San Andrés Míxquic es uno de los siete pueblos originarios de la delegación Tláhuac, también suele ser uno de los lugares más visitados en el Día de Muertos; en esta ocasión, lo apagó el Covid-19.
Pero hace 7 años, la experiencia de vivirlo fue todo un acontecimiento lleno de un folklor y una nobleza muy peculiar entre sus pobladores, características que hoy, tristemente comienzan a extinguirse; a decir de Mons. Andrés Vargas, obispo de Xochimilco. Entrevistado por la Agencia Católica de Noticias (ACN), recordó cómo vivió su experiencia que calificó como “digna de reflexionarse”.
“Fui justamente un Día de Muertos, a Mixquic, sitio donde lo celebran de una manera particular (…), ya había pasado la parte más espectacular que es por la noche, en el área del panteón. Me reuní con una familia que me invitó a comer; entonces noté que muchas casas tenían la puerta semi-abierta y no entendía mucho. Algunos que pasaban nos invitaban a sus hogares; ellos me decían una cosa muy bonita: Obispo, ¡Bienvenido! Me llovían invitaciones para pasar a comer”.
Recordó.
Mons. Vargas, narró que dicha experiencia le resultó “el sentido más hermoso” a su juicio y en lo que respecta a esta fiesta de los muertos, que definió como “la que une las expresiones y elementos simbólicos, desde el México prehispánico, con lo que es la expresión o el misterio de la vida, la muerte y resurrección de la Iglesia católica”.
Con cierto dejo de melancolía, recordó que décadas atrás, las puertas de las viviendas en Mixquic permanecían abiertas y como buenos anfitriones sus propietarios invitaban a desayunar, o a comer que era lo más común; de manera que si el portón estaba abierto, se podía entrar a degustar de los diversos alimentos; sin embargo, hoy eso se controla por muchas razones; una de ellas es la inseguridad”.
Dijo que también los pobladores de Mixquic le llegaron a confesar que no les gustaba que se aglomerara tanta gente; al preguntarles por qué, contestaban: “no nos gusta, porque no entienden nuestra fiesta de muertos, ni la razón por la que les ponemos flores, que en realidad significa que está vivo y está en el camino.
Mons. Vargas, explicó que “la fiesta de muertos nos lleva a encontrarnos con Dios, y a expresarnos con Él; es pronunciarnos en el sentido de que tenemos comunión con nuestros muertos, porque Dios tiene la fuerza y los tiene en sus manos y nosotros que estamos vivos, estamos en el camino de Dios”.
“En la medida en que estemos en el camino de Dios, estamos en comunión con ellos, -nuestros muertos-, es por eso que muchos fieles y laicos le llevan ofrenda al muerto, para indicar que todavía está en el camino, muchos incluso refieren que su difunto viene y toma lo que le gusta”,
indicó.
El Dato:
Mixquic en el “Día de Muertos”, da la bienvenida a los fieles difuntos con ofrendas llenas de colores y con la esperada “Alumbrada”.
Mixquic, significa “lugar de quien cuida el agua”. Este destino se encuentra a tan solo una hora de Xochimilco, en la alcaldía Tláhuac.
San Andrés Mixquic es uno de los lugares con más tradición del país en esta festividad.
Durante el primer día del mes de noviembre, cuando se oculta el sol, se encienden las velas y comienza la celebración. Se pueden escuchar mariachis que amenizan la noche. Por otro lado, hay concursos de calaveras de cartón. Además, algunas personas acompañan a un cortejo fúnebre escenificado. Aquí la “viuda” lanza frases picarescas a la gente por la “pérdida de su esposo”.
El 2 de noviembre se realiza la famosa “Alumbrada” en el panteón, donde se rinde homenaje a los muertos.
A partir de las 19:00 horas, la gente llega a las tumbas para decorarlas con flores e iluminarlas con veladoras. Este es un hermoso espectáculo de velas que no te puedes perder.
Las ofrendas que se colocan sobre las tumbas y las flores que adornan las casas de este pueblo colorean una tradición que “alumbra” el camino para las almas de los muertos que acuden en estas fechas.
Mixquic forma parte de la zona chinampera y fue declarada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
En medio del panteón se encuentra el Templo de San Andrés, el cual cuenta con un retablo y un techo que vale la pena conocer.