* Un querer sin querer es el tuyo, mientras no quites decididamente la ocasión. -No te quieras engañar diciéndome que eres débil. Eres… cobarde, que no es lo mismo. (Camino, 714)
El mundo, el demonio y la carne son unos aventureros que, aprovechándose de la debilidad del salvaje que llevas dentro, quieren que, a cambio del pobre espejuelo de un placer -que nada vale-, les entregues el oro fino y las perlas y los brillantes y rubíes empapados en la sangre viva y redentora de tu Dios, que son el precio y el tesoro de tu eternidad. (Camino, 708)
Otra caída… y ¡qué caída!…
¿Desesperarte?… No: humillarte y acudir, por María, tu Madre, al Amor Misericordioso de Jesús.
–Un «miserere» y ¡arriba ese corazón!
–A comenzar de nuevo. (Camino, 711)
¡Muy honda es tu caída!
-Comienza los cimientos desde ahí abajo.
–Sé humilde.
-«Cor contritum et humiliatum, Deus, non despicies».
–No despreciará Dios un corazón contrito y humillado. (Camino, 712)
Tú no vas contra Dios.
–Tus caídas son de fragilidad.
-Conforme: pero ¡son tan frecuentes esas fragilidades! -no sabes evitarlas- que, si no quieres que te tenga por malo, habré de tenerte por malo y por tonto. (Camino, 713)
Por SAN JOSEMARÍA.