Muerte y torturas en el monasterio egipcio de San Macario.

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En pleno verano de 2018, el antiguo monasterio egipcio de San Macario, en Wadi Natrún, un valle en el desierto a unos 100 kilómetros al noroeste de El Cairo, se convirtió en el escenario de un misterioso asesinato propio de una novela. Antes de romper el alba del 29 de julio, el obispo egipcio Anba Epifanio, de 68 años, una figura destacada pero controvertida de la iglesia copta, fue hallado muerto en medio de un charco de sangre enfrente de su celda. Tenía, además, el cráneo fracturado. Aquella noche, el complejo monástico acogía a más de 400 personas, pero no hubo ningún testigo del crimen y las cámaras de vigilancia no funcionaron. Aun así, las autoridades pronto se centraron en dos de los 130 monjes residentes en el monasterio, Isaiah y Faltaous.

Dos años después, la rocambolesca historia de San Macario ha dado un giro de guion. El pasado 1 de julio, un tribunal confirmó la pena de muerte para uno de los dos monjes sospechosos, el padre Isaiah, de 36 años, después de un juicio que sus familiares, abogados y grupos de derechos humanos consideran exprés, sin garantías y con una confesión extraída mediante torturas, según la defensa del condenado. La condena a muerte del padre Faltaous, de 35 años, fue, sin embargo, conmutada por cadena perpetua.

“A pesar de que [el asesinato del obispo Epifanio] debería haber sido tratado como un caso penal normal, desde el primer momento ha sido manejado por los servicios de seguridad como si se tratara de un caso político o de terrorismo. Así que vino con todo el paquete de violaciones propio de estos casos”, señala Sherif Azer, defensor de derechos humanos e investigador de la ONG británica Reprieve, que revela que el caso ha derivado en una profunda división en el seno de la iglesia copta. “En estas circunstancias, de ninguna manera se podría condenar a alguien a muerte”, agrega. EL PAÍS ha contactado con el Ministerio de Justicia y con la Fiscalía del país, que no han querido hacer comentarios.

“Existe la sospecha de que el obispo fue asesinado por seguidores de una orden secreta”, explica Azer, que reconoce que “todo el caso está rodeado de misterio”. El defensor de los derechos humanos se refiere a un enigmático grupo ultraconservador conocido como los Defensores de la Fe, contrario a figuras como la del obispo Epifanio y que celebró su fallecimiento. La atención de los investigadores se centró inicialmente en los padres Isaiah y Faltaous porque ambos mantenían diferencias con el obispo Epifanio, según aseguró el hermano de Isaiah, Samuel Saad. Sin embargo, él insiste en que la disputa ya se había resuelto.

Tras hallarse el cuerpo ensangrentado de Epifanio, agentes de los servicios de seguridad desplazados hasta el complejo arrestaron a los dos monjes -y a otros cuatro que fueron liberados poco después-, según recoge un documento sobre el caso elaborado por Reprieve y la ECRF. Así, los abusos contra el padre Isaiah comenzaron en el mismo monasterio, donde fue interrogado durante más de 48 horas. No se le permitió utilizar el cuarto de baño, le golpearon y le dejaron en ropa interior, según el testimonio que él mismo ofreció ante un juez y que otro monje corroboró por escrito.

Tras ser detenido, el padre Isaiah fue trasladado a una comisaría cercana donde, según su abogado, permaneció un mes. Además, la Fiscalía egipcia emitió una orden para mantenerle incomunicado -bajo el régimen de detención preventiva- mientras durara la investigación. Una medida que, según apuntan los abogados, vulneró su derecho a acceder a asistencia legal en un momento clave del caso, que Azer considera un “agujero negro” por la poca claridad sobre lo ocurrido.

Cuando el padre Isaiah compareció finalmente ante la Fiscalía, en agosto de 2018, lo hizo sin abogado y acompañado de un agente al que había denunciado por torturas, señala Azer, que cree que por aquel entonces el monje ya había sido forzado a firmar una confesión del crimen. El religioso también fue obligado a recrear el asesinato del obispo siguiendo instrucciones de los oficiales tras ser golpeado y electrocutado, de acuerdo con su testimonio. Los abogados señalan que, debido a la falta de testigos y de otras evidencias, el juicio se basó “casi de forma exclusiva” en la confesión y la recreación.

Por otro lado, la familia del padre Isaiah contaba con que el principal testigo del caso, otro monje del monasterio, habría podido ayudar a demostrar la versión del principal acusado. Pero, en pleno proceso, el monje fue trasladado de monasterio y, poco después, fue hallado muerto en su celda. “Si se suicidó o fue envenenado, nadie lo sabe, porque el informe forense no lo determina”, apunta Azer. Además, otros seis monjes que trataron de defender al padre Isaiah fueron trasladados, según asegura su hermano a EL PAÍS.

Durante el juicio, los abogados del padre Isaiah advirtieron de que el informe forense revelaba que las heridas mortales de Epifanio habían sido provocadas por un cuchillo u objeto cortante. Pero los servicios de seguridad aseguraron que la muerte se produjo con un objeto contundente, concretamente un tubo metálico. Al apuntar la contradicción, la jefa forense aseguró que había sido un error y cambió sus conclusiones, señala Azer.

La decisión del tribunal coincide con un fuerte aumento de las ejecuciones en Egipto en los últimos meses, por lo que se teme que el monje se encuentre ahora en riesgo de muerte inminente. Su ejecución se podría llevar a cabo en cualquier momento y sin previo aviso. Entre 2014 y 2019 fueron ejecutadas en el país entre 22 y 67 personas al año, según un recuento de la Comisión Egipcia para los Derechos y las Libertades (ECRF) que explica que las ejecuciones en Egipto siempre se llevan a cabo en la horca. En 2020, la cifra se disparó al menos hasta los 85, la mitad solo en octubre y noviembre, en un repunte que ha alarmado a grupos de derechos humanos. El Parlamento Europeo y varios relatores especiales de la ONU se han hecho eco del caso.

Solicitudes ignoradas

Los abogados de Isaiah critican ahora que las denuncias de tortura no han sido lo suficientemente investigadas por los jueces egipcios, que tampoco han aceptado los intentos del monje de retirar su confesión, ni las solicitudes de la defensa de examinar más evidencias.

Azer, por último, critica que al padre Isaiah tampoco se le ha concedido una apelación completa y que, en cambio, el Tribunal de Casación usó las nuevas prerrogativas que tiene desde 2017 para confirmar de forma inmediata la sentencia. La última audiencia duró apenas 15 minutos. “Eso le privó de una repetición adecuada del juicio, que había sido costumbre en Egipto en casos que conllevan la pena de muerte”, se lamenta.

El Cairo.
MARC ESPAÑOL.
El Paìs.
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