El día uno de enero está dedicado a la memoria de la VIRGEN como MADRE de DIOS. Las verdades afirmadas sobre la VIRGEN con categoría de dogma ofrecen un carácter especial a la Iglesia Católica, que añade por este hecho aparecer como signo de contradicción. Pocas verdades resultan, sin embargo, más notorias en los primeros capítulos de los evangelios. La VIRGEN MARÍA está asociada de forma única a los grandes misterios de DIOS, a los que nos va aproximando la revelación bíblica y la tradición de la Iglesia. Existe un gran entramado entre la experiencia de Fe del Pueblo de DIOS y los pronunciamientos doctrinales de la Fe oficial de la iglesia, que en determinados momentos se limita a dar forma de lo que piensa y siente el Pueblo de DIOS con respecto a la VIRGEN MARÍA. En el orbe católico será difícil encontrar una localidad que no haya hecho suya una advocación mariana o la proponga como creación propia del lugar. Localidades o países pueden tener como patrona a la Inmaculada Concepción, pero encontraremos advocaciones singulares que obedecen al lugar donde son veneradas como la Virgen de Covadonga, en Asturias; o la Virgen de la Cabeza, en Jaén. La piedad popular mariana opera como la reserva de aguas en el subsuelo: no se sabe el agua que existe, o si tan siquiera la hay, salvo que se utilicen los modernos instrumentos de exploración geológica. El único que posee un medidor adecuado de la Fe en el Pueblo es DIOS, pero da la impresión que donde existe una raigambre popular de la devoción hacia la VIRGEN MARÍA tenemos un tesoro escondido. La religiosidad popular mariana es portadora de un potencial desconocido, pues depende de lo dispuesto por DIOS a realizar por la intercesión maternal de MARÍA. JESÚS es Hombre-DIOS, y MARÍA es la MADRE, que aporta una humanidad que se torna muy especial en la unión con el VERBO, que es la Segunda Persona de la Santísima TRINIDAD. La VIRGEN MARÍA es la MADRE de quien tiene la misión encomendada desde la eternidad de constituir un Nuevo Pueblo de hijos muy grande: “miríadas de miríadas” (Cf. Ap 5,11). Innumerables hijos unidos a JESUCRISTO como el Primero o el Primogénito (Cf. Col 1,18); o también unidos a JESUCRISTO como Cabeza de la Iglesia, formando un solo Cuerpo (Cf. Ef 1,22-23). Algo especial y distinto debe existir en la obtención de la acción de la Gracia hacia los hombres cuando el evangelista san Juan señala el comienzo de la evangelización en la “Boda de Cana”. Recordamos que esta escena supone la intervención de la VIRGEN asociada a la Hora del SEÑOR: “MUJER, todavía no ha llegado mi Hora” (Cf. Jn 2,4). La expresión negativa para los oídos humanos fue entendida de otra forma por MARÍA, en el contenido profundo de aquellas palabras, que indica la obediencia al SEÑOR por parte de aquellos siervos y todos nosotros: “haced lo que ÉL os diga” (Cf. Jn 2,5). Las palabras y las expresiones se quedan a las puertas del misterio que se está desencadenando, pues a partir de aquel momento, comienza la revelación de la misión del VERBO de DIOS, se manifiesta su Gloria y comienza a crecer la Fe de sus discípulos en ÉL” (Cf. Jn 2,11). Este momento inaugural de la misión de JESÚS es imprescindible para aproximarnos al misterio del Plan de DIOS sobre la VIRGEN MARÍA en atención a todos los hombres. Aquel episodio clave de los comienzos del evangelio de san Juan cierra su exposición en los momentos previos a la muerte en Cruz de JESÚS: “MUJER, ahí tienes a tu hijo; hijo, ahí tienes a tu MADRE” (Cf. Jn 20,26-27). La voluntad testamentaria por parte de JESÚS no obedece a una causa circunstancial, sino que venía establecida dentro del Plan de DIOS para la Salvación de todos los hombres. La Redención es posible llevarla a cabo, sólo porque el HIJO de DIOS se hace hombre; pero su desenvolvimiento y aplicación tiene más actores, figurando en primer lugar el ESPÍRITU SANTO y la VIRGEN MARÍA. ELLA no es DIOS, pero es quien es, y la Iglesia con buen criterio en el último Concilio declaró: “la santísima VIRGEN MARÍA es nuestra MADRE en el orden de la Gracia”.
