Pablo Iglesias tiene razón cuando afirma que en España no hay una “democracia plena”. Pero no porque Puigdemont esté fugado en Bélgica y Junqueras en la cárcel. Eso evidencia que uno es un cobarde y que el estado de derecho funciona. La “anormalidad democrática” se explica por el secuestro del Congreso aprovechando la pandemia. Que un presidente de una democracia parlamentaria decida suspender el control parlamentario al gobierno y prefiera legislar por decreto es una “anormalidad”.
Que la que fuera ministra de Justicia pase a ser Fiscal General del Estado puede que no recorte la necesaria autonomía de la Fiscalía, pero lo parece bastante… Que se trate de controlar todavía más a los jueces no es matar a Montesquieu, es violar su cadáver. Que se “normalice” el insulto y el acoso a los periodistas, dice poco de la “normalidad” democrática.
Que Marlaska decida sobre la cúpula de la Guardia Civil con criterios partidarios y no técnico-profesionales, recorta la calidad democrática. Que el responsable de Riesgos Laborales de la Policía Nacional fuera relevado por advertir de los riesgos de coronavirus que el Dr. Simón no quería o no sabía ver no es fortalecimiento institucional.
Tampoco lo es que no se haga público el informe del Consejo de Estado sobre los fondos europeos, que el gobierno no consultara con el Comité de Bioética su Ley de Eutanasia o que tenga que ser Europa quien recuerde al gobierno de la Ley Celáa que los padres tienen derecho a elegir la educación que quieren para sus hijos..
Que la mentira esté instalada con naturalidad sin que pase factura evidencia la degradación de nuestras instituciones. Su sanchidad dijo por activa y por pasiva que no pactaría con el populismo, que eso no le permitiría dormir por las noches porque acabaríamos como Venezuela. No tardó ni 24 horas en darse el abrazo con un socio igual de mentiroso que aseguraba que nunca abandonaría su piso de Vallecas y que se cree en el derecho de que los españoles les paguemos su niñera.
El insulto se ha normalizado. La mentira también. Por eso que Transparencia asegure que Illa no se ha vacunado no significa mucho. Puede ser cierto. O no. Como el comité de expertos. Puede existir o no. Más bien no. Nos hemos acostumbrado a construir relatos sin certeza alguna. Miente que algo queda… Pero negarse a hacerse la PCR sin explicación alguna es garantía de especulación.
Por último, que ERC haya firmado un papel diciendo que no investirá a Illa y que Junqueras advierta que la investidura en todo caso pasa por la amnistía y la autodeterminación no dejan de ser estrategias negociadoras. Lo mismo que comparar el pacto de los soberanistas con la foto de Colón. La palabra del político se ha devaluado tanto que ya nadie la compra. Es más, hay quien apuesta a la baja, como en la bolsa.
La reconstrucción pasa por respetar las instituciones y la palabra dada. Todo lo demás es fango cortoplacista.
El anzuelo del pescador
El PP, más que preocupado. Las encuestas pronostican que Vox no sólo ‘sorpassaría’ al PP sino también a Ciudadanos. El PP envía un regimiento de interventores para vigilar los recuentos. No se enteran: el problema no es el recuento sino el voto. El ‘buenismo’ no cotiza.
Quiebras masivas. Bruselas advierte de quiebras masivas de pymes si no hay ayudas directas. Arzak y otros 800 hosteleros vascos reclamarán a Urkullu. En el resto de España ya se preparan demandas. O las ayudas llegan por las buenas o llegarán judicialmente.
Reformas por inversiones. Bruselas advierte que sin reformas no habrá inversiones. Si Sánchez pretendía replicar el plan E, tendrá que darle él mismo a la máquinita del dinero. Si quiere euros deberá de presentar reformas serias. Y ahí está el Ibex dispuesto a asaltar los fondos con sesudos proyectos de economía verde…
Luis Losada Pescador.