* Sin vida interior, sin formación, no hay verdadero apostolado ni obras fecundas: la labor es precaria e incluso ficticia.
* –¡Qué responsabilidad, por tanto, la de los hijos de Dios!: hemos de tener hambre y sed de Él y de su doctrina. (Forja, 892)
A veces, con su actuación, algunos cristianos no dan al precepto de la caridad el valor máximo que tiene.
Cristo, rodeado por los suyos, en aquel maravilloso sermón final, decía a modo de testamento:
«Mandatum novum do vobis, ut diligatis invicem» –un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros.
Y todavía insistió:
«in hoc cognoscent omnes quia discipuli mei estis» –en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor unos a otros.
–¡ Ojalá nos decidamos a vivir como Él quiere ! (Forja, 889)
Si falta la piedad –ese lazo que nos ata a Dios fuertemente y, por Él, a los demás, porque en los demás vemos a Cristo–, es inevitable la desunión, con la pérdida de todo espíritu cristiano. (Forja, 890)
Agradece de todo corazón al Señor las potencias admirables…, y terribles, de la inteligencia y de la voluntad con las que ha querido crearte. Admirables, porque te hacen semejante a Él; terribles, porque hay hombres que las enfrentan contra su Creador.
A mí, como síntesis de nuestro agradecimiento de hijos de Dios, se me ocurre decirle, ahora y siempre, a este Padre nuestro:
serviam!» –¡te serviré!
(Forja, 891)
Por SAN JOSEMARÍA.