Nuevos propósitos
El ejercicio de parar la actividad para revisarla, descansar el espíritu, cobrar fuerzas y renovar objetivos, puede tener lugar una o más veces en el año, pero el inicio del mismo resulta indicado para ese cometido. También el camino cristiano se hace al andar, y la vida con sus circunstancias nos deja un margen de decisión. La franja personal en la que somos operativos y responsables debemos mantenerla. El grado de Fe, Esperanza y Caridad, que tengamos, sólo DIOS lo sabe; pero lo que percibimos de forma inmediata es la paz interior y la calidad de la misma. La Paz del SEÑOR no es mera tranquilidad o ausencia de estrés, que no es poca cosa. La Paz del SEÑOR es el resultado que en nosotros queda después de una Misa vivida con atenta presencia, un tiempo de oración real, o la atención dada al prójimo en el nombre del SEÑOR con verdadera empatía cristiana, que no es otra cosa que la Caridad activa. La paz que emerge proveniente de la meditación de la Palabra de la Biblia, constituye un pequeño acto de revelación singularizada, que el SEÑOR propicia y es fuente de una Paz especial. Los momentos de Paz interior son tangibles, y por tanto localizables en el tiempo. Además se puede identificar el medio por el que la Paz del SEÑOR llegó en un momento dado a nuestro corazón, renovó las fuerzas, insufló nueva Esperanza y disipó los nubarrones que pudieron haberse cernido en un tiempo anterior. Si somos olvidadizos para este tipo de mociones del ESPÍRITU SANTO y no las tenemos en cuenta, difícilmente abrigaremos un mínimo entusiasmo en el camino cristiano. Por eso, al final del año lo primero que ha de aflorar es la acción de gracias por los momentos como los anteriormente descritos, y otras acciones similares que son auténticos dones de la Misericordia de DIOS. Para el nuevo año que comienza no debemos cargarnos de propósitos, pues con toda probabilidad no los podremos llevar a cabo, y vendrá el desaliento con riesgo de echar la culpa a DIOS y abandono de lo que estábamos realizando. Aunque decimos que los tiempos están muy mal y el ambiente es hostil, sin embargo existen muchos medios a nuestro alcance para incorporar algún elemento a la rutina diaria y poner en movimiento las energías cristianas en la trama de nuestro entorno, que ahora mismo pueden estar dormidas. Puede bastar quince minutos de oración diaria, o el rezo del Santo Rosario para percibir cambios importantes en el conjunto de la jornada. El propósito semanal de leer una página del Nuevo Testamento y meditarla, supone abrir una puerta al canal más seguro para tocar la orla de la Sabiduría Divina. Para algunos de los lectores de estas líneas, lo expuesto resulta muy insuficiente, porque sus tiempos de oración son más dilatados, comparten la parte que consideran oportuna de sus ingresos, y mantienen una frecuente asistencia a la Santa Misa y Confesión frecuente. No todos tenemos el mismo ritmo, y nadie puede considerarse más avanzado en el camino cristiano, por lo que a todos nos toca pedir luz para mejorar en la ascesis espiritual, que nos ayude al conocimiento y cercanía con DIOS.
Mirada sapiencial
La primera lectura de este domingo es del libro del Eclesiástico, que forma parte de los libros sapienciales dentro del canon católico de la Biblia. En su día los judíos excluyeron este libro por no estar escrito en lengua hebrea, que es la considerada como la lengua sagrada, pero en los descubrimientos de las cuevas de Qunram (1948) apareció un rollo completo del libro del Eclesiástico en lengua hebrea, dando a entender que entre el grupo religioso que vivió en aquellos lugares se consideraba al Eclesiástico como un libro sagrado y revelado. Los versículos que vienen en la primera lectura de este domingo nos remiten a la acción creadora de la SABIDURÍA. Todavía estos textos, pertenecientes al siglo segundo (a.C.) tratan de manera antropomórfica a la SABIDURÍA de DIOS, sin embargo este nivel de revelación encuentra todo su contenido a la luz del Nuevo Testamento.
