En el décimo consistorio ordinario celebrado este 7 de diciembre, el Papa Francisco creó 21 nuevos cardenales de diversas nacionalidades, entre ellos cinco latinoamericanos, listos para integrar el más famoso e influyente grupo que colabora con el pontífice de la Iglesia católica. Así el número de cardenales se eleva a 253, de esos 113 son no electores y 140 son electores menores de 80 años que, según la normativa de la Iglesia, participarían en un cónclave para elegir al nuevo Papa; de esos electores, 110 deben su nombramiento al actual pontífice.
Desde luego, el impacto global de los nuevos cardenales tiene una trascendencia importante. Llamados de la Iglesia de las periferias, Francisco destacó las particularidades de cada uno “representan la catolicidad de la Iglesia” con un objetivo singular: “el Señor los llama a ser testigos de fraternidad, artesanos de comunión y constructores de unidad”.
Desde el inicio de su pontificado, el actual Papa ha tenido por política desviar lo que antes era una especie de tradición. Los cardenales ya no ocupan las sedes que normalmente eran destinadas a esa distinción; ahora, lugares recónditos y diócesis lejanas pueden ser distinguidas cuando el Papa fija los ojos en iglesias minoritarias o casi inexistentes; a la vez, la imposición del capelo también es signo de deferencia por la notable carrera eclesiástica de un obispo o sacerdote. La Iglesia de México así lo ha experimentado cuando Francisco reconoció a los arzobispos Alberto Suárez Inda, emérito de Morelia; Sergio Obeso Rivera, emérito de Xalapa y Felipe Arizmendi Esquivel, emérito de San Cristóbal de Las Casas.
El futuro de la Iglesia pasa por las decisiones que estos 140 electores realicen cuando el Papa Francisco deje de serlo. Estos tiempos, la Iglesia católica debe tomar el camino correcto cuando la confusión e ideologías parecen someterla y así despreciar el Evangelio entregándolo a esas falsas causas que quieren desterrar a Dios de la faz de la Tierra.
Sin embargo, las tentaciones son muy humanas y el Papa se los ha recordado. Dejar el título de la “Eminencia” para hacerse servidor de todos lo que implica que un cardenal debe ser el último y el primero: Humildad y servicio.
Para México, la cosecha de cardenales se encuentra en un momento que podría parecer de sequía. Los arzobispos de Guadalajara y México son los electores a un cónclave y ambos han llegado a la edad de renuncia canónica, los 75 años. Nadie conoce si el Papa pudiera favorecer a la Iglesia de México con un cardenal que denote influencia, liderazgo y, sobre todo, un compromiso radical por el evangelio, no por facciones políticas, privilegios o autorreferencialidades que ahora le están corroyendo, sumiéndola en la descristianización y en el relativismo.
“Seguir el camino de Jesús significa ante todo volver a Él y ponerlo de nuevo en el centro de todo. En la vida espiritual como en la pastoral, a veces corremos el riesgo de concentrarnos en lo superfluo, olvidando lo esencial. Con demasiada frecuencia las cosas secundarias toman el lugar de lo que es necesario, las exterioridades prevalecen sobre lo que realmente importa…” ha dicho el Papa en el consistorio.
Efectivamente, si la Iglesia quiere sobrevivir, el centro está en Aquel que nos ha dicho “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. En Él está el futuro, no en lo que otros quisieran que sea la Iglesia, una cueva ocupada por esos que la quieren ver como lugar “donde todos caben”, incluso sus enemigos que la buscan destruir.