Necesitamos esa experiencia con Jesús Resucitado

Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en el III Domingo de Pascua

Mons. Cristobal Ascencio García
Mons. Cristobal Ascencio García

Continuamos con este hermoso tiempo de Pascua, tiempo de la presencia de Jesús de una manera distinta. Recordemos que los relatos pascuales nos descubren caminos distintos para encontrarnos con el Resucitado. En este tercer domingo de Pascua, escuchamos el relato de los caminantes de Emaús, aquellos dos discípulos que, ante la Pasión y muerte de su Maestro, se desmoronaron sus esperanzas y regresaron afligidos a sus casas; caminan con la derrota en sus hombros, lamentándose de lo que ha sucedido; han dejado sus esperanzas en Jerusalén y recorren 11 kilómetros hacia Emaús. Aunque escucharon el relato de las mujeres de que Jesús estaba vivo; aunque ellos habían escuchado del mismo Jesús que resucitaría al tercer día, aun así, dejaron sus esperanzas colgadas en una cruz y caminan derrotados.

El Evangelista nos propone dos caminos para recuperar la fe en Jesús:

1°- La escucha de su Palabra. Aquellos peregrinos, aunque van derrotados y entristecidos, siguen pensando en Jesús, siguen hablando de Él, se siguen cuestionando sobre su persona y es allí cuando el Resucitado se les presenta y acompaña, aunque ellos no lo reconocen. Esto nos lleva a pensar, que allí donde los hombres y mujeres hablan de Jesús, donde se preguntan por el significado de su mensaje, allí se hace presente, aunque se sea incapaz de reconocer su presencia. Cuando Dios se revela inflama los corazones de amor, por eso le piden: “Quédate con nosotros, porque es tarde y el día ya está terminando”, quédate con nosotros porque tu Palabra es la luz que alumbra en las tinieblas, fuego que calienta, las palabras de Jesús provocan un cambio en sus corazones.

2°- El compartir el pan. Al llegar a Emaús, aceptó con agrado, “entró para quedarse con ellos”. Allí le reconocen porque nadie como Él parte así el pan, nadie lo agradece ni lo bendice como Él. Al reconocer a Jesús se desaparecen los miedos, se desvanecen los cansancios; se tiene una meta clara: compartir la experiencia que han tenido con aquellos más allegados a Jesús. Empiezan a desandar aquellos 11 kilómetros rumbo a Jerusalén; se olvidan de que la noche ha llegado y se vuelven corriendo a la ciudad, no hay miedos por la oscuridad de la noche, no existe cansancio en sus cuerpos; la alegría del Resucitado es lo que quema sus corazones, es un gozo que no puede retenerse para sí mismos, hay necesidad de compartirlo, que todos sepan que Jesús está vivo.

Hermanos, han pasado dos mil años de aquellos acontecimientos; la Iglesia a lo largo de la historia ha buscado actualizar el mensaje cristiano de acuerdo a las situaciones de cada época; de allí que tengamos hermosas encíclicas de los Papas, bellas cartas pastorales, catecismos bien elaborados; podemos decir, que por doctrina no vamos a quedar; pero algo acontece en nuestro cristianismo, se hincha el cerebro de conocimientos pero falta la experiencia del corazón de la persona con el Resucitado. Es sencillo hablar de Jesús y de su Palabra, pero falta esa experiencia que transforme nuestras vidas, porque muchas veces pareciera que hablamos de Jesús de oídas, cosas aprendidas y no siempre partimos de la vivencia con Jesús.

El Evangelio de este domingo nos invita a que realicemos esas dos cosas y mi deseo es que las reflexionemos y tratemos de vivirlas:

1. Nos detengamos y meditemos en las palabras de Jesús. Es tiempo de que hablemos de la Persona del Señor y de su proyecto para nosotros, para todos. Es tiempo que reflexionemos en su doctrina, aunque no seamos capaces de verlo o sentirlo. No olviden que Jesús nos acompaña por el camino de nuestras vidas, aunque nuestras dificultades muchas veces empañen nuestra visión y no podamos reconocerlo, Jesús sigue caminando junto a nosotros.

2. La Eucaristía es el momento de compartir el pan; es el momento donde debemos reconocer a Jesús que está vivo porque es el sacramento que nos da fortaleza para seguir adelante; es el sacramento que debe quitar nuestros miedos y cansancios. Allí en la comunidad donde compartimos el pan, Jesús se hace presente.

Hermanos, no bastan las palabras bien dichas, no bastan las homilías bien elaboradas, no basta participar de la Eucaristía de manera pasiva, necesitamos esa experiencia con Jesús Resucitado; necesitamos ser cristianos capaces de compartir desde la experiencia lo vivido con Jesús. No basta la doctrina, busquemos tener esa experiencia con el Resucitado, una experiencia que nos llevará a compartirlo, porque esa experiencia hará arder el corazón.

Preguntémonos: ¿Reconocemos a Jesús que camina con nosotros? Si lo reconocemos y lo sentimos caminando con nosotros: ¿Lo compartimos con los demás, con un corazón ardiente de amor y de gozo?

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

¡Feliz domingo para todos!

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Obispo de la Diócesis de Apatzingan