Una nueva mirada hacia la Creación
Las distintas versiones de la Creación dentro de la Biblia se relacionan entre sí. La arquitectura del primer relato de la Creación (Cf. Gen 1,1ss) no contradice la forma más arcaica del relato contenido en el capítulo segundo, que se prolonga en el tercero con las escenas del primer pecado del hombre (Cf. Gen 2 y 3). En el primer relato, DIOS actúa mediante su palabra de modo preciso y ordenado: los cielos y la tierra quedan concluidos en seis días con un séptimo día para el descanso sabático, que orienta hacia la adoración para llevar al hombre al descanso de DIOS. En el segundo relato, DIOS otorga al hombre un protagonismo que no aparece explícito en el primer relato. La tierra todavía está por cultivar y los animales tienen que ser reconocidos y nombrados por el hombre, para que formen parte de una Creación que tiene al hombre como centro de la misma. DIOS en este segundo relato no deja de mantener un contacto directo con el hombre y se dice poco del contenido de esta relación entre DIOS y Adán. Los libros sapienciales contienen textos que ofrecen una revelación que dan contenido al modo de manifestarse DIOS en la Creación y en la vida concreta de los hombres. La SABIDURÍA es una pero se diversifica sorprendentemente en una variedad indefinida para asistir a cada una de las criaturas en sus necesidades, y de modo especial a cada hombre en particular. El texto de este domingo se anticipa sorprendentemente a la manifestación mesiánica de JESUCRISTO. ÉL mismo lo corroborará con su testimonio: “las obras de la SABIDURÍA dan testimonio de SÍ misma” (Cf.Mt 11,17).
La SABIDURÍA está presente
DIOS no se contenta con dar a entender que el diseño de todo lo que vemos con nuestros ojos e inteligencia le pertenece. En todo lo creado aparece un orden y precisión minuciosa, que pareciera haber sido diseñado por la más precisa de las inteligencias, como así ocurre. Cualquier descubrimiento de los científicos es posible porque de forma incipiente van sincronizando sus cálculos, métodos y resultados matemáticos a unas estructuras dadas en la Creación, que son absolutamente previas a sus previsiones y cálculos. Es una vía por la que DIOS se deja descubrir, aunque muchos de estos personajes de la ciencia parecen creerse que son ellos mismos los han hecho el diseño previo de todo, cayendo en la más estúpida de las soberbias. Pero, como decíamos anteriormente, DIOS no se contenta con reflejar en todo su plan y diseño, sino que desde siempre dispuso entrar en lo antojadizo y ocasional, a veces caótico, del acontecimiento humano, y de esa forma demostrarnos que ÉL es SABIDURÍA creadora y SABIDURÍA providente con el hombre, y su interlocutor válido en todo lo que ha sido realizado por ÉL. “La SABIDURÍA hace su propio elogio, en medio de su Pueblo se gloría” (Cf. Eclo 24,1). En la visión del Eclesiástico, la SABIDURÍA tiene las características de un atributo divino, pero a luz del Nuevo Testamento lo revelado allí puede atribuirse a DIOS mismo, que se manifiesta en el HIJO dando cuenta en grado supremo de lo contenido en el libro revelado. Ciertamente, la SABIDURÍA se acredita por su obras y palabras en medio de los suyos. Se mantiene en todo momento la doble dirección que identifica a la SABIDURÍA como acción creadora de DIOS y su manifestación restauradora o redentora.
La SABIDURÍA se manifiesta en la PALABRA
“”La SABIDURÍA en la asamblea del ALTÍSIMO abre su boca; delante de su PODER se gloría” (Cf. Eclo 24,2). En JESUCRISTO que es la PALABRA hecha carne, DIOS desciende dando experiencia de SÍ mismo a los hombres. La sabiduría en JESÚS no es un concepto, sino la Vida Divina que hace saber a los hombres de las cosas de DIOS. Podemos entender este versículo como la manifestación del VERBO ante la asamblea de los Ángeles convocados antes y después de la Encarnación, muerte y Resurrección. DIOS revela por su PALABRA a los suyos más cercanos que son los Ángeles su Plan de Salvación; y a esa misma asamblea el VERBO retorna con el éxito de la misión cumplida. El libro del Apocalipsis se encarga de ofrecernos de forma simbólica las escenas en las que el CORDERO comparece como el REDENTOR.
El VERBO no está solo
“YO salí de la boca del Altísimo y cubrí como niebla la tierra” (Cf. Eclo 24,3). En el primer relato de la Creación se declara la presencia del “RUAH” que actúa y ordena el caos inicial (Cf. Gen 1,1). El Aliento Divino no deja de acompañar la acción de la PALABRA o VERBO –dijo DIOS- a lo largo de los procesos que van poniéndose en marcha para dar a toda la Creación orden, dinamismo y finalidad. El Eclesiástico conjuga en este versículo la acción conjunta de la PALABRA y el RUAH de DIOS, que al modo de la niebla cubre toda la tierra a manera de una gran acción gestante que bajo su influencia da vida y forma a todo lo que existe.
