Hoy las palabras de Jesús, son un fragmento más de su discurso pronunciado en aquella llanura. De entrada, encontramos cuatro verbos, que son cuatro actitudes en una forma de vida, y que por cierto, no son recomendaciones, sino que son imperativos, son mandatos: “amen”, “hagan el bien”, “bendigan” y “oren”. Todos se concretizan en una invitación a optar por el amor en todo momento y hacia cualquier persona, incluso hasta alcanzar su máxima manifestación que es el amor a los enemigos. Es una página del Evangelio difícil de cumplir, para poder entrar en la lógica del Maestro se requiere la escucha dócil de su Palabra.
De cada imperativo podríamos sacar una homilía, pero centrémonos en éste: “Amen a sus enemigos”. Partamos diciendo que la ley del talión, se había impuesto para poner un límite a ese deseo de venganza que existe en el interior del ser humano; dicha ley, permitía la venganza de manera moderada, no se podía vengar al gusto: si te daban una pedrada, tenías derecho a dar una pedrada y no dos o tres… pero viene Jesús y con la ley del amor destruye la ley del talión e invita, no sólo a rehusar la venganza, no sólo a perdonar al enemigo, sino a “amar al enemigo”. Podemos decir que Moisés con la ley del talión da un freno a la ley de Lamec (Gn. 4,23-24) y Jesús supera la ley de Moisés: “ojo por ojo y diente por diente”. No estamos exentos de tener enemigos, menos aún, cuando al estilo de Jesús luchamos contra la injusticia, la intolerancia, la corrupción, la violencia, lo importante es que tratemos de no asumir actitudes condenatorias, sino de abrir los espacios y posibilidades para que los enemigos encuentren el camino de la conversión y la reconciliación, que vean en nosotros el amor del Padre y el testimonio vivo de lo agradable que es vivir como hermanos. Jesús no intenta reducirnos a la pasividad, al conformismo o a la resignación, no se trata de renunciar a nuestros derechos, de callarnos frente a las injusticias, sino de renunciar a la violencia como medio absoluto para resolver las diferencias y los conflictos.
Hermanos, se escuchan bonito esas expresiones pronunciadas por Jesús “amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difaman”. No debemos engañarnos, perdonar no es fácil, perdonar es un proceso que da inicio con una experiencia religiosa; el cristiano perdona porque se siente perdonado por Dios, de allí que, perdonar no es un acto de justicia; no se le puede exigir a nadie como un deber social. El perdón no depende de condiciones previas; el perdón no exige nada, no reclama nada; el perdón simplemente se da. El amor, todo lo perdona. Para llegar al perdón es necesario entender y aceptar los sentimientos de ira, rebelión o agresividad que nacen en nuestro interior cuando nos sentimos ofendidos por alguien; es normal, estamos heridos. Las ofensas o las heridas que otros nos causan, arrancan nuestra paz interior y surgen los sentimientos de venganza como algo muy natural. Como el perdón no es fácil, mencionaré unos pasos que pueden ayudarnos para lograr el perdón:
1°- Tomar la decisión de no vengarse. Este momento no es fácil, ya que la venganza es la respuesta instintiva que nace dentro de nosotros mismos cuando alguien nos ofende.
Es ese sentimiento que nos conduce a compensar nuestro sufrimiento haciendo sufrir al que nos ha causado daño. Para perdonar, no gastemos energías imaginando que la venganza es dulce, porque la venganza no es dulce, que no nos engañe el maligno, es amarga y nos causa más daño. En este paso mostramos que tenemos control para manejar nuestros sentimientos y para dirigir nuestros pensamientos; somos capaces de decidir.
2°- Tomar la decisión de no alimentar el resentimiento. No permitamos que el odio se instale en nuestros corazones. Tenemos derecho a que se nos haga justicia, pero es esencial irnos curando del daño que se nos ha causado. Si ya nos dañaron, no nos sigamos dañando nosotros mismos con el resentimiento.
3°- Perdonar exige tiempo. El perdón no consiste en un acto de la voluntad que lo arregla todo. El perdón es el final de un proceso que ha iniciado experimentando el amor y el perdón de Dios hacia nosotros. Perdonar no es olvidar; perdonar es decir “no a la venganza”.
4°- Perdonar implica compartir con alguien nuestros sentimientos. Perdonar no quiere decir olvidar el daño que nos han causado, pero si es dejar de seguirnos haciendo daño nosotros mismos. Quien llega a perdonar, recupera la paz que había perdido.
Hermanos, hoy nos ha tocado un tema muy difícil de practicar; podemos exponerlo de manera sencilla, dar ciertos pasos sobre el perdón, pero iniciar un proceso de perdón no es nada fácil. Me surgen preguntas: ¿Cómo perdonar a quien asesinó al esposo, al hermano, al hijo? ¿Cómo perdonar a quien nos ha robado, estafado? ¿Cómo perdonar a quien nos ha causado daño y campea con impunidad por el pueblo? ¿Cómo perdonar a quien nos ha levantado un falso? No es nada fácil, eso lo logramos sólo amando, porque el amor todo lo perdona.
Pero no olvidemos que, si deseamos la paz interior, el camino es el perdón y como cristianos seguimos los pasos de Alguien que nos puso ejemplo: “Jesús”. Recordemos las palabras que expresó en la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Cuando alguien nos ofende, sentimos el daño y surge el deseo de venganza; sería oportuno que pensemos en la persona que nos ofendió, quizá estaba pasando por una situación difícil de odio o rencor y fue incapaz de controlarse. Como cristianos tratemos de vivir practicando la regla de oro: “Traten a los demás como quieran que los traten a ustedes”; esto implica no juzgar, no condenar, perdonar y dar. Es un buen inicio para ir haciendo lo “extraordinario” a lo que nos invita Jesús.
Hermanos, los seguidores de Jesús habremos de navegar contracorriente y llevar a la práctica esta jerarquía de valores muy contraria a la del mundo. Si lo que Jesús nos pide, nos parece imposible o demasiado, estamos comenzando a entender que nuestra respuesta dependerá no sólo de nosotros mismos, sino de la gracia que viene de Dios. Sólo si recibimos el Espíritu que Dios nos promete, seremos capaces de ser testigos del Amor, del perdón y de la paz a lo que Jesús nos envía.
Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!