No pueden ustedes servir a Dios y al dinero

Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en el XXV Domingo del Tiempo Ordinario.

Mons. Cristobal Ascencio García

Sin duda, tuvo que haber alguna situación de corrupción que circulaba de boca en boca y desencadenaba los comentarios más indignantes. Jesús propone una parábola donde alaba al administrador infiel, no por sus operaciones ilegales, sino por la capacidad de enfrentar el drama que está a punto de suceder y buscar una salida airosa. Podemos decir que es una persona con el agua hasta el cuello, que se agarra con buenos reflejos a una tabla de salvación y ésta es la ocasión para que Jesús invite a los hijos de la luz, a captar la urgencia de la hora y a tomar la decisión de la que depende el futuro.

Jesús vive en una Galilea pobre, pero conoce a personas ricas, que han amasado su dinero con el sudor de los pobres y que ese dinero los ha ido apartando de Dios, convirtiendo sus riquezas en su propio “dios”.

Jesús narra esa parábola del “mal administrador o administrador infiel”

para dejarnos una enseñanza; la podemos dividir en tres actos:

1°- Como personajes el administrador y su amo; tiene como desenlace el despido del administrador: “En adelante ya no serás administrador”.

2°- Es un monólogo del administrador; no se da por vencido, piensa en el cómo remediar la situación para asegurar su futuro.

3°- Encontramos al administrador y a los deudores de su amo; se revela la estafa que ideó para conseguir el fin propuesto: “Y tú ¿cuánto debes a mi amo?”. Logra hacer que los deudores de su amo se conviertan en sus propios deudores para asegurar su ayuda en el futuro.

Tenemos un caso típico de corrupción de una contabilidad alterada. Podemos hablar de una riqueza adquirida a través de la corrupción. La conclusión: El amo reconoce la astucia terrenal de aquel administrador, que le importó más el dinero, sus riquezas adquiridas con corruptelas, que la honestidad para con su amo y la rectitud para con Dios.

En tiempos de Jesús, muchos ricos explotaban a los campesinos que trabajaban sus tierras; la brecha entre ricos y pobres era inmensa, mientras unos tenían de sobra y para acumular, otros no tenían ni para el día y menos el pensar en guardar para el día siguiente. Jesús plasma con viveza que esa situación no es lo que Dios quiere; desea que las personas se decidan por Dios y que al dinero se le dé el uso que debe tener, que no se le dé el corazón. Deja claro que el dinero se puede convertir en “dios”, ese dios que lleva a acaparar p0r el individualismo y aleja de los hermanos.

Recordemos que el término mammona, sólo aparece cuatro veces en el Evangelio y siempre en labios de Jesús; proviene de la raíz aramea amán, que significa confiar, apoyarse, es decir, cualquier riqueza en la que el individuo apoya su existencia. Nos queda claro que, cuando una persona hace de la riqueza su único punto de apoyo y su única meta, la obediencia al Dios verdadero desaparece y el prójimo deja de ser hermano para convertirse en un objeto o hasta en enemigo.

Ésta es una parábola muy actual y nos deja una gran enseñanza, ya que vivimos en una sociedad marcada por el materialismo, se viven unas ansias de poseer y para lograrlo, muchas personas no escatiman en los medios, como son: Pagar salarios bajos, dar medidas alteradas, robar de manera directa, estar metido en la corrupción, la extorción, etc. El dinero y el afán de acumular bienes traen consigo la lógica del egoísmo y de la ambición, mientras que la entrega total al Señor trae la lógica del Amor, que es la fraternidad, la solidaridad y la generosidad. Seamos hijos de la luz.

Hermanos, no hay duda de que el dinero es necesario, todos lo necesitamos para satisfacer nuestras necesidades básicas y más que las cosas esenciales o productos básicos se han encarecido día con día, sin embargo, cuando ponemos todo nuestro corazón en el dinero y lo convertimos en el objetivo principal de nuestra vida, se convierte en un ídolo, nos esclaviza. Jesús no está en contra de las riquezas, más bien cuestiona el cómo se adquieren y cómo se gastan. Cuando Jesús alaba al administrador infiel, es por la astucia que tiene para darse cuenta de que el tiempo está llegando a su término y es capaz de encontrar una solución. Así debe ser la actitud del cristiano, saber que el tiempo de la conversión ha llegado.

Es tiempo propicio para analizar si en nuestro corazón está Dios o está el dinero. Jesús desea que nos decidamos; que nos analicemos como el administrador: ¿En qué condiciones estamos? y busquemos una salida. El administrador, con el dinero mal habido, se granjeó amigos.

Hermanos, como cristianos debemos tener bien claro que, para ser de Dios no basta que estemos bautizados, que hayamos recibido los sacramentos de iniciación cristiana: El Bautismo, la Primera Comunión, la Confirmación; no basta que acudamos a Misa por costumbre o que recemos el Rosario cuando nos nace. Es necesario tener a Dios como centro de nuestra vida y no dejarnos seducir por el dinero, ya que nos aleja de Dios y de los más necesitados. Jesús nos dejó una gran enseñanza, trabajar por un mundo más humano, desgastar la vida allí con el enfermo, en el descartado, en el que sufre. Preguntémonos: ¿Ante qué dios nos postramos? ¿Ante el Dios de Jesucristo, o ante el dios dinero? ¿Acaso seguimos el camino equivocado, nos servimos de Dios y servimos al dinero? o ¿Vamos por el camino recto, al servir a Dios sirviéndonos del dinero? Si vivimos para acaparar, apegados a lo económico, ese apego no nos dejará ser libres para servir a Dios. Estemos alerta para huir de la fuerza seductora de las riquezas de la que parece no escaparse nadie. Todos somos de alguna manera, hijos de este mundo, pero con una vocación profunda de ser hijos de la luz poniendo a Dios y a los demás en el centro de nuestras decisiones.

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Feliz domingo para todos.

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Obispo de la Diócesis de Apatzingan