La SABIDURÍA actúa con PODER
“YO levanté mi trono en las alturas, y mi trono era una columna de nube” (Cf Eclo 24,4). La columna de nube es el símbolo de la unión permanente entre el Cielo y la tierra, por la que el PODER de DIOS, en este caso su SABIDURÍA, mantiene su PRESENCIA. La SABIDURÍA que es DIOS da a los hombres la conciencia de su existencia sostenida por DIOS mismo, ofreciendo el carácter de lo divino a la actuación del hombre en este mundo. El hombre por la acción de DIOS está pensado para superar la animalidad y realizar la transformación personal como verdadero hijo de DIOS. El PODER prudente que imprime el ESPÍRITU SANTO da como resultado el milagro de unas transformaciones, que el hombre por sus fuerzas jamás puede realizar.
Israel es la casa de la SABIDURÍA
“El CREADOR me dijo: pon tu tienda en Jacob” (Cf. Eclo 24,8). Después de realizar todas las obras, la SABIDURÍA busca el descanso y lo encuentra en Israel. “Sola –la SABIDURÍA- recorrí la redondez del Cielo y por las honduras del abismo pasee… Todo pueblo y nación era mi dominio; y entre todas estas cosas buscaba reposo, una ciudad donde instalarme” (Cf. Eclo 24,5-7). Con este lenguaje alegórico el autor bíblico va siguiendo los pasos de la acción creadora del primer relato del Génesis. Nada escapa a la acción y presencia de la SABIDURÍA, y de ELLA extraemos los hombres la experiencia espiritual que necesitamos para superar la animalidad de la propia vida: “el hombre rico e inconsciente es como un animal que perece” (Cf. Slm 48,21). En este mismo Salmo se nos dice que la vida está en proceso de rescate: “es tan caro el rescate de la vida, que nada bastará para pagar sin bajar a la fosa” (Cf. Slm 48,9-10). Sólo DIOS puede librar al hombre de hundirse en la corrupción de la dimensión carnal de su ser: “bendeciré al SEÑOR que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al SEÑOR, con ÉL a mi derecha no vacilaré; por eso se me alegra el corazón y se gozan mis entrañas; porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción (Cf. Slm 15,7-10). Es DIOS y sólo ÉL quien impide al hombre terminar como el común de los animales que pueblan la faz de la tierra.
La SABIDURÍA echa raíces en Israel
Definitivamente, la Encarnación, vida, muerte y Resurrección de JESUCRISTO, lo hacen perteneciente para siempre del Pueblo elegido por DIOS: “he arraigado en un Pueblo glorioso, en la porción del SEÑOR” (Cf. Eclo 24,12). Las palabras de JESÚS marcaron el nuevo comienzo: “diles a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán” (Cf. Mt 28,10). Las cosas partían de nuevo, pero no de un punto cero, sino de una situación espiritual totalmente nueva donde el Reino había sido predicado con SABIDURÍA y tenía raíces suficientes para desarrollarse. Como los cedros del Líbano en la Alta Galilea, así crecerán las plantas de la Nueva Sabiduría. Como las palmeras de toda aquella comarca el Evangelio ofrecerá la sombra restauradora y los nuevos frutos para cobrar fuerzas. No le falta a la Nueva Sabiduría la fragancia de los perfumes espirituales que eleven el alma por encima de las miserias de este mundo, sin la vaga intención de narcotizar o evadir. Las fuerzas del hombre son limitadas y la SABIDURÍA se ofrece como la fuente fiable de la que se bebe sin quedar contaminado. En un lenguaje poético los versículos siguientes de este texto del Eclesiástico (Cf. Eclo 24,12-16) ofrecen una correspondencia con los frutos de la evangelización, que nos alcanza a nosotros y promete continuar hasta que concluya el paso del hombre por este mundo: “Sabed que YO estoy con vosotros hasta el fin del mundo” (Cf. Mt 28,20)
Prólogo del evangelio de san Juan
Un prólogo se lee al principio de una obra, pero se escribe al finalizar la misma para ofrecer una impronta global del contenido que sigue; de la misma manera ocurre con el Prólogo al evangelio de san Juan que fue escrito alrededor del año cien. Los dieciocho versículos iniciales del Evangelio constituyen una síntesis doctrinal y una profesión de Fe, o un credo, que las comunidades ligadas al apóstol san Juan profesaban. A lo largo de veintiún capítulos se desarrollan las grandes verdades compendiadas en el Prólogo.
