El Evangelio de hoy nos muestra el final del discurso del Pan de vida; contiene el séptimo diálogo de Jesús; en este discurso había tenido cuatro diálogos con la multitud, dos con los judíos y ahora con sus discípulos. Jesús escandaliza a sus oyentes, muchos de los discípulos que lo escuchaban lo abandonan. Jesús los ha maravillado con sus milagros, su estilo de vida, pero ahora se escandalizan cuando Jesús dice: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”. Las murmuraciones, la incomprensión, se hacen más fuertes, incluso entre sus allegados. Recordemos que el Evangelista San Juan dice: “Desde entonces, muchos de sus discípulos se echaron para atrás”. Jesús nota la incomprensión de sus palabras, descubre que algunos empiezan alejarse, se apodera de ellos el desánimo, viene la desbandada. Jesús al ver que lo abandonan, que se alejan, no abarata la propuesta, sino que interroga a los más cercanos, a sus Apóstoles, diciéndoles: “¿También ustedes quieren dejarme?”. Jesús está dispuesto a quedarse solo antes que pactar sobre las condiciones de su seguimiento. Sus palabras no esperan aplausos ni consiente negociaciones, el compromiso es sin condiciones. Él no dejó indiferente a nadie, cuando tuvo que hablar alto y claro, lo hizo, y además lo hizo sin miramientos y sin tener en cuenta a sus más allegados. Quería seguidores de vida sacramental activa, de oración para sobreponerse a las tentaciones diarias, de grandeza de corazón, de claridad en la mente y largueza en las manos.
Ante aquella interrogante, la respuesta de Pedro que engloba la de aquellos doce, fue:
“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”. Pedro prefiere permanecer unido a su Maestro, aunque sus palabras sean incomprendidas e intratables; prefiere esa realidad a seguir a maestros comprensibles, que dicen palabras domesticadas o dulzonas al oído de sus oyentes; maestros que mienten, que abaratan su discurso para ganar adeptos.
Jesús ha terminado su discurso que escandaliza, pero invita a tomar una decisión: a seguirlo con todos sus riesgos o dejarlo y seguir con la monotonía de la vida. Pedro encabezando a los doce no lo abandona, ya que Jesús tiene “palabras de vida eterna”; se dan cuenta que no hay a dónde ir fuera de Jesús; aunque no comprenda del todo aquel discurso, esas palabras que debieron sorprender al mismo Pedro: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”. Debió pensar: ¿Cómo que su carne es verdadera comida? ¿cómo se podrá comer la carne de una persona?; pero también descubre, que Jesús ha pronunciado palabras de vida eterna; quizá se pregunte: ¿A dónde ir que no sea Jesús?.
El Señor con su Evangelio nos sigue interpelando, nos sigue preguntando: “¿También ustedes quieren dejarme?” Recordemos que no bastan las palabras, no es suficiente permanecer creyendo que somos católicos, si sólo acudimos a Misa cuando ‘nos nace’ o cuando acudimos a recibir los sacramentos por compromiso. No se permite eludir refugiándose en la neutralidad, Jesús no impone nada, Él quiere voluntarios. El comprometerse con Él, implica el rechazo implícito de los ídolos, los ídolos mienten y engañan; hoy en nuestro mundo con las ideologías se nos quiere hacer creer que la mentira es la nueva verdad. Hermanos, el comprometerse con Jesús implica el rechazo implícito de los ídolos y seguir sólo a Jesús, única Verdad.
Nuestra sociedad le está dando la espalda a Dios y a su proyecto de vida, donde muchos sin decir de manera explícita que abandonan a Jesús, se apartan de su Iglesia, con sus actitudes muestran ese alejamiento; viven con indiferencia ante Dios y hacia lo que les acontece a los demás. El vivir una fe al gusto, también es abandonar al Maestro; es hacer la doctrina a mi medida; es seguir fingiendo que somos cristianos, pero poniendo condiciones a lo que digo creer.
Pero hay una pregunta que debe interpelarnos a todos los que nos decimos cristianos o seguidores de Jesús, de manera especial a los Agentes de Pastoral: ¿Por qué nos quedamos? ¿Por qué sigo siendo católico en un mundo descristianizado? ¿Por qué sigo en esta Iglesia habiendo tantas opciones? ¿Realmente para mí Jesús tiene palabras de vida eterna o sigo aquí por costumbre?. Es importante que ante la pregunta: ¿Por qué nos quedamos? demos una respuesta razonada, pensada, meditada. Recordemos que no bastan las palabras o respuestas si no están respaldadas con nuestra vida, con nuestras actitudes diarias; porque ser creyente es más que ser bautizado, que comulgar o casarse en la Iglesia, es estar dispuesto a complicarse la vida con Cristo y en Cristo, por vivir como Él, por predicarlo a Él como único Camino, Verdad y Vida, y más en un mundo donde a la sociedad se le propone o se le vende la mentira a jugosos precios.
Jesús nos sigue invitando a que tomemos una decisión, lo seguimos o nos apartamos, nada de medias tintas. Recordemos que muchas veces nuestras decisiones responden a cálculos interesados. Echamos en una balanza las ventajas y desventajas, los convenientes y los inconvenientes. Pero recordemos que con Jesús no se puede hacer negocio, no se puede pedir una rebaja a las exigencias de su Palabra. No olvidemos que nunca prometió que el viento soplaría de manera favorable; con Jesús los vientos son contrarios, sí, contrarios a los ojos humanos y a los pies pegados a la tierra, pero sabemos que Él nos lleva y nos llevará a buen puerto. Digámosle desde el corazón: “¿A quién iremos, Señor?, Tú tienes palabras de vida eterna”.
Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz
domingo para todos!
Obispo de la Diócesis de Apatzingan