* Ama y practica la caridad, sin límites y sin discriminaciones, porque es la virtud que nos caracteriza a los discípulos del Maestro.
* –Sin embargo, esa caridad no puede llevarte –dejaría de ser virtud– a amortiguar la fe, a quitar las aristas que la definen, a dulcificarla hasta convertirla, como algunos pretenden, en algo amorfo que no tiene la fuerza y el poder de Dios. (Forja, 456)
Pecaría de ingenuo el que se imaginase que las exigencias de la caridad cristiana se cumplen fácilmente.
Muy distinto se demuestra lo que experimentamos en el quehacer habitual de la humanidad y, por desgracia, en el ámbito de la Iglesia.
Si el amor no obligara a callar, cada uno contaría largamente de divisiones, de ataques, de injusticias, de murmuraciones, de insidias.
Hemos de admitirlo con sencillez, para tratar de poner por nuestra parte el oportuno remedio, que ha de traducirse en un esfuerzo personal por no herir, por no maltratar, por corregir sin dejar hundido a nadie.
(…) Yo me siento movido ahora a pedir al Señor -uníos, si queréis, a esta oración mía- que no permita que en su Iglesia la falta de amor encizañe a las almas.
La caridad es la sal del apostolado de los cristianos; si pierde el sabor, ¿cómo podremos presentarnos ante el mundo y explicar, con la cabeza alta, aquí está Cristo? (Amigos de Dios, 234)
Por SAN JOSEMARÍA.