Sólo el VERBO puede hablar del PADRE
Con la Encarnación del VERBO, DIOS se desentraña, lo que pertenece a lo más íntimo de DIOS se revela, manifiesta y da a conocer. La categoría de la que parte el evangelio de san Juan es el testimonio del VERBO, o HIJO de DIOS, de sus obras y palabras. “En el principio existía la PALABRA, y la PALABRA estaba junto a DIOS; y la PALABRA era DIOS” (v.1). Los evangelios no desarrollan tesis de filosofía, y los términos empleados pueden resultar escasos a primera vista, por lo que es preciso contemplarlos dentro del conjunto de verdades que construyen el edificio religioso. El concepto de “principio” aquí no es temporal, sino un indicador de fundamento atemporal. La EXISTENCIA divina se sustenta en el principio básico de la comunión entre el PADRE y el HIJO en el ESPÍRITU SANTO. Esta es la cota máxima de revelación sobre DIOS, a la que ninguna religión pudo llegar, sencillamente porque el VERBO vino al mundo en la tradición del Judaísmo. Tenemos en el Antiguo Testamento aproximaciones al ser trinitario de DIOS, pero en momento alguno una revelación explícita como se recoge en el evangelio de san Juan. El VERBO se encuentra junto a DIOS pero en una posición receptiva frente al PADRE, que lo genera como HIJO incesantemente en el AMOR unitivo del ESPÍRITU SANTO. Y Juan concluye este primer versículo afirmando que el VERBO es DIOS, por tanto de la misma naturaleza divina que el PADRE, como rezamos en el Credo.
El VERBO en JESUCRISTO crea cosas nuevas
La Creación ya está formada y sostenida con un dinamismo que la conduce hacia su fin último dentro del Plan de DIOS. Pero JESUCRISTO crea cosas nuevas, que antes no existían. JESÚS trae al mundo un Bautismo en el ESPÍRITU SANTO que antes no existía, que hace al hombre “nacer de lo alto” (Cf. Jn 3,7); y establecer en su interior un santuario en el que puede adorar al PADRE con verdad (Cf. Jn 4,23). El PAN de VIDA no existía antes de la aparición del VERBO hecho hombre en medio de nosotros (Cf. Jn 6). Antes que el VERBO hecho hombre en JESÚS de Nazaret apareciese, el destino de los difuntos era el inframundo espiritual del Sheol; pero después de la Resurrección, se establecieron unos sitios en el Cielo del todo nuevos, para los que acepten el camino trazado por JESÚS: “Me voy a prepararos sitio, para que donde YO estoy estéis también vosotros”. En la casa de mi PADRE vamos a establecer muchas moradas” (Cf. Jn 14,1ss). Se dispone en el mundo un principio de perdón de los pecados que no existía anteriormente, porque el ESPÍRITU SANTO es dado a los hombres de forma nueva (Cf. Jn 20,22). El REDENTOR dejó en el mundo elementos espirituales suficientes para la transformación de la condición humana, dándole el impulso iniciado en la Creación.
Todo se hizo por la PALABRA
“Todo se hizo por ELLA y sin ELLA no se hizo nada de cuanto existe” (v.3) De dos maneras podemos entender este versículo: la primera se limita a reconocer la presencia del VERBO en la acción creadora de DIOS según el primer relato del Génesis, “y dijo DIOS”. De forma repetida el autor sagrado insiste que todo es fruto del poder de la PALABRA divina. El segundo sentido, complementario del primero, da a entender que todo lo creado está en función del HIJO y de forma especial a su imagen. Porque el PADRE ama al HIJO, su AMOR desbordante se plasma en una creación inmensa, de la que quiere hacer partícipes de manera especial a los hombres con experiencia singular del AMOR existente entre las Personas Divinas.
Criaturas capaces de una aspiración por DIOS
En la Creación presente quienes tienen capacidad para tener experiencia de encuentro con DIOS son los Ángeles y los hombres. En ellos reside la Vida y la Luz del VERBO de forma especial. “En el VERBO estaba la Vida y la Vida era la Luz de los hombres” (v. 4). La condición humana y la naturaleza angélica están preparadas para recibir una Vida que trasciende la vida natural, que es un pálido reflejo de la verdadera Vida semejante a la Vida existente entre el PADRE y el HIJO: “de la misma forma que YO vivo por el PADRE, el que me coma, vivirá por MÍ” (Cf. Jn 6,57). La Vida Nueva trae consigo una nueva conciencia que es la luz que asiste al hombre nuevo.
La LUZ vence a las tinieblas
Como en el primer día de la Creación, también aquí aparecen las tinieblas creando una oposición frontal a los hijos de la LUZ: “la LUZ brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron” (v.5). El campo para la batalla esta en este mundo, en el que la serpiente primigenia no cesa de perseguir a los hijos de DIOS, aunque sabe que le queda poco tiempo, porque su sentencia está dictada (Cf. Ap 12,12). Las tinieblas comprenden tanto la influencia satánica como las acciones dañinas realizadas por los hombres de forma deliberada. El mal realizado engendra sombras, pesimismo, desesperanza, negatividad, envidia, odio, venganza. La oposición de la LUZ resulta irritante para la mirada aviesa.
