Nosotros siempre podemos hablar con Dios, pero ¿podemos escucharlo?

Psic. Octavio Escobar
Psic. Octavio Escobar

A lo largo de la Biblia hemos visto cómo Dios se ha comunicado con los profetas, con los santos e incluso con el mismo Jesús. Sin embargo, muy seguramente las palabras se han quedado cortas para describir los sentimientos y conflictos internos que han tenido nuestros patriarcas y predecesores.

Por ejemplo, Noé, quien de seguro fue un hombre sabio en su tiempo, fue llamado loco cuando construyó el Arca. Solo Dios y él saben los conflictos que habrá tenido este Santo hombre, esperando que cayera la primera gota de lluvia.

Otro ejemplo es el de San José, quien tuvo que recibir la visita de un ángel para que comprendiera que la Virgen María no había sido adúltera. Cuantas malas noches y pesadillas tuvo que afrontar al saber que si dejaba a su suerte a María, ella y el bebé morirían.

Finalmente, Jesús. Cómo habrá sido aquel momento en que dijo “Padre, ¿por qué me has abandonado?”. No podemos llegar a imaginarnos la sensación de soledad que sintió nuestro Señor en ese momento y a lo largo de todo su calvario. Es por eso que las palabras solo pueden expresar una pequeña parte de este conflicto que todos tenemos para escuchar a Dios.

Serían incontables los ejemplos en los que podríamos encontrar la voz del Padre hablándonos a lo largo de la Escritura, sin embargo, entendiendo su perfección y su sutiliza, escucharlo debe haber sido toda una prueba de fe para aquellos que decidieron seguirlo. Entonces, ¿por qué debería ser distinto para nosotros?

Muchas veces creemos escuchar a Dios y verlo en nuestras vidas de formas muy diversas, pero en ocasiones también dudamos que esté ahí con nosotros. Es en esos momentos en los que tenemos que recordar a estos santos que han sido capaces de escuchar a Dios, para que no bajemos los brazos y recordemos que nuestro Dios no es el Dios de la gloria en la tierra, ni de los grandes espectáculos. Nuestro Dios es el Dios de la sutileza, de hablar en el silencio y es capaz de derretirnos solo con su mirada sin decir ni una palabra.

Ahora bien, escuchar a Dios en nuestra vida tiene un matiz oscuro que es el de la tentación que se disfraza de bien para confundirnos. Es ahí donde tenemos que pedir la gracia del discernimiento, para que encontremos el verdadero mensaje de nuestro Señor.

Hablar de una sola buena técnica para escucharlo a Dios sería imposible ya que, por ejemplo, la pereza puede disfrazarse de humildad y el enemigo sabe bien con qué confundirnos a cada uno. Es por eso que no importa cuán cercanos estemos a Dios, siempre tenemos que refugiarnos en la fuente. En la Sagrada Eucaristía y la adoración en el Santísimo para recibir la gracia del discernimiento.

Parte del trabajo que hacemos en el Diplomado en Sanación Interior es utilizar todos los elementos y herramientas que Dios nos da para reconocer y neutralizar la tentación con las virtudes de la Virgen María. Esto nos permite anular la soberbia con la humildad, la avaricia con la generosidad, la lujuria con la castidad, la ira con la paciencia, la gula con la templanza y la envidia con la caridad.

Si quieres conocer un poco más sobre este modelo de oración estructurada, el rosario de sanación que hago todas las noches desde mi canal de YouTube, es un buen comienzo para que inicies tu proceso de escucha activa a Dios, de la mano de la Virgen María. Por eso te invito a que te conectes todas las noches a las 9 p.m. de Bogotá, Lima y Houston, para que nos acompañes en comunidad a dar la batalla.

Recuerda que escuchar a Dios no es algo que nosotros podemos hacer por nosotros mismos. Es una gracia que tenemos que pedir y el rosario es nuestra principal arma para lograrlo. Te espero todas las noches para que pongas tus intenciones en el chat.

 

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Psicólogo Clínico de Colombia