No podemos crear un Mesías a nuestra medida

Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en el III Domingo del Adviento

Mons. Cristobal Ascencio García
Mons. Cristobal Ascencio García

El domingo pasado el Evangelio nos recordaba la figura de Juan el Bautista, un hombre recio que esperaba un mesianismo de purificación de fuego y castigo divino; su aparición fue en el desierto predicando un Bautismo de conversión, un Bautismo que implicaba mostrar con hechos los frutos del arrepentimiento. Un Juan capaz de decirles a los saduceos y fariseos: “Raza de víboras”; un Juan que por la verdad criticó a Herodes Antipas: “No te está permitido vivir con la mujer de tu hermano”, y por decir la verdad fue encarcelado.

Precisamente, hoy nos encontramos a Juan que está preso, porque cuando mandan los bandidos, los buenos tienen que ir a la cárcel. A pesar de estar privado de la libertad, tiene ciertos privilegios: sus discípulos lo visitan; a Herodes Antipas le gusta escucharlo, parece que le tiene un respeto a Juan, pero le teme a Herodías su concubina. En medio del silencio de aquella cárcel, Juan tiene tiempo de reflexionar, tiene una idea de Dios y de cómo vendrá el Mesías, lo ha visto a los ojos, sabe que es él, pero su proceder lo desconcierta, él espera un Mesías que se imponga con la fuerza terrible del juicio de Dios, que salve a los que han acogido su bautismo y condene a quienes lo han rechazado. Aquellas noticias que le han llegado hasta la prisión de Maqueronte, lo desconciertan, de allí que pide a dos de sus discípulos que vayan a preguntar a Jesús sobre su verdadera identidad: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”. La respuesta de Jesús no es teórica, no es sólo de palabras, sino que es muy concreta: “Vayan a contar a Juan lo que estás viendo y oyendo: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de la lepra, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio”.

Jesús sabe que su proceder es distinto a lo que se espera del Mesías; sabe que muchos se decepcionarán, ya que esperan un Mesías poderoso, de allí que añade: “Dichoso aquel que no se sienta defraudado por mí”. Que nadie invente un Mesías a su gusto, ya que el Hijo ha sido enviado para hacer la vida más digna y dichosa para todos, y no para dominar a los demás.

El mesianismo de Jesús es muy distinto al esperado por Juan y por el pueblo judío, ese mesianismo marcado por la violencia y el dominio de unos sobre otros. Así que, para conocer a Jesús no bastan las definiciones o las palabras que se digan sobre él, es importante ver su actuar, ver a quienes se acerca y a lo que dedica su ministerio. De allí que el Evangelista san Juan escriba “Hijos míos, no amemos de palabra ni con la boca, sino con hecho y de verdad” (1Jn. 3,18). No podemos hablar con palabras elocuentes sobre el amor, debemos realizar las obras del amor, el amor verdadero consiste en hechos no en palabras.

A dos mil años de evangelización, al tener los Evangelios al alcance de nuestras manos para leerlos y meditarlos, será importante que analicemos nuestro actuar como cristianos, porque parece que nos identificamos más con el tipo de Mesías que El Bautista esperaba, que con lo que es realmente Jesús; parece que estamos a favor de un mesianismo de violencia, de dominio, de desquite, que por el mesianismo de Jesús, que consiste en hacer más digna la vida humana, en el acercamiento a los más necesitados y desprotegidos.

No podemos crear un Mesías a nuestra medida que domina con la fuerza, no podemos esperar a un Dios que está al acecho de cualquier oportunidad para castigar a sus hijos. Es tiempo que nos acerquemos a los Evangelios y analicemos la imagen que Jesús nos da de Dios, que analicemos sus gestos, sus obras, donde muestra el Reino que Él vino a implantar, que es hacer cada día la vida más digna; que es acercarnos a los que sufren para mostrarles a Cristo, haciendo con nuestro servicio, que los ciegos vean, los cojos anden, los leprosos queden limpios, los sordos oigan y los muertos resuciten, y a los pobres se les anuncie el Evangelio. Mostremos el rostro de Dios a aquellos marginados y condenados por la sociedad, ya que como cristianos, somos enviados a prologar el verdadero mesianismo de Jesús.

Es importante que analicemos y veamos con objetividad: Como Iglesia ¿hacemos las obras que hacía Jesús? Nosotros que nos decimos cristianos y que acudimos a la Misa dominical, ¿hacemos las obras que hacía Jesús?. Si no las hacemos, quiere decir que a Jesús lo conocemos de oídas y que no estamos de acuerdo a su mesianismo. Como Iglesia y como cristianos individuales ¿damos testimonio de lo que decimos creer?. ¿Qué está viendo y oyendo la gente de la Iglesia y sus cristianos? ¿Qué estamos haciendo para aliviar el sufrimiento humano?. Porque ser cristiano, no es prometer, ni protestar, ni es reclamar; aunque tenemos que protestar ante las injusticias y tenemos que reclamar lo que nos pertenece, pero ser cristianos es sobre todo, remediar, es tender una mano hacia aquel que nos necesita.

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

¡Feliz domingo para todos!

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Obispo de la Diócesis de Apatzingan