Bondad natural del hombre
“El VERBO es la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” (v.9). Una catástrofe espiritual de dimensiones insospechadas debió tener lugar para dejar al corazón humano tan lesionado en el orden moral, pues los niveles de mal y perversión en el mundo se antojan insoportables en cualquier época. La Luz tiene que ganar una batalla fundamental en el corazón humano, para que irradie al mundo el bien necesario. Terribles son las palabras del SEÑOR en el profeta Jeremías: “nada más hipócrita y enfermo que el corazón del hombre”. No obstante, asistimos con cierta frecuencia al milagro de la conversión, en el que DIOS como cirujano divino opera transformaciones que sólo ÉL puede llevar a término.
El vértice del drama
El VERBO transita desde la interioridad de DIOS, que es su medio propio y se expropia de su hogar celestial para llegar a un ámbito totalmente distinto. San Pablo lo refleja perfectamente en el himno recogido en la carta a los Filipenses (Cf. Flp 2,6-7). San Juan, en este Prólogo, lo sintetiza en una frase: “vino a su casa, y los suyos no lo recibieron” (v.11). El MESÍAS estaba destinado a fijar su residencia en Jerusalén, en la Ciudad Santa y de forma especial en el lugar más santo, el Templo, debía ser recibido y reconocido. Las cosas, como bien sabemos, no fueron por esa vía. El rechazo de los de su casa también conocemos su desenlace: JESÚS es excluido y muere fuera de los muros de la Ciudad Santa. El hecho de la Resurrección es el aval con el que el PADRE sigue diciendo: “Este es mi HIJO amado, y en ÉL tengo todas mis complacencias” (Cf. Mt 3,17).
La victoria es de DIOS
Cada persona tendrá que pronunciarse frente a JESÚS en un momento u otro de su existencia; en este mundo o en los prolegómenos de las decisiones definitivas en el más allá. La decisión es recibir a JESÚS como el SALVADOR o rechazarlo. Ahora en este mundo, con todas las dificultades propias de la pugna del pecado por imponerse, sin embargo es posible la experiencia de vivir la condición de los hijos de DIOS por el Bautismo y el seguimiento de JESÚS. Para crear y extender el grupo de discípulos vino JESÚS. Pero no debemos olvidar que DIOS tiene recursos desconocidos para nosotros, mediante los cuales puede hacerse presente a los de otras religiones, o a las personas cuyas circunstancias en la vida supusieron una ceguera total para encontrar el camino de la luz y de la vida en JESUCRISTO. “A todos los que lo reciben, les da poder de hacerse hijos de DIOS, a los que creen en su Nombre. Estos no nacen de carne o de sangre, sino de DIOS” (v.12-13).
Morada permanente
“El VERBO se hizo carne, y habita entre nosotros” (v.14). La Nueva Tienda del Encuentro contiene el Nuevo Maná que es la EUCARISTÍA; esto es, substancialmente el mismo CRISTO con su humanidad glorificada y la Divinidad. Y la promesa es firme durante todo el tiempo de la existencia del hombre en este mundo. A pesar de todos los inconvenientes, la acción de la Gracia sigue su camino de perfeccionamiento de muchas personas que tienen al SEÑOR como el centro de su vida y se alimentan de ÉL.
La Gloria del SEÑOR
A pesar de todos los inconvenientes, en la Iglesia hemos contemplado la Gloria del SEÑOR, que sigue caminando con su Pueblo en medio de grandes dificultades. También nosotros podemos decir: “hemos contemplado su Gloria, Gloria que recibe del PADRE como HIJO único, lleno de Gracia y de verdad” (v.14). Los apóstoles fueron testigos de excepción de la Resurrección del SEÑOR, junto con otras muchas personas, de las que san Pablo menciona quinientas que contemplaron al RESUCITADO en una aparición cuando estaban todos reunidos. A lo largo de la Historia de la iglesia, los cristianos tenemos la oportunidad de asomarnos a la Gloria del RESUCITADO y tocar la orla de su manto con beneficios inmediatos para nuestras vidas. La Gloria del SEÑOR reposa sobre la comunidad reunida y es reconocible por sus gracias de sanación y liberación.
