¡No los dejaré solos!

Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en el VI Domingo de Pascua

Mons. Cristobal Ascencio García
Mons. Cristobal Ascencio García

Hoy hemos escuchado otro fragmento del Evangelio de los discursos de despedida de Jesús. Jesús conoce la condición humana, conoce la fragilidad de aquellos más cercanos que son sus Apóstoles y sabe la necesidad de tener a alguien quien los sostenga y les promete al Espíritu de verdad, el Consolador.

Con esa fortaleza del Espíritu, también les pide que lo amen y ese amor se mostrará en que cumplan sus mandamientos. Podemos destacar dos ideas centrales en el Evangelio que nos ayudarán a reflexionar:

1a- “No los dejaré desamparados”: Las despedidas siempre causan tristeza. y Jesús les aclara que Él intercederá para que se les mande un Paráclito, que significa Consolador, el ser humano necesita ser consolado. Recordemos que Jesús pasó su vida consolando a las personas de tanto dolor y sufrimiento; de allí que desea que el Padre envíe otro Consolador que es el Espíritu de verdad.

Recordemos que las primeras comunidades poco a poco van descubriendo el dinamismo del Espíritu Santo; esa fuerza que los sostiene en los momentos difíciles, ese Espíritu que los consuela y alienta a seguir difundiendo el Evangelio de Jesús. El Espíritu que les promete será el verdadero continuador y actualizador de su obra, del Reino de Dios. Por el Espíritu establecerá una comunión de amor entre el Padre, entre ellos y Él mismo. Pero el mundo, en el lenguaje de Juan, no puede recibir el Espíritu Santo porque no lo ve ni lo conoce, es el mundo de la injusticia, de la opresión contra los pobres, de la idolatría, del dinero y del poder; el mundo de la mentira, de la violencia y de la impunidad; el mundo de las vanidades. Juan llama mundo a los que no aman a Cristo ni guardan sus mandamientos.

No podemos olvidar que ese Espíritu que sostiene a los Apóstoles y a las primeras comunidades, es el mismo Espíritu que ha sostenido y sigue sosteniendo a la Iglesia a lo largo de los siglos. Con sus dones guía a la Iglesia.

No podemos entender una Iglesia sin el Espíritu Santo, el Espíritu es quien la sostiene y la hace avanzar en medio de tantas dificultades. ¿Realmente nos damos cuenta que en nuestras dificultades es el Espíritu Santo quien nos alienta y consuela? Porque en nuestra misión como laicos, religiosos y sacerdotes, no estamos solitarios, nos acompaña la fuerza de la fe, nos anima la Palabra de Jesús: “Yo estaré con ustedes”, nos sopla el Espíritu que nos hace renacer de las cenizas, del desencanto y del pesimismo.

2a- “Si me aman cumplirán mis mandamientos”: El amor que Jesús nos pide, no es de palabras, sino que es un amor que se muestra en la vida ordinaria y caminando el camino que Él nos enseñó. Recordemos que Jesús es la única persona que merece ser amada de manera absoluta. El que ama a Jesús vive sus palabras, vive sus mandamientos, lucha por vivir su proyecto que nos dejó. Amar a Jesús implica, no sólo conocer la Biblia y que nuestro cerebro se llene de conocimientos; amar a Jesús no sólo implica conocer la doctrina del magisterio de la Iglesia; amar a Jesús es un modo de vivir, es un modo de ser allí donde nos ha tocado que nuestra vida se desarrolle.

Hermanos, no debemos olvidar que el cristianismo es un estilo de vida, es allí donde se muestra el verdadero amor. Jesús nos recuerda “si me aman, cumplirán mis mandamientos”; es interesante hacer un alto en nuestra vida y darnos cuenta si conocemos los mandamientos que Jesús nos dejó. En los catecismos se hace aprender de memoria a los niños los mandamientos de la ley mosaica y está bien, pero olvidamos los mandamientos que Jesús nos dejó, a saber: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, “Perdona hasta setenta veces siete”, “Amen a sus enemigos”, “Recen por los que nos odian”, etc. Creo que tenemos olvidados los mandamientos o máximas que Jesús nos dejó y en esos mandamientos se muestra que amamos a Jesús.

Recordemos que el amor a Jesús es recíproco y así lo escuchamos “El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él”. El que ama, guarda la palabra del amigo, del padre, del hermano, del esposo y la cumple. El que ama, será amado; el que es amado, amará más.

Hermanos, nos encontramos en un mundo muy difícil para vivir la fe; pareciera que nuestro cristianismo se ha centrado en aprender doctrinas y practicar ritos religiosos; pero poco a poco se ha alejado de la fuerza del Espíritu que alienta a la Iglesia y la guía en medio de tanta dificultad. Como Agentes de Pastoral y cristianos comprometidos, nos enfrentamos ante grandes desafíos y el primero es vivir sintiendo el consuelo del Espíritu que Jesús nos envió para consolarnos, viviendo así podremos aceptar y vivir los mandamientos que Jesús nos dejó.

Nuestro cristianismo es un estilo de vida, aceptar la voluntad de Cristo, incluso cuando está en contraste con la voluntad de los hombres, aunque éstos sean el papá, la mamá, la esposa, los hijos, los hermanos o los poderes de este mundo.

Preguntémonos: ¿Somos conscientes de que ser cristiano es esencialmente ser amado y acompañado por Dios? “¡No los dejaré solos”, nos ha dicho Jesús,

“Mi Padre los amará y yo también los amaré!.

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!

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Obispo de la Diócesis de Apatzingan