Detrás del joven rico, del que hablaba Marcos en el domingo anterior, llegan ahora Santiago y Juan con una petición bastante particular para Jesús: “Queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte. Él les dijo ¿qué es lo que desean? Concede que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”. Si el hombre de la semana pasada, cifraba su vida en el “tener”, podemos decir que Santiago y Juan buscan el “poder y la gloria”. Querían sentarse a la derecha y a la izquierda de Jesús en su Reino. Luego escuchamos que los otros diez se indignaron con Santiago y Juan. Su indignación viene desde sus deseos, ellos también aspiraban a esos puestos. Parecía que los milagros, las curaciones, las enseñanzas de Jesús, habían caído en saco roto, ya que aquellos Apóstoles seguían pensando en puestos de honor, de privilegios. Lo que Jesús les seguía enseñando no había derribado la ambición, la soberbia, el deseo de recibir honores, que seguía latente en su interior. Aquellos seguidores de Jesús no habían comprendido la reflexión que ya les había dado; no habían comprendido el estilo de vida que llevaba Jesús centrado en el servicio. Jesús está presentando un proyecto de comunidad distinto al existente, un proyecto que se centra en el servicio, lo leemos hoy: “Ya saben que los jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños y los poderosos los oprimen. Pero no debe ser así entre ustedes”.
Aquellos Apóstoles habían crecido con una imagen de sociedad jerarquizada; se quejaban de los gobernantes, pero aspiraban a gobernar, y el único modelo de gobernar era estar por encima de todos, no importaba que se realizara la tiranía.
Hablar de una comunidad o sociedad donde la característica principal sea el servicio, la fraternidad, la igualdad; parece una “utopía”, algo que no llega a realizarse. Pero Jesús invita para que esa utopía se viva entre sus seguidores.
Vivimos en una sociedad, donde para llegar al poder se habla de servicio, de preocupación por el más necesitado, pero estando en el poder, aquellas promesas se olvidan y se sigue gobernando con el mismo modelo, ese modelo de enriquecimiento, de servirse al gusto, de estar por encima de todos, de creer que se tiene la única verdad, de gozar de fuero que permite campear con impunidad. El Evangelio sigue haciendo una crítica fuerte a las sociedades así organizadas, a los sistemas políticos que sirven para enriquecer sólo a unos pocos, mientras que la gran mayoría viven
sumergidos en la pobreza, recibiendo sólo migajas, con la intención de comprar voluntades.
Demos una mirada a la realidad de siempre: los que gobiernan nuestros países, se sienten dueños del pueblo, lo dominan, lo explotan, lo manejan a su antojo, como si fueran siervos a su servicio; tienen una autoridad, pero la ponen al servicio de sus propios intereses hasta llegar al despotismo. Jesús no quiere eso para sus seguidores, pone las bases para una sociedad distinta y lo recuerda hoy pensando en el modelo de sociedad existente: “que no sea así entre ustedes”. Los cristianos debemos ser los primeros en luchar por implantar ese modelo de sociedad que Jesús nos dejó. Debemos iniciar en nuestras comunidades, que sea el servicio lo que las caracterice.
Una palabra a los Agentes de Pastoral: laicos, religiosos, sacerdotes; no porque seamos los coordinadores o porque tengamos un servicio específico, no por eso somos más importantes que los demás; no demos espacio a la soberbia, a sentirnos más que los demás. Nuestras comunidades cristianas han de estar regidas por la fraternidad, por la Igualdad. Recordemos que no son suficientes los discursos, debemos hacer vida lo que predicamos en torno a la fraternidad. Que se vea el servicio. Jesús no sólo nos dejó una enseñanza de vida con su testimonio, pone también las bases para crear una nueva sociedad, unas relaciones entre las personas, una sociedad distinta a la existente: “que no sea así entre ustedes”, nos dice. La lógica de Jesús y del Evangelio, no es la del poder, sino la del servicio.
Debemos reflexionar: Como Iglesia ¿realmente estamos viviendo como cristianos? Sería conveniente que analizáramos nuestros grupos y movimientos: ¿Se vive la fraternidad? ¿Hemos implantado en nuestra Iglesia el modelo de sociedad que Jesús desea? El reto es grande, pero el proyecto es de Jesús y sigue en pie. Como Obispos tenemos un gran reto con nuestros presbiterios en nuestras diócesis, vivir el proyecto de fraternidad que Jesús nos dejó; desde luego, no bastan los buenos discursos. No es sencillo formar una comunidad así como la desea Jesús, pero estamos invitados como Iglesia a intentarlo. Recordemos que el auténtico discipulado está en evitar el comportamiento de los grandes y asumir un estilo de servicio total y radical, sabiendo que no salva el poder, sino el servir.
El Papa Francisco, en su mensaje para el DOMUND de este año, en el número 3, nos dice: “La misión universal requiere el compromiso de todos. Por eso es necesario continuar el camino hacia una Iglesia al servicio del Evangelio completamente sinodal-misionera”. Por eso hermanos, como miembros de esta Iglesia misionera, comprometámonos “orando” por las misiones, “cooperando” económicamente y “anunciando” el Evangelio con nuestra vida y con la Palabra, ya que la Palabra de Dios es luz para los pueblos.
Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!