Gracia tras Gracia
“De su plenitud, todos hemos recibido Gracia tras Gracia” (v.16). El RESUCITADO ha vencido, y en ÉL están todas las gracias o dones para los hombres, que cada uno irá recibiendo de forma gradual: “Gracia tras Gracia”. Los dones para cada persona y época son distintas, aunque algunas gracias no pueden faltar, porque de ellas depende la vida cristiana en sí misma. No se puede prescindir de las virtudes teologales en la Iglesia para cada uno de los cristianos, o de los dones del ESPÍRITU SANTO. Pero en un momento determinado surgieron los carismas religiosos para la enseñanza, que en la actualidad no son relevantes, salvo en casos muy determinados.
La Ley era insuficiente
“La Ley fue dada por Moisés; la Gracia y la Verdad nos vienen por JESUCRISTO” (v.17) Esta afirmación en el Prólogo señala el factor diferencial del Cristianismo con respecto a la religión de los mayores. La Ley debió servir para preparar los corazones a la venida del MESÍAS, pero no fue así. Quedó del todo comprobado que la Ley era absolutamente insuficiente para alcanzar lo que DIOS pedía a sus hijos. Es la acción de la Gracia o la transformación realizada por el ESPÍRITU SANTO lo que confirma el cambio y la transformación del hombre en hijo de DIOS conforme a su Designio eterno.
Conclusión del Prólogo
“A DIOS nadie lo ha visto jamás; el HIJO único, que está en el seno del PADRE, ÉL lo ha contado” (v. 18). El Prólogo cierra con esta frase, que propone un punto de partida para revisar toda la Escritura, pues desde Abraham, pasando por Moisés y los profetas, todos ellos fueron hombres privilegiados y cercanos a DIOS. Sus palabras tienen la solidez de la mencionada proximidad, pero existe una distancia inmensa con el testimonio de JESUCRISTO, que es el HIJO, el ENVIADO por el PADRE. Así JESÚS le dice a Pilato: “SOY REY, para esto he venido, para dar testimonio de la VERDAD” (Cf. Jn 18,37). Nadie puede decir una palabra sobre DIOS más verdadera que el VERBO conocedor de la intimidad misma de DIOS por ser uno de la TRINIDAD.
Carta a los Efesios 1,3-6,15-18
La doctrina de san Pablo sigue presente en la carta a los Efesios. JESUCRISTO, su revelación y misterio, es el eje de toda la doctrina, que llega a los creyentes por la acción expresa del ESPÍRITU SANTO. La comunidad debe vivir y experimentar los diversos carismas y ejercer los distintos ministerios, que la hacen crecer y fortalecerse frente a los embates del mundo, pues de forma declarada opone un frente sin cuartel. El cristiano por su adhesión a JESUCRISTO adquiere una dignidad nueva, como hijo de DIOS, y está en su mano hacerla valer frente a las fuerzas disuasorias de este mundo. El cristiano debe comportarse manifestando un verdadero conocimiento de las cosas espirituales, sin dejarse arrastrar por las modas y eslóganes del mundo. La sociedad pagana del siglo primero no era menos agresiva que la presente, aunque las posiciones estaban bien identificadas, porque los cristianos de las primeras generaciones se presentaban con la fuerza y radicalidad del converso.
Confesando quién es DIOS
“Bendito sea DIOS y PADRE de nuestro SEÑOR JESUCRISTO, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos en CRISTO” (v.3). El politeísmo de todos los tiempos obedece a la pretensión permanente por parte del hombre de manejar a su antojo las fuerzas metafísicas o espirituales a las que cree tener acceso. El espiritismo hace creer al hombre que maneja a su antojo las fuerzas espirituales que parecen moverse por encima de él; pero el hombre adopta poses de una astucia calculada para someter a los espíritus con los que considera ha entrado en contacto. Mediante sacrificios u orgías el hombre de todos los tiempos piensa que las fuerzas espirituales que operan en este mundo responderán de buen grado a sus ofrendas y excesos, que acaban con frecuencia en la aberración. El hombre puede verse sumergido en una verdadera narcosis psicoespiritual, sin dejar excluidas las drogas físicas para acentuar los estados alterados de conciencia. Lo que hoy se puede encontrar en este campo de las supersticiones aberrantes, estaba presente en el momento que aparece el Cristianismo. La confesión de un solo DIOS, que favorece al hombre, sin necesidad de todo lo anterior es revolucionario y los espíritus mejor preparados van a ser receptivos al mensaje. No obstante las cadenas que han de romperse exigen una fortaleza de carácter superior a la convicción personal fruto de la aceptación del Mensaje. El poder carismático bajo la acción del ESPÍRITU SANTO dará un verdadero renacimiento a muchas personas, que actuarán como testigos del poder liberador dado por el nombre de JESUCRISTO. No es posible pensar en la expansión del Cristianismo en los comienzos, sin una poderosa acción del ESPÍRITU SANTO. Ciertamente, los Cielos se han abierto gracias a la muerte y Resurrección de JESUCRISTO y una fuente inagotable de gracias vinieron sobre las primeras comunidades cristianas, que estaban siendo recintos de otra manera de vivir y de creer. Los ídolos en sí mismos no eran nada, pero detrás de los ídolos residía la fuerza de los demonios, que san Pablo desenmascara en distintas ocasiones. La batalla espiritual está declarada y les toca a los cristianos empuñar las armas de la Fe como señala el apóstol en esta misma carta.
