No nos cansemos de hacer lo que nos toca

Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en el XVII Domingo del tiempo Ordinario

Mons. Cristobal Ascencio García
Mons. Cristobal Ascencio García

Recordemos, hace ocho días escuchábamos tres parábolas que nos describían cómo es el Reino de los cielos, del que nos habla Jesús, ahora en este domingo, se nos describe cuál debe ser la actitud del ser humano que descubre ese Reino.

Escuchemos la primera parábola: El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, va y vendo cuanto tiene y compra aquel campo”. Se trata de un jornalero pobre, que trabaja en un campo que no le pertenece; no se plantea el problema jurídico del terreno; su alegría es tan desbordante, que es capaz de vender todo lo que tiene para comprar aquel terreno.

No anda buscando tesoros, pero es capaz de reconocer lo encontrado. La segunda parábola: “El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra”. Es semejante la reacción del mercader de perlas, su hallazgo no es casual, vive dedicado a esa búsqueda de perlas finas. Este mercader encuentra una perla muy fina y todas las demás palidecen ante la encontrada; vende todo cuanto tiene y la compra, lleno de alegría.

Existen dos datos comunes en las parábolas: Ambos, el mercader y el labrador, “se llenaron de alegría” con aquel hallazgo, y “venden todo” para adquirir lo encontrado. Si analizamos la vida de los santos a lo largo de la historia, nos damos cuenta que nadie le da importancia a lo que deja. Recordemos a Pedro que dijo:

“Maestro, nosotros que lo hemos dejado todo para seguirte” (Mc,10,28). San Francisco de Asís regala las piezas de tela y el caballo de su padre y tira sus vestidos. Lo maravilloso es que no hay nostalgia por el abandono de lo que han dejado, sino el cambio de actitud, esa alegría por haber encontrado el mayor tesoro. Es claro que el Reino de Dios es un don, porque el Reino de los cielos es el mismo Cristo, su mensaje, su persona. Es un don que requiere una respuesta humana. El campesino no hubiera encontrado el tesoro, si no hubiera cavado en el campo; ni el mercader hubiera encontrado la perla, si no la hubiese buscado. Dios abre la puerta al ser humano, pero es el ser humano el que debe cruzarla. Jamás Dios lo empujará para que cruce el dintel.

Las parábolas nos enseñan que el Reino de Dios ya está en el mundo, al ser humano le toca poner lo que está de su parte para encontrarlo; se necesita trabajo, búsqueda, disposición, etc. Las parábolas nos enseñan que el Reino de Dios no llega de manera aparatosa, sino que, está presente de manera sencilla, hasta parece insignificante, pero está creciendo.

Hermanos, no nos cansemos de hacer lo que nos toca, como el labrador que haciendo su trabajo encontró el tesoro. No nos cansemos de ser buscadores, un buscador no se conforma haciendo su trabajo, sabe lo que busca. En la sociedad actual, pareciera que las nuevas generaciones no saben lo que buscan; parece que no quieren hacer lo que les toca. Debemos ser impulsores, motivadores, para que estas nuevas generaciones encuentren sus objetivos, encuentren a Cristo. Papás, mamás, no hagan el trabajo de sus hijos, recuerden que sólo el que se empeña en el trabajo diario es capaz de encontrar el tesoro. Ustedes como padres de familia, deben ayudar a que sus hijos sean buscadores como el mercader, ellos tienen que encontrar la perla preciosa; ustedes como papás deben ayudar y motivar para que sus hijos sean los que busquen y así puedan encontrar lo buscado, es decir, el Reino de Dios.

En nuestros días, he escuchado que los jóvenes cambian de trabajo con mucha frecuencia; quizá se cansan de la rutina o caen en la monotonía, lo peor sería que no quisieran trabajar y sentados o acostados quieran encontrar el tesoro que cambie sus vidas. Aquel campesino trabajaba una tierra que no era de él, hacía la tarea cada día, enfrentando las dificultades ordinarias: el calor, el cansancio, el sol abrazador del medio día, etc., y allí en medio de sus dificultades, encontró el tesoro.

Hermanos, pareciera que en nuestros días hemos perdido el sentido de buscar; los jóvenes de ahora se enfrascan en las redes sociales y no son capaces de ver la vida; buscan en las aplicaciones lo que desean encontrar, pero en la comodidad de un sillón, y así pronto se aburren. Recordemos que: “Sólo el que busca encuentra”.

Papás, ¿saben lo que buscan sus hijos? ¿serán capaces de distinguir una perla preciosa de una piedra común? ¿cómo les están ayudando a ser buscadores? No olvidemos, que cuando la persona encuentra el tesoro de Jesús, está dispuesta a dejarlo todo. Este tesoro requiere una inversión total en la alegría inmensa de haber encontrado lo máximo. Y así, el que ha encontrado a Dios en la persona y el mensaje de Jesús, renuncia con alegría a todo lo demás, ha encontrado la vida. El que tiene a Dios lo tiene todo. ¡Sólo Dios basta!.

Hermanos, el Reino de Dios no sólo es el más excelso en valor, sino también el más bello y perfecto que se puede conseguir. Dejemos hablar al buscador de perlas finas del Evangelio: “Encontré el bien más bello y perfecto que se pueda conseguir, nunca había encontrado una perla tan preciosa y tan fina”. Por su experiencia sabe que esa perla recompensará su inversión total que tuvo que hacer para adquirirla.

Preguntémonos, hermanos: ¿Qué cosas son las que nos están impidiendo encontrar y adquirir ese tesoro escondido y esa perla preciosa que nos hace felices?

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!.

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Obispo de la Diócesis de Apatzingan