* León XIV recuerda que «nunca debemos abandonar la esperanza, incluso cuando nos sentimos perdidos» y que el grito dirigido a Jesús nunca quedará desatendido.
Bartimeo, explica el Papa en la catequesis, es ciego y mendigo, y Jesús lo encuentra en Jericó mientras se dirige a Jerusalén. Es una parada en el «inframundo», en la «ciudad que está bajo el nivel del mar».
«De hecho, Jesús», enfatiza, «con su muerte, fue a rescatar a ese Adán caído que nos representa a cada uno de nosotros». El nombre Bartimeo, añade, significa «hijo de Timeo», pero a pesar de la relación familiar, es un hombre solitario y vive en una condición a la que no quiere ceder.
Este nombre, sin embargo, también podría significar «hijo de honor» o «de admiración», justo lo contrario de la situación en la que se encuentra. Y dado que el nombre es tan importante en la cultura judía, significa que Bartimeo es incapaz de vivir lo que está llamado a ser.
¡Sigue gritando!
El mendigo, comparado con la multitud que sigue a Jesús, está quieto, sentado junto al camino esperando que alguien se levante.
«¿Qué podemos hacer», pregunta el Papa, «cuando nos encontramos en una situación que parece no tener salida?».
Bartimeo solo tiene su voz y por eso grita; un grito que se ha convertido en oración en la tradición oriental: «Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador«. Si de verdad quieres algo, haz todo lo posible por conseguirlo, incluso cuando otros te regañen, te humillen y te digan que te rindas. Si de verdad lo quieres, ¡sigue gritando!

Sanar abandonando las aparentes certezas
La ceguera de Bartimeo no le impide reconocer a Jesús, que se detiene y lo llama «porque no hay grito que Dios no escuche, incluso cuando no somos conscientes de dirigirnos a él».
Sin embargo, Bartimeo debe tomar una decisión para recuperarse: desprenderse de lo más preciado, su manto, que para un mendigo lo es todo: «es seguridad, es la casa, es la defensa que lo protege».
Sin embargo, muchas veces, lo que nos bloquea son precisamente nuestras aparentes certezas, aquello que nos hemos puesto para defendernos y que, en cambio, nos impide caminar.
Para ir a Jesús y dejarse sanar, Bartimeo debe exponerse a Él en toda su vulnerabilidad. Este es el paso fundamental en todo camino de sanación.
Redescubrir la dignidad

«No es un hecho —señala el Papa León— que queramos curarnos de nuestras enfermedades; a veces preferimos quedarnos quietos para no asumir responsabilidades». Pero Bartimeo quiere volver a ver y responde utilizando el verbo anablepein que también significa mirar hacia arriba.
Bartimeo, de hecho, no solo quiere volver a ver, ¡también quiere recuperar su dignidad!
Para mirar hacia arriba, hay que levantar la cabeza. A veces las personas se bloquean porque la vida las ha humillado y solo quieren recuperar su valor.
El Señor escuchará.
Bartimeo se salva por la fe: «Jesús nos sana para que seamos libres» y deja al mendigo libre para seguir su propio camino.
Marcos explica que eligió seguir al Maestro, «¡el que es el Camino!».
Con confianza, presentemos nuestras enfermedades a Jesús, y también las de nuestros seres queridos; llevemos el dolor de quienes se sienten perdidos y sin salida. Clamemos también por ellos, y tengamos la certeza de que el Señor nos escuchará y se detendrá.

CIUDAD DEL VATICANO.
MIÉRCOLES 12 DE JUNIO DE 2025.