Somos sus hijos
“Por cuanto nos ha elegido antes de la fundación del mundo para ser santos e inmaculados en su Presencia, en el AMOR” (v.4). Es DIOS quien da la dignidad al hombre. Cuanto más se realce el señorío de DIOS sobre todos, el hombre cobrará más importancia. Una vez que palidece la Presencia de DIOS, el hombre inicia su propio ocaso. Los momentos presentes constituyen una buena muestra. Nietzsche vino a decir que “DIOS ha muerto porque lo hemos matado”, y en gran medida tenía razón en su locura psicopática. Lo que no advirtió es que detrás de haber matado a DIOS socialmente, también acontece la muerte del hombre. Algunos “superhombres” dispuestos así por ellos mismos, declaran que el hombre es el problema en el planeta. Progresivamente se va inoculando que el hombre es un animal entre el resto de los animales a los que debe dotarse de derechos en las nuevas constituciones nacionales. El hombre actual hay que reducirlo a arcilla maleable para avanzar en el transhumanismo. La actual muerte de DIOS lleva consigo el ocaso del hombre a manos de otros hombres erigidos como poderes déspotas, que pretenden determinar los destinos de cientos de millones de sus semejantes: ¿lo conseguirán? Mientras tanto, los cristianos miramos de nuevo, y dos mil años después, a las Escrituras para reconocer en ellas la dignidad que DIOS nos concede, y tenemos que admitir que sigue siendo el Cristianismo la tabla de salvación de la deriva que la Sociedad Occidental está tomando. DIOS nos ha pensado y nos creó conforme a su pensamiento, que plantea para nosotros una relación de Amor, con el fin de perfeccionarnos en su santidad. Comparado con los tiempos cósmicos y evolutivos, el tiempo bíblico que describe en la historia al hombre pensado por DIOS es relativamente breve, pero suficiente para saber lo que DIOS quiere de nosotros, y los rasgos que ÉL desea encontrar en nuestra personalidad espiritual. El humanismo posmoderno en el que nos encontramos piensa sólo en dar rienda suelta a las pulsiones más primarias del individuo y omite en todo momento el desenvolvimiento y cultivo de las virtudes, porque es muy distinto dar rienda suelta a los impulsos, que ejercitar un acto de voluntad para conseguir una virtud conscientemente. La inteligencia entraría en escena y tomaría el control de las distintas pulsiones para disponerlas en función de la virtud deseada. El ejercicio de la virtud libera, porque consigue parcelas de libertad y dominio personal. La conducta llevada por los impulsos primarios reducen automáticamente el campo de la liberad personal, que se verá arrastrada con más ímpetu por el impulso desbocado. Esto último no es lo que DIOS ha pensado para el hombre.
Somos hijos en el HIJO
“DIOS nos ha elegido para ser sus hijos adoptivos por medio de JESUCRISTO, según el beneplácito de su voluntad” (v.5) Todas las formas de relación con DIOS expuestas en el Antiguo Testamento quedan muy lejos frente a la nueva vinculación del hombre con DIOS por medio de JESUCRISTO. El cristiano tiene por delante una doble tarea en el campo espiritual: por un lado caminar en el ejercicio de las virtudes; y por otro, quizá más importante, recibir el don progresivo de la investidura como hijo que el HIJO debe concedernos. Esto último plantea un fondo religioso del todo nuevo para el hombre destinado a crecer hasta alcanzar la medida de CRISTO en el propio sujeto. Misterioso proceso de cristificación, que JESÚS señaló en el discurso del PAN de VIDA (Cf. Jn 6). En el Adviento hemos rezado y reconocido que “DIOS está cerca”, con la Navidad decimos que “DIOS se vuelve íntimo”, porque renace nuevamente sin dificultad alguna para realizar ese renacimiento cuantas veces queramos o sea necesario. Este año que estamos iniciando vuelve a ser un tiempo de Gracia con un caudal de bendiciones, si cabe, más abundante, porque el SEÑOR no desatiende a sus hijos en sus necesidades.