El Domingo de Ramos es una de las fiestas más populares del calendario católico y en los países hispanos -y no sólo en esos- a menudo sucede que acude más gente a esta misa que a la de Pascua, que es más importante.
En parte pueden verse atraídos por el colorido de los ramos, la tradición popular y el ambiente. Otros muchos quieren conseguir un ramo bendecido, pero inmediatamente después de lograr que lo bendigan, dejan el templo y no siguen en misa, o siguen esa misa y ninguna más ese año.
Este año, por la pandemia, las muchedumbres serán menores y en muchos lugares sólo habrá bendición dentro de los templos, sin procesiones.
La agencia Aciprensa recuerda que según el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia publicado por la Santa Sede, “a los fieles les gusta conservar en sus hogares, y a veces en el lugar de trabajo, los ramos de olivo o de otros árboles, que han sido bendecidos y llevados en la procesión” de Domingo de Ramos.
Conservar estos Ramos es una costumbre piadosa y no tiene nada malo en sí mismo… a menos que alimente una actitud supersticiosa.
El sacerdote argentino Leandro Bonnin, consultado por Aciprensa, anima a conservar los ramos pero recuerda que el Directorio de Piedad Popular y la Liturgia pide “instruir a los fieles sobre el significado de la celebración, para que entiendan su sentido”.
El P. Bonnin, resume el significado de las palmas en 4 puntos:
– Que nosotros sí creemos en Jesús, que Él es nuestro Rey y que estamos dispuestos a permanecer junto a él
– Que anunciamos que Él ha vencido a la muerte en su resurrección; que su Pascua es el centro de la historia y la fuente de nuestra esperanza.
– Que queremos ser “constructores de paz”, la paz de Cristo Rey, paz con Dios y con nuestros hermanos.
– Que al igual que Cristo queremos entregarnos a Dios y nuestros hermanos, que estamos dispuestos a ser sus «testigos» (que es lo que significa «mártir» en griego)
Cuidado con la superstición: es pecado
El Directorio de Piedad Popular pide que los ramos y palmas “no se conserven como si fueran amuletos, con un fin curativo o para mantener alejados a los malos espíritus y evitar así, en las casas y los campos, los daños que causan, lo cual podría ser una forma de superstición”.
La superstición es un pecado contra el primer mandamiento, una dependencia de poderes sobrenaturales que no son Dios, una falta de confianza en Dios, que pasa a depositarse en cosas «mágicas».
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que “la superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias”.
El Directorio de Piedad Popular y la Liturgia, por su parte, clarifica que los pastores tienen que “insistir en que lo verdaderamente importante es participar en la procesión y no simplemente procurarse una palma o ramo de olivo”.
Este año de restricciones, sin embargo, en muchas regiones, países y parroquias no habrá procesión.
ReL.