas de entre ocho y once años, con las que tenía una relación pastoral.»
«Apóstol de los niños»
Luis Roma nació en Barcelona el 12 de septiembre de 1935. Ingresó en los jesuitas a los 18 años. Dos años más tarde, viajó a Sudamérica como misionero.
En 1987, Roma trabajaba como mano derecha del superior provincial, el padre Luis Palomera, un amigo de Barcelona. Palomera describió a Roma de esta manera: «Parece mostrar muy poco interés por lo que viven los demás. Vive en un mundo muy personal, segmentado y cerebral» y «trabaja en la sombra».
En 1994, un nuevo superior provincial nombró a Roma párroco y director de una nueva escuela en Charagua. Roma se consideraba «el apóstol de los niños» que «llenaba su furgoneta de niñas».
Describió con detalle cómo reunía a las niñas en grupos, se duchaba con ellas y les hacía fotos. Días después, volvía para mirar estas fotos y masturbarse.
Notas del diario
Extractos de las anotaciones del diario de Roma: «Podía tocarla en cualquier parte. Casi la devoraba con la boca. Mi mano en sus piernas y más arriba. Ella insistía en que quería galletas. Subimos y le hice casi veinte fotos. En la cama, sentada, de pie, arriba, abajo, todo».
Otro extracto: «Qué falta de capacidad para expresar lo que llevo dentro: la verdad es que me las comería» – «Las toco todas con las manos» – «¡Siento el calor de la zona íntima, con calor natural! Qué bonitas son estas chicas, desnudas huelen a jabón».
Roma también malversó dinero. Desvió fondos destinados por los jesuitas a obras humanitarias para comprar «regalos» a las niñas de las que abusaba. También utilizó fondos malversados para pagar a su socio más cercano, un joven que se convirtió en su chófer y compañero.
En noviembre de 1998, Roma anota en su diario «algunos problemas» sin describirlos en detalle. Admite haber pasado por «una época de problemas» a causa de su «pecado». Se «sentía destruido».
Sin embargo, se justifica con la famosa excusa soez de que «Dios me hizo como soy».
Hacia las Navidades de 1998 admitió su «falta de madurez» y quiso dejar de abusar de las niñas: «He empaquetado todo el maldito material de vídeo y he decidido no mirar ni excitarme ni vivir esa lujuria y lascivia». Escribió sobre su «obsesión» y su «emocionalidad enfermiza»: «Incluso parece que siento asco».
Pero 76 días después, Roma reanudó sus abusos, fotografiando y filmando a niñas en Charagua.
El diario termina en septiembre de 2000 con él reconociendo su naturaleza pedófila: «¿Qué puedo decir de la obsesión? Por el amor de Dios, a veces me asusto» – «¡Me veo como un ‘anormal’, como un acosador de niñas, como un violador en potencia, como un peligro para las pequeñas!»
Los superiores «no sabían nada»
El hermano de Roma, Francesco, otro jesuita, también está acusado con credibilidad de pederastia.
ElPais.com añade que existen cartas personales que indican que varios superiores en España y Bolivia conocían los abusos de los hermanos Roma en los años ochenta y noventa.
En 2006, Roma fue trasladado a Sucre, la capital de jure de Bolivia. Los superiores dijeron que fue por malversación de fondos, no por abusos.
En Sucre, un compañero jesuita descubrió el archivo de Roma, pero tardó diez años más en denunciar las fotos, sólo después de dejar a los jesuitas. El superior provincial de entonces, el padre Osvaldo Chirveches, le aseguró que «no sabía nada» de los abusos.
MADRID, ESPAÑA.
ELPAÍS/ESNEWS.