Nadie esta fuera del corazón de Jesús

Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en el XXXI Domingo del Tiempo Ordinario

Mons. Cristobal Ascencio García
Mons. Cristobal Ascencio García

Nos encontramos con un episodio donde el Señor nos sigue sorprendiendo, ya que muestra su interés por los alejados de Dios. Zaqueo era un hombre de baja estatura y por oficio publicano, pero su desempeño en la recaudación de impuestos lo han puesto como jefe de publicanos; vive en Jericó, aquella ciudad donde se cruzan los caminos y se tienen que pagar los impuestos por las mercancías. Zaqueo, sin duda alguna, se ha hecho rico con los cobros de impuestos, y los sobornos, corrupción, colusión, se daban al orden del día. Podemos imaginar que era una persona despreciable para el pueblo, ya que servía al orden romano en detrimento del pueblo judío; su familia debió vivir el desprecio de la gente. En aquella monotonía de la vida, tuvo que saber que Leví (Mateo) había dejado su mesa de cobrar impuestos para seguir a aquel profeta surgido en Galilea; tal vez conoció a aquel ciego curado por Jesús en su ciudad de Jericó. Aquel hombre que hablaba del amor, que realizaba milagros, que miraba la vida con felicidad, pasaba por aquella ciudad. La curiosidad de verlo, la valentía de mezclarse con aquellos que lo rodeaban, el unirse a un pueblo que escuchaba al profeta, lo llevaron a dejar su lujosa casa, sus aires que le producían sus riquezas y su oficio; se une como toda persona, es más, como un niño tiene que correr a subirse a un árbol para verlo, dejando sus prejuicios y sin temor a hacer el ridículo. Allí se cruzan las miradas, aquellas miradas de las personas que con desprecio le dirigían, ahora se encuentra con una mirada de amor y con voz tierna, Jesús lo llama por su nombre y se invita a su casa: “Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa”.

Sabemos que aquel encuentro le cambió la vida, deja en el pasado sus anhelos y deseos, sus apegos y fines mundanos, ahora se preocupa por los pobres: Voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes; un claro signo de compasión por los necesitados, por aquellos que trabajaban duro para pagar los impuestos. Además, entra en su conciencia y es sincero, es capaz de reconocer la procedencia de sus riquezas: Si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más. Con aquella mirada, con aquel encuentro, con aquel huésped, se da un cambio interior en Zaqueo, descubre que lo importante no es acaparar, sino compartir. Lo que importaba ha dejado de tener sentido, las cosas materiales las ve con otros ojos, ahora le importan las personas, los pobres y aquellos a quienes ha defraudado. Descubre que tiene que hacer justicia a los que ha robado y se compromete a restituir con creces. Se da cuenta que sus riquezas no le han proporcionado la felicidad que deseaba; es allí donde Jesús proclama: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa. Zaqueo salió a ver a Jesús y se dio cuenta que lo conocía por su nombre y lo andaba buscando, quería entrar en su casa y en su vida.

Hermanos, el mensaje de Jesús es para pobres y ricos, es para toda persona que desea ser sincera con sus anhelos y deseos. Jesús se acerca a las personas de manera diferente; a los ricos se les acerca para salvarlos de sus riquezas, esas riquezas que se convierten en dioses acaparando el corazón de las personas y apartando la mirada de las necesidades de los demás.

No nos quedemos con aquel encuentro de miradas, es demasiado fácil ser espectadores, sentados y sin ser molestados ante el paso de Jesús, es mejor, como Zaqueo, bajar y permitir que entre a casa y al corazón. Pensemos en las palabras de invitación que Jesús nos sigue dirigiendo: Hoy tengo que hospedarme en tu casa”Jesús desea estar en nuestra casa y su deseo es “hoy”, no es mañana o para cuando tengamos tiempo; nos sigue mirando a los ojos y con ternura menciona nuestro nombre, nos toca bajarnos del árbol del egoísmo, de la soberbia, de la indiferencia, de las seguridades y creencias erróneas. Pensemos: bajo ¿qué árbol estoy montado? ¿Estoy dispuesto a reconocer mis debilidades para acercarme a Jesús? ¿Estoy dispuesto a bajar del árbol para acercarme y conducir a Jesús a mi casa?.

Acoger a Jesús es esencial para que nazca una relación de calidad con Él. Qué sentimiento debió sentir Zaqueo cuando escuchó: Hoy ha llegado la salvación a esta casa. Y esa salvación llegó porque Zaqueo, que había llevado una vida cómoda y perversa, experimentó una triple conversión:

1°- Reconoció a Dios. Supo que su auténtico Señor era sólo Jesús.
2°- Reconoció su propia realidad. Vio que era rico, pero realmente era un pobre porque no era feliz.
3°- Reconoció a los demás. Renunció a una vida dominada por el afán de poseer, acumular y explotar, para descubrir la alegría del dar, ayudar y compartir. Esta es la experiencia de quien acierta a encontrarse con ese Jesús que ha venido a «salvar lo que estaba perdido». A partir de entonces, la casa de Zaqueo y su vida fueron iluminadas por la luz de Dios. La conversión brotó del gozo del encuentro con el Señor, quien había encontrado un resquicio para entrar al fondo de su corazón: aquella ranura de la curiosidad.

Hermanos, Jesús no se cansa de invitarse a nuestros hogares, desea tener un encuentro con nosotros, sólo nos pide que nos bajemos del árbol, que nos animemos a conducirlo a nuestras casas, a nuestro corazón. Debemos pensar en el “hoy” de la invitación y el “hoy” de la salvación. Preguntémonos: ¿Estamos haciendo esperar ese “hoy” de Jesús?.

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!

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Obispo de la Diócesis de Apatzingan